DE LAS ELECCIONES MUNICIPALES A LA DEBACLE POPULAR

El próximo legislativo que surja de las urnas tendrá mayoría de izquierdas y el PP no tiene casi ninguna posibilidad de gobernar el país los próximos cuatro años, a no ser que pacte contra natura con fuerzas de distinta orientación ideológica a la suya

Manifestación de Podemos

De las elecciones municipales a la debacle popular

El próximo legislativo que surja de las urnas tendrá mayoría de izquierdas y el PP no tiene casi ninguna posibilidad de gobernar el país los próximos cuatro años, a no ser que pacte contra natura con fuerzas de distinta orientación ideológica a la suya

Ricardo Angoso
Ricardo Angoso

Por Ricardo Angoso

Mayo 31 de 2015

Las elecciones municipales de 1931 dieron una gran victoria a las fuerzas republicanas de izquierda en las grandes ciudades de España, abriendo el camino para la ignominiosa huida del rey Alfonso XIII y la proclamación de la II República. Generalmente, en nuestro país las elecciones locales han servido para castigar al partido que está en el gobierno y suelen anticipar, la mayor parte de las veces, lo que luego ocurrirá en las legislativas. Así ha ocurrido en numerosas ocasiones en la historia de España, tal como relataremos a continuación.

En 1979, en plena transición política a la democracia, la conjunción de fuerzas de izquierdas, pero sobre todo el tándem conformado por los socialistas y los comunistas, ganaban las primeras elecciones locales de la democracia. Las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona, quedaron en manos de la izquierda y los votos de socialistas y comunistas juntos superaron a los de la ya agónica Unión del Centro Democrático (UCD). La derecha que había liderado el cambio político, de la mano de Adolfo Suárez, agonizaba y estaba a punto de fenecer, como ocurriría tres años después y los socialistas, con un líder joven y carismático como Felipe González, estaban en ascenso y el viento de la historia soplaba a su favor.

Tres años después de aquellas elecciones, en octubre de 1982, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ganaba las elecciones generales y González se convertía en el primer presidente de gobierno socialista después de 43 años, en los cuales la mayor parte del tiempo esa organización política estuvo proscrita. Así comenzaba el largo ciclo (1982-1996) de dominio político por parte de los socialistas de casi todas las instituciones en España, desde el gobierno central hasta casi el último gobierno local pasando por las autonomías (regiones) y las diputaciones (gobiernos provinciales).

Pero fueron otras elecciones municipales, las celebradas en el año 1995, las que anticiparon la derrota socialista que se avecinaba y la futura victoria del Partido Popular (PP). En más de un millón de votos superaron los populares a los socialistas y numerosas capitales de provincia e instituciones regionales y provinciales quedaron en sus manos. Un desgastado, abatido y acabado PSOE presagiaba ya el final de su larga época y el retiro de su máximo líder, González, incapaz de haber hecho frente a la corrupción galopante y al agotamiento de un modelo que ya hacía aguas por todos los lados.

Juan Carlos Monedero
Juan Carlos Monedero

Unos meses después de aquellos comicios locales, en 1996, el PP popular ganabas las elecciones -por la mínima, todo hay que decirlo- y se producía lo que algunos llamarían la “dulce derrota” del PSOE y la “amarga victoria” de los ganadores en las urnas. En efecto, los resultados tenían algo que ver con esas expresiones, toda vez que la diferencia entre los populares y socialistas fue de apenas un punto porcentual y 300.000 votos, muy poco cuando en aquella jornada la participación fue muy alta y las expectativas del PP eran mayores y esperaban ganar por goleada. “Nos ha faltado una semana más de campaña electoral (para ganar)”, llegó a decir el ya saliente González. Razón no le faltaba.

De cuando a Aznar le dieron gato por liebre. En 1999, cuando el PP se creía que su reino era eterno, los populares obtuvieron en las elecciones locales una victoria pírrica sobre los socialistas por apenas 39.000 votos, lo que en la práctica significaba un empate técnico y el augurio de que esperaban malos tiempos para el gobierno sin mayoría absoluta que presidía José María Aznar. Pero el aviso claro, el vaticinio de que el cambio estaba a la vuelta de la esquina, no fue escuchado y no rectificaron ante su errática (y errónea) estrategia de embarcarse en la guerra de Irak, esperando que los ingleses le entregaran algún día la soberanía de Gibraltar sin entender la historia de la Gran Bretaña: que son piratas por naturaleza y suelen recurrir a grandes artimañas para ganar grandes batallas. Y Aznar, como a todo buen ignorante de la historia británica, le dieron gato por liebre: ni le dieron Gibraltar, perdió las elecciones generales su sucesor, Mariano Rajoy, y el PP fue condenado por casi ocho largos años a una travesía del desierto (2004-2011).

José María Aznar y Álvaro Uribe
José María Aznar y Álvaro Uribe

Pero nuevamente fueron unas elecciones locales y autonómicas, las del 2011, las que anticiparon el relevo que estaba por venir: el PP sacó una diferencia de 2,2 millones de votos al PSOE y el gobierno de Zapatero “olfateó” en la nunca el cambio que se avecinaba. En efecto, en ese mismo año, el PP obtenía una potente mayoría absoluta -la segunda más importante desde la socialista de 1982- y Mariano Rajoy se convertía en presidente de gobierno tras un largo periodo socialista caracterizado por la irrupción de la crisis económica, una pésima gestión de gobierno y las peores muestras de corrupción, nepotismo, amiguísimo y escasa profesionalidad en la administración.

Lo peor, sin embargo, estaba por llegar. Nada más llegar al ejecutivo, los populares se vieron envueltos en numerosos escándalos de corrupción y en una trama de financiación ilegal de su partido en la que estaban implicados numerosos altos cargos de esta formación, entre los que destacan hasta destacados miembros de la misma cúpula dirigente. Aunque el asunto todavía está en los tribunales, la aparición de otros escándalos menores en otras partes del país desgastó notablemente a los populares en un momento en que el ejecutivo aplicaba duros recortes económicos y ajustes sociales a un país machacado por la crisis económica.

Así las cosas, y con la tensión y el desencanto en alza, comenzaron las protestas sociales contra los recortes y la corrupción, atizando el fuego para el nacimiento de movimientos populares de protesta como fue el caso de Podemos, copia no del todo fiel de lo que es el partido gobernante Syriza. En apenas unos meses, y aprovechando que el PSOE se veía también envuelto en algunos escándalos de corrupción de carácter local y regional, la “bola de nieve” que bajaba desde las montañas se fue convirtiendo en un poderoso alud que amenazaba al bipartidismo reinante y a la forma tradicional de hacer política en España, caracterizada desde hacía lustros por una alternancia en el poder de las dos grandes fuerzas y por un dejar hacer, dejar pasar, en aras de que el sistema siguiera funcionando.

Ahora, las elecciones locales del 2015, como en el pasado, parecen destinadas a anticipar un gran cambio político en España. En primer lugar, el bipartidismo aparece herido de muerte con apenas algo más del 52% de los votos sobre el censo electoral y extrapolando esos datos sobre lo que serían su impacto en unas elecciones generales, nos encontraríamos con que ninguna de las dos grandes fuerzas tendría una mayoría suficiente para formar gobierno. A partir de ahora, según revelan los resultados de estas elecciones y no ya las encuestas manipuladas que le hacían al gobierno de Rajoy los medios afines, el juego  político será entre cuatro grandes fuerzas -Podemos, Ciudadanos, PSOE y PP- y teniendo siempre en cuenta a los potentes partidos nacionalistas, que han obtenido, ni más ni menos, que el 17% de los votos en estos comicios.

Conclusión final: el próximo legislativo que surja de las urnas tendrá mayoría de izquierdas y el PP no tiene casi ninguna posibilidad de gobernar el país los próximos cuatro años, a no ser que pacte contra natura con fuerzas de distinta orientación ideológica a la suya. Si el PSOE consigue ganar aunque solo sea por un voto a Podemos, hay muchas posibilidades que lidere el próximo ejecutivo  de izquierdas que salga de las urnas.

@ricardoangoso

rangoso@iniciativaradical.org

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