JUSTICIA PENAL MILITAR, PAÑITOS DE AGUA TIBIA

Ningún gobierno, ni siquiera el del Dr. Alvaro Uribe, trato el tema con acierto. Nos quejamos de que muchos militares, altamente entrenados, se van del país a enlistarse en las filas de otros estados. ¿Es sólo cuestión de dinero? No. El soldado sabe que es muy probable que si se queda aquí, y cumple con su deber, termina preso

Justicia Penal Militar, pañitos de agua tibia

Miguel Posada Samper
Miguel Posada Samper

Por Miguel Posada Samper

Junio 25 de 2013

Muchos incautos creen que el paso por el Congreso de una ley que pretende fortalecer la Justicia Penal Militar (JPM) va a proteger a los soldados de Colombia del maltrato y la injusticia que sufren por parte de fiscales y jueces venales y sesgados de la Justicia Ordinaria. No es así. Es apenas un alivio parcial. Es un paño de agua tibia para una enfermedad grave. La “mamertada” nacional e internacional utilizó todas sus argucias para excluir siete delitos de la jurisdicción penal militar: lesa humanidad, genocidio, violación sexual, tortura, ejecución extrajudicial, desplazamiento forzado y desaparición forzada. Aun así, no quedaron contentos. Aquí vino hasta el gato para tratar de parar cualquier alivio a la Guerra Jurídica. Querían acabar con la JPM del todo.

Esta triste situación parte de un mal inicio: creer la propaganda negra que se ha hecho a la Justicia Penal Militar, por una parte, y por la otra pretender que la Justicia Ordinaria es pura y santa para investigar y juzgar. ¿Dónde están las pruebas de la supuesta complacencia de la Justicia Penal Militar frente a soldados realmente culpables? ¿Los fiscales y jueces que van a juzgar los siete delitos que quedan bajo la jurisdicción de la Justicia Ordinaria van a perder su sesgo, lograr una repentina idoneidad y volverse honestos? ¿Se van a acelerar los procesos que van a la ordinaria y se van a acabar los testigos falsos? Claro está que les costara algo más de trabajo a quienes arman los montajes encajar los hechos dentro de los siete delitos excluidos, pero los montajes van a continuar. Lo que queda puede ser algo mejor que lo que había, pero el problema no queda resuelto.

Quedan también muchos detalles y, como dice el dicho universal, el diablo está en los detalles. Habrá que ver cómo opera el tribunal de garantías que se establece y cómo se nombran jueces y fiscales. Tampoco es claro aún cómo se va a garantizar la adecuada defensa de los acusados. Queda mucho trabajo por hacer en materia de reglamentación. Si no se tiene cuidado, va a quedar establecido un aparato paralelo a la Justicia Ordinaria con los mismos vicios.

Lo que está en juego no es sólo la injusticia que viven a diario los soldados. Esté en juego nuestra seguridad y nuestra libertad (Foto El Tiempo)
Lo que está en juego no es sólo la injusticia que viven a diario los soldados. Esté en juego nuestra seguridad y nuestra libertad (Foto El Tiempo)

El problema se inició hace tiempo. Se utilizó al JPM para juzgar narcotraficantes y terroristas, porque estos podían comprar o intimidar a los operadores de la Justicia Ordinaria. Fue una medida desesperada. De allí se pasó al otro extremo, y lo que quedó de la Justicia Penal Militar se organizó en forma parecida a la Ordinaria, eliminando el jurado, elemento esencial que existe en todos los sistemas que funcionan bien, inclusive para la misma Justicia Ordinaria. Pero es más importante en la Justicia Penal Militar, porque sólo quien ha vivido el combate y la vida militar está en condiciones de entender lo que ocurre en las difíciles circunstancias que presenta la guerra. La responsabilidad de fallar se echó a las espaldas de un juez que no es combatiente.

Ningún gobierno, ni siquiera el del Dr. Alvaro Uribe, trato el tema con acierto. Nos quejamos de que muchos militares, altamente entrenados, se van del país a enlistarse en las filas de otros estados. ¿Es sólo cuestión de dinero? No. El soldado sabe que es muy probable que si se queda aquí, y cumple con su deber, termina preso.

Tal vez el paño de agua tibia alivie en algo una situación aberrante que debe dar vergüenza a quienes nos beneficiamos del heroísmo de nuestros soldados. Que no se nos quite del todo la vergüenza. La enfermedad se puede ver en algo aliviada, pero seguirá allí. Se perdió una oportunidad de oro para lograr una curación de fondo. Ojalá no nos pase que cualquier día recibamos un parte como el que vemos en casos de algunos enfermos: “el paciente iba en franca mejoría… pero se murió”. Lo que está en juego no es sólo la injusticia que viven a diario los soldados. Esté en juego nuestra seguridad y nuestra libertad.

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