HISTORIA DEL SOCIALISMO IV: Educación, pobreza y fetichismo

HISTORIA DEL SOCIALISMO IV

EDUCACIÓN, POBREZA Y FETICHISMO ERÓTICO

Por Ricardo Puentes Melo

Como era de esperarse, tras la guerra de independencia de las colonias españolas, toda la región quedó sumida en la ruina, lo cual favorecía a la Compañía de Jesús, como ya vimos. Los bandoleros, antiguos militantes patriotas que se habían quedado sin trabajo, merodeaban, atracaban y asesinaban; la situación era dramática. Junto a las clases dominantes, surgió otra: la oligarquía militar. Refiriéndose a ésta, el general Páez escribió: “los militares aspiraban a ver premiados con usura sus servicios a la patria, a que se les conservaran sus fueros y exenciones..” Y para ello buscaban que frente al gobierno estuvieran individuos de su misma clase.

 

José Ignacio de Márquez Barreto, presidente masón y ultracatólico
José Ignacio de Márquez Barreto, presidente masón y ultracatólico

En Colombia, luego de las administraciones de Santander y José Ignacio de Márquez Barreto, presidente procedente de una familia latifundista poseedor de cercanos vínculos sanguíneos con altos prelados del clero, la iglesia Católica resultó fortalecida. Márquez permitió nuevamente que los bienes de la iglesia fueran desamortizados e hizo posible otra vez que la iglesia pudiera adquirir tierras.

La situación para el pueblo vino a resultar peor que la que tenía bajo la corona española. La aristocracia criolla perpetuó las instituciones coloniales y, bajo la excusa de la nueva situación, sometió al pueblo a impuestos más altos y elevados niveles de segregación.

De ahí en adelante, las consecuentes administraciones le dieron cada vez más prebendas a la iglesia Católica y, aunque se tenía cierta tolerancia hacia los demás grupos religiosos, era evidente la preponderancia de la iglesia Católica y su injerencia en todos los asuntos del Estado. Durante la administración de Pedro Alcántara Herrán, su ministro del Interior, Mariano Ospina Rodríguez –en 1842- agenció el regreso de los jesuitas. Igual que lo han sabido los aristócratas de todo el mundo, Ospina conocía al dedillo que si quería un pueblo sujeto y servil, nadie mejor que los jesuitas para lograrlo. Por ello le entregó a la Compañía de Jesús la educación en el país, con la misión especial de abrir colegios en los lugares apartados de la nación para consolidar el poder central y la obediencia a éste. Se creó una policía escolar y se uniformó al estudiantado de los colegios más pudientes. Valga la pena recordar que los descendientes de Ospina Rodríguez se dedicaron al narcotráfico desde tiempos bien tempranos a mediados del siglo XX; otro de sus descendientes fue secretario general de la administración de Lucho Garzón en Bogotá, del partido socialista Polo Democrático.

El método de enseñanza de los jesuitas

 

Ignacio de Loyola... Misticismo recargado
Ignacio de Loyola... Misticismo recargado

Igual que siempre lo ha hecho, la Compañía de Jesús utiliza el misticismo –cargado de temor- para instruir a sus alumnos y prepararlos para una vida de obediencia ciega a las órdenes de las autoridades eclesiales. Algo que utilizan muchas de las llamadas Escuelas Nuevas, como el método Montessori, de inspiración fascista (no hay que olvidar que Mussolini fue –junto con Hitler- consentidos del papa). El sacerdote jesuita F. Charmot escribió: “El método pedagógico de la Compañía, consiste en rodear primeramente a los alumnos con una gran cadena de oraciones.. (…) ¡No nos preocupemos de dónde y cómo se inserta el misticismo en la educación..! No se hace por medio de un sistema o una técnica artificial, sino mediante infiltración por ‘endósmosis’. Las almas de los niños son impregnadas por estar en estrecho contacto con maestros que están literalmente saturados con el misticismo..” También escribió este jesuita que: “el objetivo del profesor jesuita es que por medio de su enseñanza se propone formar, no una élite cristiana intelectual, sino cristianos elitistas”. (F. Charmot, S.J., “La pedagogie des Jesuites”)

Esto, respecto a la educación que impartían en las clases altas. En cuanto a las clases bajas, la gente del pueblo, la técnica también les funcionó bastante bien, pero con otro propósito: el de esclavizarlos y someterlos para manejarlos como sirvientes. Cuando subyugaron a los indios guaraníes bajo las Reducciones en Paraguay, donde ensayaron los primeros pasos del moderno socialismo, allí, los jesuitas pusieron en evidencia el tipo de educación que impartían: los sacerdotes eran paternalistas, todo era de propiedad de la iglesia y nada era de los indios; los jesuitas les ordenaban qué hacer y cómo hacerlo y hasta elegían las parejas para el matrimonio. Ninguno de los indios podía ser sacerdote y mucho menos jesuita. Los hacían levantar muy temprano, iban a misa y luego a trabajar. En su camino al trabajo, tenían que cantar himnos religiosos y siempre iban precedidos por alguna imagen religiosa. En la noche, después de la jornada laboral, los indios regresaban a la Reducción, también cantando himnos religiosos y los ponían a rezar el rosario. El sistema de castigo para los “errores” de los indios, era usando el látigo, el ayuno y la prisión; también los avergonzaban públicamente. Los padres jesuitas convirtieron al indio en un católico muy devoto, supersticioso al extremo, que imaginaba apariciones y milagros por todos lados y que encontraba cierto placer en la autoflagelación. El indio aprendió a obedecer a los sacerdotes y creyeron que su palabra era la palabra de Dios, un Dios que jamás conocieron.

El propósito de la educación jesuita era, es y será, impedir que sus alumnos piensen por sí mismos y que su cotidianidad esté cargada de un profundo temor supersticioso. Como lo escribió un jesuita contemporáneo: “El jesuita no olvidará que la virtud característica de la Compañía es obediencia total de la acción, la voluntad y aun del criterio… Todos los superiores estarán obligados de la misma forma a otros superiores a ellos, y el Padre General lo estará al Santo Padre…

Los mismos principios que usaron con los indios guaraníes los han aplicado siempre, en todos los países y pueblos donde han estado. Los mismos principios que se inculcan en las iglesias “evangélicas” donde la obediencia ciega a los pastores es una ley y quien la viole, dicen, se expone al castigo de Dios y a cientos de maldiciones para el desobediente y su descendencia. La misma obediencia que exigen los líderes socialistas bajo amenazas de fusilamiento. Ya no es la virgen María sino la “madre Rusia”, “la madre Cuba”, “la madre Venezuela” o la “madre Patria”, en todos los casos se ordena ciega obediencia. La obediencia ciega es, definitivamente, un precepto jesuita.

Pero, ¿cómo ‘inoculan’ el misticismo en sus alumnos..? ¿Cómo es que forman esos ‘cristianos elitistas’ de los que habló el jesuita Charmot..?

Algo sumamente importante en los jesuitas, es la adoración a la virgen María. Es su sello distintivo. Aunque la Biblia no

La Diosa Astarté con su niño en brazos, la verdadera "virgen María"
La Diosa Astarté con su niño en brazos, la verdadera "virgen María"

menciona nada de adorar a la madre de Jesús, sí nos cuenta que los pueblos paganos y espiritistas adoraban a la “Reina del Cielo”, una deidad que siempre aparecía con un niño en brazos y que tiene su origen en la religión babilónica. Los mismos teólogos y estudiosos católicos han asegurado, con muchísima razón, que la verdadera religión de los jesuitas es la adoración a la virgen María.

Ignacio de Loyola aseguraba que la virgen María lo había inspirado cuando escribió sus famosos “Ejercicios Espirituales”, una versión antigua de los “Encuentros Espirituales” que César Castellanos y su esposa Claudia aseguran que Jesús les dictó palabra por palabra. Encontramos relatos de jesuitas que tenían visiones de la virgen, y otro –en 1851- que cuenta la historia de un novicio que luchaba constantemente contra los deseos de la carne y al cual la virgen se le aparecía constantemente para fortalecerlo y “darle a probar la sangre de su Hijo y el consuelo de sus pechos” (J. Huber, “Les jesuites”)

Este misticismo jesuítico también es aplicado en las iglesias evangélicas pentecostales. Sus adeptos viven escuchando todo el día música de Marcos Witt o cualquier otro cantante, amanecen escuchando emisoras “cristianas” o canales de televisión “cristianos”; viven ayunando y flagelando continuamente su cuerpo mediante la abstención de alimentos, sin ningún propósito aparte de obtener milagros ya que sus pastores les enseñan que dando dinero y ayunando se “obliga” a Dios para que haga el milagro. Estos pastores también inducen a sus fieles a un constante temor de satanás y los demonios y enseñan que el diablo y demás potestades espirituales pueden controlar nuestras vidas a menos que se diezme y ofrende, y se castigue la carne. Las instrucciones de los pastores alcanzan hasta el lecho matrimonial. Dice César Castellanos que, debido a que las relaciones sexuales pueden ser poco santas, la pareja, inmediatamente antes de cada relación, debe arrodillarse a orarle a Dios para tener su permiso y, de paso, impedir que los demonios controlen los pensamientos de la pareja durante la relación. Increíble pero cierto.

Cuando la doctrina de la “inmaculada concepción” fue inventada por el franciscano Juan Duns Escoto, la Orden la aceptó con entusiasmo y se dedicó a propagarla por el mundo. También lograron los jesuitas que Pío IX la convirtiera en dogma de la iglesia en 1854.

Cuando llegaron a la iglesia de San Miguel, en Munich”, relata Bucher en sus ‘Obras completas’, “los jesuitas presentaron toda clase de reliquias de la madre de Dios, ofrecieron a los fieles algunos trozos del velo de María, varios mechones de su cabello y pedazos de su peine, y se instituyó un culto especial para adorar tales objetos.. (…) Esta adoración degeneró en manifestaciones inmorales y sensuales, especialmente en los himnos que el padre Jacques Pontanus le dedicó a la virgen María. El poeta expresaba que no había nada más hermoso que el seno de María, nada más dulce que su leche, y nada más agradable que su abdomen..

Ese fetichismo erótico hizo que los jesuitas tuvieran bastante éxito en la educación de los indígenas americanos.

 

El éxtasis de Santa Teresa, obra de Gian Lorenzo Bernini. Erotismo religioso
El éxtasis de Santa Teresa, obra de Gian Lorenzo Bernini. Erotismo religioso

En Italia, donde la Orden echó raíces antes de expandirse, vemos su influencia en los artistas del renacimiento cuyas obras están cargadas de un pronunciado sensualismo religioso. Desde el principio, “los alumnos de los jesuitas son demasiado clericales, devotos y absortos como para preservar estas cualidades. Las visiones e iluminaciones extáticas los dominan; literalmente se embriagan con las pinturas de las aterradoras mortificaciones y los tormentos atroces y de los mártires”, cuyos rostros reflejan –en las pinturas- un rictus masoquista de placer causado por el dolor. Toda esta teatralidad y pompa religiosa tenía y tiene por objeto el impactar las mentes.

Los jesuitas propagan sus prácticas idólatras gracias a que controlan el trono papal. El fin justifica los medios, es la máxima jesuítica que ellos han implementado en la religión, la política, la economía y, en general, en todos los aspectos de la vida de sus alumnos. El padre Barri decía que no era importante la manera de entrar al Reino de Dios, sino que lo vital era entrar. En su teología, el padre Barri dice que no interesa el conocimiento de la Biblia ni su estudio, sino que al paraíso se entra por medio de rezar constantemente el rosario, día y noche, en esas oraciones repetitivas, llevando siempre un rosario como brazalete, o una imagen de María, una medallita o una estampa y, por supuesto, obedeciendo ciegamente al clero católico en la tierra.

La educación ciertamente es un arma que los jesuitas, creadores del socialismo por encargo de otras esferas más altas, utilizan magistralmente para sus fines. Por tanto, en la próxima entrega seguiremos ahondando en ello.

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