HIPOCRECÍA HUMANITARIA

Forzar al ejército y sus comandantes a pedir perdón por este acto, no es más que un intento político de claro matiz izquierdista subversivo para generar culpa y responsabilidad entre la institución militar y el delito, lo que es inaceptable desde cualquier punto de vista

HIPOCRESÍA HUMANITARIA

El ministro Rivera, el general Naranjo y el presidente Santos

Por Fernando Vargas – Defensor de Derechos Humanos -Presidente Comité Nacional Vida

Ha expresado el Procurador Alejandro Ordoñez que  “Tenemos una sociedad que, debemos decirlo con toda claridad, está enferma y esas enfermedades deben tener reacciones institucionales” (El Tiempo,7-11-10) , significando que el mal de la postmodernidad es la anarquía ética y  moral, que está desintegrando el edificio social, corroyendo sus más profundos cimientos. 

La violación y el asesinato de los menores en Arauca se encuadran en este contexto de degradación ética de nuestra sociedad y de ninguna manera se puede creer, por más que lo intenten imponer, que son comportamientos exclusivos de los militares.  Nada de eso.  El tema de la violación de menores o el acceder sexual de  menores ha sido adjudicado  también a los sacerdotes católicos, como si en otras actividades civiles no ocurrieran y con más frecuencia, enfatizando que tras el acceso de un adulto con un menor del mismo sexo, lo que hay realmente es un acto homosexual de un adulto, extrañamente ocultado bajo el distractor nombre de “pedofilia”, la Paidophilia griega, tan aceptada en aquella cultura y en distintos momentos de la historia de la humanidad.  No recurro a estadísticas de asesinatos y violaciones de menores por oficio del asesino o del violador porque  nos salimos del objetivo que busco, aunque invito a que lo hagan y aclaren  dudas. 

Lo que sorprende y molesta es la hipocresía del coro de quienes se rasgan las vestiduras y  abanderan la condena del ejército por un delito cometido subrepticiamente por uno de sus miembros en acto circunscrito a su esfera personal y no fruto de orden superior, que de por sí no requiere abanderados, porque estos hechos, sin importar quien los cometa, son repugnantes a los ojos de Dios, por la razón o por la naturaleza de los hombres, como quieran tomarlo.  Los últimos diez días se les ve y oye por los medios de comunicación condoliéndose del hecho, maltratando la imagen de la institución militar y presionando para que, sin formula de juicio, ni debido proceso, sean echados los mandos de las unidades a la que estaba adscrito el infractor, reclamando furibunda y delirantemente que el Ejército Nacional y los Generales, pidan perdón, que le pidan perdón a Colombia, hasta que le pidan perdón a la humanidad, han dicho los “humanitarios” locuaces.  

En cambio este coro de enfermos sociales, entre los que se cuentan reputados “defensores de derechos humanos”, guarda inhumanitario silencio cómplice, silencio criminal, silencio favorecedor, cuando otros, masivamente, han cometido idénticos actos.  ¿Acaso  esas niñas reclutadas a la fuerza por las guerrillas no son copuladas y violadas repetidamente allí y además obligadas a abortar? ¿Y si estos son actos de lesa humanidad, por qué nunca se le oye al coro rechazar las amnistías e indultos a sus autores?  Lo que repugna es que su reclamo de justicia no lo hagan con el mismo rasero contra todos los violadores y con todos los asesinos de niños, ¿o es que debemos revisar las estadísticas para reconocer quienes han sido los más grandes criminales y mutiladores de niños en toda la historia de Colombia y a qué tendencia ideológica pertenecen? 

Este coro “humanitario”, también hace mutis por el foro, ante el masivo asesinato de niños en el vientre de sus madres y, seguramente, muchos de ellos han simpatizado con el asesinato de niñitos no nacidos, que es un crimen más terrible, en cuanto y más indefensos.  Deberían no ser tan desvergonzados y si fuesen sinceros en su dolor por la muerte de niños en Colombia, deberían también oponerse y rechazar el asesinato de niños, como practica de control natal o de guardar ficticias apariencias sociales.  ¿No dicen que la vida es sagrada?

Claro que duele ver morir niños y duele mucho más cuando sus vidas son segadas  violentamente, de una u otra forma, por bellaquería de miembros de esta sociedad enferma y corrupta.  Se hace necesario reflexionar sobre la sentencia  expresada por el Procurador Alejandro Ordoñez, que formula de manera precisa que: “una sociedad que justifica el aborto puede justificar cualquier otro delito, porque eso es el desprecio absoluto por la vida del más inocente de los inocentes.”

Así que estamos de acuerdo en que la justicia debe castigar a los asesinos y violadores de niños en Colombia, a todos los asesinos y violadores de niños, sin distingos políticos, ni cálculos demográficos, ni gustos por “interrumpir” lo que no se puede interrumpir porque ya tiene vida y está amparado por las leyes de Dios, pero si eso les importa poco, pues esos niños y niñas (hablando políticamente correcto) están protegidos por el art 4 de la Convención Americana de derechos humanos, que garantiza la vida desde el momento de la concepción y que obliga a Colombia.

De manera que forzar al ejército y sus comandantes a pedir perdón por este acto, no es más que un intento político de claro matiz izquierdista subversivo para generar culpa y responsabilidad entre la institución militar y el delito, lo que es inaceptable desde cualquier punto de vista.   Recientemente una funcionaria de la Fiscalía pedía perdón porque miembros de esa entidad en un allanamiento ilegal habían asesinado unas personas y en desarrollo de ese acto optó por pedir perdón “a nombre de Colombia”, hágame el favor, como si los colombianos hubiésemos acordado o concertado ese crimen.  Nada.  Eso es un atrevimiento con los colombianos. 

A mí no me incluyan en sus peticiones de perdones por actos que no he cometido ni he concertado con nadie y menos cuando los amnistiados guerrilleros nunca han pedido perdón por sus felonías que cometieron contra el pueblo colombiano, y hasta que en pago de vieja deuda con las víctimas de la guerrilla, los gobernantes de los últimos 50 años pidan perdón a las víctimas de los grupos guerrilleros comunistas, por no haberlos protegido, ni haberles garantizado sus derechos humanos, a lo que estaban y están obligados.

 

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