GRECIA, LO PEOR ESTÁ POR VENIR

Al igual que le ocurrió al capitán del Titanic, Edward John Smith, Tsipras actuó con poca premura y se confió en que los líderes europeos serían indulgentes con una Grecia abatida, arruinada socialmente y desahuciada. No fue así

Grecia en crisis

Grecia, lo peor está por venir

Al igual que le ocurrió al capitán del Titanic, Edward John Smith, Tsipras actuó con poca premura y se confió en que los líderes europeos serían indulgentes con una Grecia abatida, arruinada socialmente y desahuciada. No fue así

Ricardo Angoso
Ricardo Angoso

Por Ricardo Angoso

Julio 17 de 2015

El culebrón esta muy lejos de terminar, quedan todavía muchos capítulos por ver y lo peor está por llegar. A estas alturas de la película, y con la tensión en alza en las calles de Atenas y el corralito todavía presente, la crisis griega está muy lejos de haber concluido. Un tercer rescate, con las exigencias por medio de aumento del IVA, reforma del sistema de pensiones y la seguridad social y nuevos impuestos, no era la solución; prestar dinero para que Grecia pueda seguir pagando sus préstamos, tal como se ha hecho desde la Unión Europea (UE) para intentar salvar el euro, es una política suicida, como lanzar un botiquín a un ahorcado. Un absoluto despropósito que tendrá consecuencias muy graves.

“Grecia debería haber salido del euro”, afirma tajante el ministro alemán de finanzas, Wolfgang Schäuble, una idea que, por cierto, también comparten los ejecutivos de Finlandia y los tres países bálticos -Letonia, Lituania y Estonia-, países que han hecho grandes sacrificios para salir de la crisis y que consideran que Grecia nunca supo ni quiso gestionar su megacaos. Son muchos los que en Europa están cansados del victimismo de los griegos. Han sido muchos años de mentiras, de falsear estadísticas y de no haber estado a la altura de las circunstancias. Despilfarraron miles de millones de euros recibidos de la UE, en una política de saqueo descarado, y ahora exigen el impago de los rescates recibidos para sacar adelante su maltrecha economía.

Pese a todo, se entiende el dolor de los griegos, los estragos sociales y económicos causados, la penuria, la pobreza, el abandono, el desempleo y el caos actual, pero los europeos no son los responsables de su situación, sino su pésima y corrompida clase política. Sin embargo, eso no debe ser óbice para tomar las peores medidas y dejar todo en manos de Dios, como ha hecho el primer ministro griego, Alexis Tsipras, que ya he expresado su opinión acerca del nuevo plan de ajuste y rescate. Ha expresado que está en contra del plan pactado entre Atenas y la UE y aceptaría, como quien lleva en el pecado la penitencia, una reestructuración de la deuda en un futuro, un escenario nada previsible en el horizonte del continente. Está más cerca un Grexit, es decir, una salida de Grecia del euro, que la condonación total de la deuda, que es lo que muchos piden a gritos en las calles griegas y en las filas de Syriza, la formación que hasta ahora sostenía a Tsipras.

La grave crisis que atraviesa Grecia
La grave crisis que atraviesa Grecia

El problema reside en que Grecia no puede pagar su deuda ni en el corto ni en el largo plazo. Por su dimensión económica, su Producto Interior Bruto, su población, su peso en la UE y muchos otros factores, Grecia nunca podrá pagar una deuda que ya supera los 300.000 millones de euros y que seguirá creciendo en los próximos meses. La única salida sería una quita de la deuda griega, tal como ha propuesto paradójicamente el denostado Fondo Monetario Internacional (FMI), y una reestructuración de lo que quedará en un amplio plazo, quizá decenas de años. Aún así, ¿sería esa la solución? No parece creíble a estas alturas porque quizá ya es demasiado tarde y esta salida de la crisis tendría que haberse puesto encima de la mesa hace años.

Luego está el tiempo perdido, el viaje hacia la nada emprendido por Syriza hace tiempo, que ha hecho mella en la esperanza de millones de griegos y que han llevado a una solución in extremis en la que Grecia pierde. Han sido innecesarios estos meses de tira y afloja entre la UE y Grecia, innecesarias las afrentas y desplantes de los irresponsables dirigentes políticos griegos, innecesario el inútil referéndum griego, que generó unas expectativas frustradas a renglón seguido, e innecesario ese alarde de arrogancia y soberbia de ese tándem conformado por el inefable Tsipras y su ególatra ministro de finanzas, Yanis Varufakis. Perdieron el tiempo, no supieron negociar porque eran bisoños en la negociación y, sobre todo, porque engañaron durante la campaña electoral a sabiendas de que programa era de imposible cumplimiento. El populismo es el camino más largo que lleva a la cruda realidad y así les fue. Y la vida, como decía Lorca, no es noble ni buena ni sagrada.

Tsipras, capitán del gran Titanic griego. Ahora, cuando asoma por la proa un iceberg financiero de una magnitud desconocida, ya que en los próximos meses Grecia tendrá que hacer frente a nuevos pagos en un ambiente social y político claramente hostil al ejecutivo de Tsipras, es hora de hacer el balance de lo logrado: un rescate en versión reducida para hacer frente a las onerosas obligaciones financieras del arruinado Estado heleno y tan solo un impasse más en este largo sainete que parece no querer terminar nunca. Tsipras se había negado hasta ahora a lo inevitable, salir del euro y aceptar la incapacidad de los helenos por pagar sus deudas, pero finalmente aceptó lo que le impuso la UE, recogió el guante y, en muy poco tiempo, tras aceptar el veneno, inmoló su liderazgo en el altar del realismo económico.

Pero quizá ya era demasiado tarde, demasiado tarde para haber alcanzado un mal acuerdo y demasiado tarde para explicar a los suyos y a su pueblo las consecuencias que va a tener el mismo. Al igual que le ocurrió al capitán del Titanic, Edward John Smith, actuó con poca premura y se confió en que los líderes europeos serían indulgentes con una Grecia abatida, arruinada socialmente y desahuciada. No fue así. Cuando tomó la decisión de negociar a conciencia, mostrando una actitud condesciende y abierta hacia los ajustes que le querían imponer los líderes europeos, el agua ya invadía toda la nave y, al igual que le ocurrió al Titanic, el naufragio era ya tan evidente que nada ni nadie podría detenerlo.

Le dan préstamos para que haga frente a sus pagos más inminentes, pero dentro de tres o cuatro meses Grecia seguirá sin tener liquidez para pagar créditos e intereses, para mantener la endeble maquinaría del Estado y, lo que es peor, para pagar a sus funcionarios y las pensiones. La opción del volver al dracma sigue sobre la mesa, aunque quizá no haya imprentas en toda Grecia para imprimir los miles de millones que el país necesitaría para volver a la normalidad, y el futuro no es nada halagüeño, desde luego. Quizá las bolsas de Europa respiren ahora tranquilas, los líderes políticos se feliciten y todo el mundo celebre esta situación transitoria, pero como la historia demuestra muchas veces,  esta salida no es más que el canto del cisne de un país que espera en la cola de la historia desde hace décadas.

@ricardoangoso

ricardo@iniciativaradical.org

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