HISTORIA DEL SOCIALISMO VII – El vaticano empieza a sembrar las semillas del socialismo

HISTORIA DEL SOCIALISMO VII

El Vaticano empieza a sembrar las semillas del socialismo

 

Por Ricardo Puentes M

Los jesuitas, queriendo vengarse de Mosquera buscan derrocarlo para poder regresar al país, así que agudizan la guerra conduciendo a los conservadores a formar guerrillas para combatir a Mosquera. Al final de ésta, aunque ganaron los liberales, el país quedó mucho más sumido que antes en la miseria y la desesperanza.

 

Los Estados Unidos de Colombia - 1863

Una vez adjudicados los bienes de la iglesia a los ricos liberales, Mosquera se sintió más seguro y se reunió con algunos de ellos en Bogotá para reorganizar el país. Se convocó la Convención de Rionegro donde se aprobó la Constitución de 1863. Esta Constitución ha sido, en opinión de la mayoría de expertos, la más espléndida de todas las que han existido. En ella se consagraron los derechos individuales, se abolió la esclavitud, se eliminó la pena de muerte, se implantó la libertad de pensamiento, de imprenta y de palabra y la libertad religiosa, entre otras. Tan ambiciosa era esta Constitución que Víctor Hugo, el gran pensador y escritor francés, defensor de las libertades individuales y civiles, dijo que ésta era una Constitución “para un país de ángeles”.  Y de ella surgieron los Estados Unidos de Colombia.

 

El general ecuatoriano Juan José Flórez, invasor de Colombia
El general ecuatoriano Juan José Flórez, invasor de Colombia

Entonces, el Vaticano instó al ecuatoriano Juan José Flórez a invadir Colombia y tomar Túquerres. Esto obligó a Mosquera a desplazarse hacia Nariño, situación que aprovecharon los jesuitas para instar a un levantamiento militar de los conservadores en Antioquia contra el gobierno liberal de Pascual Bravo en ese Estado. Ganaron los conservadores quienes derrocaron a Bravo y nombraron a Pedro Justo Berrío como presidente de ese Estado, uno de los nueve que conformaban la nación. Manuel Murillo Toro, presidente de la confederación después de Mosquera, reconoció el gobierno de Berrío. De ahí en adelante, durante la duración de los Estados Unidos de Colombia, la iglesia instigó y patrocinó continuamente el accionar de las guerrillas conservadoras.

Y no solamente eso. La iglesia también penetró los círculos liberales que habían inspirado la Constitución de Rionegro, y sembró en las mentes de algunos caudillos liberales, como la de Manuel Murillo Toro, ideas del socialismo que los curas habían ensayado con los indios Guaraníes en las Reducciones paraguayas. No en vano Murillo había sido alumno de los jesuitas, igual que José María Rojas Garrido y Manuel María Madiedo, quien fuera el precursor del socialismo católico en Colombia.

Tomás Cipriano de Mosquera había abandonado la presidencia en 1864, debido a la obligación constitucional. Pero fue elegido de nuevo en 1866. En este, su cuarto mandato, Mosquera propuso una revisión de los remates de los bienes desamortizados de la iglesia ya que no se había cumplido el objetivo de que estos quedaran en manos de campesinos y no de terratenientes y comerciantes. Para infortunio de Mosquera, el Congreso estaba compuesto en su mayoría por estos comerciantes, terratenientes y curas, así que el presidente comenzó a ser atacado desde todos los frentes buscando torpedear su gestión y desacreditarlo ante la opinión pública. Mosquera atacó al Congreso en una alocución pública y éste respondió con medidas que limitaban el poder presidencial. La iglesia, que estaba deseosa de venganza debido a la expulsión de los jesuitas y del arzobispo Arbeláez, apoyó el golpe de Estado que le propinó el general boyacense Santos Acosta, familiar de los Samper, dinastía de comerciantes.

Nacen los bancos, se concentra la propiedad de la tierra

De ahí en adelante todo resultó más sencillo para las ansias de dominación totalitaria. En 1870, los ricos comerciantes iniciaron la era de los bancos. Se fundó el primer banco privado, el Banco de Bogotá, con 107 accionistas procedentes de las mismas familias de siempre, entre las cuales estaban los Samper –obviamente- y otras pertenecientes a la burguesía. Los jesuitas, claro que sí, también estaban entre los principales accionistas.

Banco de Bogotá, de las primeras inversiones bancarias de los jesuitas en Colombia

En Antioquia, familias poderosas como los Ospina, los Uribe, los Vélez y los Restrepo se hicieron a cientos de miles de hectáreas estableciendo sus haciendas en las márgenes del río Cauca. Al contrario del modelo norteamericano, que no permitía la posesión de la tierra por encima de la capacidad de la familia para trabajarla, aquí –y en toda Latinoamérica- el modelo a seguir fue la apropiación de grandes extensiones de tierras, cosa que agravó el tema agrario perpetuando la desdicha y la pobreza de los eternos malogrados: el pueblo común y corriente, ignorante y católico.

Por su parte, aunque era nociva para sus intereses, la iglesia se valió inteligentemente de la Constitución liberal de Rionegro para fortalecerse en las regiones – estados de la nación. Como la Constitución decía que el Estado Central no podía intervenir en las guerras “internas” de cada Estado de la Unión, el clero pudo instigar el levantamiento conservador en Antioquia para derrocar la autoridad legítima con la seguridad constitucional de que el gobierno central no intervendría. Otra consecuencia de esta constitución liberal, “hecha para ángeles” no para hombres educados por jesuitas, fue que el ejército del gobierno central se debilitó mientras que los ejércitos de algunos Estados de la Unión se hicieron muy poderosos. Álvaro Tirado Mejía calcula que durante la vigencia de la Constitución de Rionegro ocurrieron cerca de 40 rebeliones y levantamientos regionales, y una guerra a nivel nacional, la de 1876-1877, auspiciada por la iglesia Católica, ¡por quién más habría de ser..! que insurreccionó a los conservadores en contra del gobierno central liberal. La guerra fue acaudillada por los Estados de Antioquia y Tolima, ambos conservadores pro eclesiales.

 

"Esta Constitución (la de 1863) está hecha para un país de ángeles", aseguró el genial Víctor Hugo

Entretanto, en la Francia derrotada por Prusia, los jesuitas ganaban con la conquista. Mediante una ley se les autorizó a construir la basílica del Sagrado Corazón en la colina de Montmartre, en París, en pleno corazón de la Revolución Francesa. Era el cumplimiento de las palabras del clérigo que había anunciado que esos principios inspiradores de la revolución serían pisoteados. La basílica era el símbolo de la victoria de la Compañía de Jesús. El cura Olivier dijo en esa ocasión que: “la basílica del Sagrado Corazón simboliza el arrepentimiento de Francia y expresa nuestra firme intención de reparar los errores. Es un monumento de expiación y reparación.” Inmediatamente, los jesuitas empezaron a trabajar en la restauración de la Orden y de la monarquía, esto último resultó infructuoso a pesar de las continuas y remozadas peregrinaciones organizadas por ellos hacia los santuarios de la virgen de la Medalla Milagrosa en París, y al de Lourdes. El pueblo francés, no obstante su apariencia externa de piedad y devoción católica, internamente mantenía un obstinado rechazo contra las pretensiones de poder político de la iglesia. A pesar de que los jesuitas estaban controlando la educación de los niños hijos de las clases medias que tenían el poder, tratando de que estos aborrecieran la república y ansiaran la monarquía, otra cosa les enseñaban en sus hogares los padres, los mismos que habían luchado para derrocar la tiranía monárquica pro eclesial.

 

Basílica del Sagrado Corazón en Montmartre en París, monumento a la victoria de los jesuitas sobre los valores de la revolución francesa

Mientras en Francia ocurría esto, en Colombia los jesuitas, proscritos pero presentes, organizaron la guerra de 1876-1877 bajo la excusa de “problema religioso” causado por la enseñanza laica que algunos Estados de la Unión querían implantar. Los Estados de Antioquia y Tolima, conservadores y clericales, dotaron fuertes ejércitos con armas modernas y los curas encabezaron la lucha “revolucionaria” a favor de la moral y la religión católicas. Sin embargo, los mismos ideales egoístas implantados por los jesuitas en sus alumnos, produjo el fracaso de estos ejércitos. Los líderes de Antioquia querían gobernar cuando ganaran la guerra, y los líderes tolimenses y del Cauca buscaban lo mismo. Los antioqueños esgrimían su superioridad racial como garante del derecho a gobernar, mientras que los “negros del Cauca”, también conservadores, no estaban dispuestos a que los antioqueños los dejaran sin parte del botín. Por conveniencia, se firmó la paz.

Pero los jesuitas ya tenían adelantada la redacción del Concordato que afirmaría el poder papal en la región. Pero, para que éste se firmara, la Constitución de Rionegro debía terminarse. ¿Cómo lograrían anular la Constitución y establecer otra que se acomodara a sus ambiciones…?

Como siempre lo han hecho. Con su especialidad: La guerra.

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