ARGENTINA: CRISTINA I, LA EMPERATRIZ

Cristina al igual que el desaparecido Hugo Chávez y Rafael Correa son gobernantes mediáticos. Gustan del espectáculo, del circo, para que sus partidarios no se percaten de sus depredaciones

Cristina I, La emperatriz

Cristina al igual que el desaparecido Hugo Chávez y Rafael Correa son gobernantes mediáticos. Gustan del espectáculo, del circo, para que sus partidarios no se percaten de sus depredaciones

Pedro Corzo
Pedro Corzo

Por Pedro Corzo

Noviembre 23 de 2014

Considerando sus propuestas de gobierno, las decisiones tomadas en sus mandato y los resultados de su gestión, es evidente que a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, lo que más le interesa es demostrar que es quien “manda” y que su autoridad es incuestionable.

El autoritarismo de Fernández  se corresponde a los tiempos en los que gobernaron  Catalina la Grande de Rusia,  o las reinas Isabel I y Victoria de Inglaterra,  por solo mencionar tres de las mujeres que a través de la historia dieron muestra de una voluntad de mando que si bien se correspondía a los tiempos de las monarquías absolutas o de las autocracias,  no se corresponde con el siglo XXI.

Cristina enmarca perfectamente en la estirpe de políticos que usan el sistema democrático para acceder al poder pero cuando lo alcanzan, procuran imponer reglas y condiciones que satisfagan sus intereses y  veden los derechos de sus enemigos o adversarios o políticos.

Un ejemplo fueron las tensas relaciones entre  los Kirchner y José Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, al extremo que los contactos entre el gobierno y el cardenal fueron muy escasos.

Sin embargo la mandataria ha viajado cuatro veces a Roma a expensas del estado argentino en poco más de un año para entrevistarse con Francisco, el cardenal que la presidenta no quería, pero que adora como Papa, porque los titulares de estos encuentros en la prensa, tanto en el país como en el exterior, siempre son positivos para el visitante.

Cristina Fernández
Cristina Fernández

La forma de gobernar de la viuda de Néstor Kirchner, fundador de la que podría ser una dinastía política si logran enganchar en la noria del poder a Máximo, hijo de ambos, guarda más semejanzas con los regímenes bolivarianos que con el resto de los gobiernos legítimamente electos del hemisferio.

La presencia de Máximo Kirchner en un mitin político en el que destacó la figura de la mandataria y la vigencia de su proyecto de gobierno,  deja entrever que el heredero está al acecho y que es muy probable que aspire a alguna posición electa en los próximos comicios que se efectuaran en el país.

Máximo, participa de manera relevante en un movimiento político llamado La Cámpora que es la vanguardia del kirchenerismo organizado,  que en alguna medida, según analistas, pretende cubrir el espacio dejado por el grupo subversivo Montonero, pero ajustándose a las formulas políticas de estos tiempos.

El hijo de sus padres también cuenta con la maquinaria electoral de su progenitora, herencia de Néstor, lo que sin dudas aporta numerosos e importantes recursos a  una eventual campaña electoral.

Muchos de los dirigentes de la Cámpora ocupan posiciones en el gobierno, en dependencias estatales o son legisladores. La organización  ha sido un instrumento útil en las administraciones de los Kirchener e imprescindible para que la dinastía pueda seguir siendo, al menos, un importante elemento en la política argentina.

Son varios los factores, incluido el despotismo, junto a su intención de controlar las instituciones del estado, en particular el Poder Judicial, los que identifican a Cristina Fernández con los gobernantes del Socialismo del Siglo XXI.

Su proyecto de democratizar la justicia tenía como objetivo el control político de los tribunales como ocurre en Venezuela, Ecuador y Nicaragua. Cuba está fuera de esta lista, en la isla no hay ni sombra de justicia.

La presidenta argentina al igual que sus pares bolivarianos está a favor de fortalecer el estado, limitar las actividades económicas independientes

Cristina con Chávez, Lula da Silva y Juan Manuel Santos
Cristina con Chávez, Lula da Silva y Juan Manuel Santos

y en particular controlar los medios de comunicación.

Cristina al igual que el desaparecido Hugo Chávez y Rafael Correa son gobernantes mediáticos. Gustan del espectáculo, del circo, para que sus partidarios no se percaten de sus depredaciones.

Recurrir al nacionalismo extremo es una práctica común. Hacer el papel de víctima de conspiraciones externas e internas, es un recurso útil para acentuar el control sobre el país.

El fortalecimiento del estado favorece el crecimiento de la burocracia que se traduce tanto en la dependencia de más ciudadanos de la voluntad de quienes gobiernan,  como en la multiplicación de trabas administrativas que   dificultan las actividades económicas independientes de los planes gubernamentales.

La corrupción bajo el gobierno de Fernández se ha profundizado. En un reporte del Foro Económico Mundial, Argentina fue situada en la posición 139 de 144 países. Según el informe los aspectos más importantes son: el favoritismo en las decisiones del Gobierno, la ineficiencia del Estado y el despilfarro de los fondos públicos.

Cristina comparte con sus pares bolivarianos la pasión por la notoriedad, la criminalización de la oposición y  la decisión de  controlar los medios para imponer su “verdad” e impedir las críticas, pero también, y esto es parte del histrionismo compartido, de ser la estrella fulgurante de cada informativo.

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