LA HORA ‘CERO’ DE LA OPOSICIÓN

Durante el primer periodo de Santos, el Congreso se abstuvo de ejercer control político en temas como la gestión del Ministerio de Educación que llevó a ocupar a Colombia el último lugar en las dos recientes pruebas PISA

La hora ‘cero’ de la oposición

Durante el primer periodo de Santos, el Congreso se abstuvo de ejercer control político en temas como la gestión del Ministerio de Educación que llevó a ocupar a Colombia el último lugar en las dos recientes pruebas PISA

Enrique Saavedra Valdiri
Enrique Saavedra Valdiri

Por Enrique Saavedra Valdiri

Julio 24 de 2014

El 7 de agosto inicia el segundo mandato del presidente Santos, y deberá marcar el comienzo de una nueva etapa. Es la oportunidad de consolidar en el congreso una oposición política capaz de absorber el sentir de los ciudadanos afectos al Centro Democrático, al Partido Conservador, o desde su independencia de opinión. El cuatrienio pasado dejó el triste saldo para la democracia de una labor legislativa con mayorías arrasadoras a favor del gobierno, construidas a partir de acuerdos burocráticos y clientelistas, auxilios parlamentarios (mermelada), y el silenciamiento sistemático por el gobierno de la prensa crítica a través de una pauta publicitaria descomunal. La oposición es un ejercicio sano cualquier democracia, máxime para la colombiana todavía en formación, y a veces con signos de retroceso.

Preocupa el paulatino desmonte de la institucionalidad en el país. Durante el primer periodo de Santos, el Congreso se abstuvo de ejercer control político en temas como la gestión del Ministerio de Educación que llevó a ocupar a Colombia el último lugar en las dos recientes pruebas PISA.

Por su parte, hechos como el fraude en las pasadas elecciones parlamentarias, y la atípica participación del 80% del censo electoral a favor del presidente-candidato en departamentos de la costa, ha llevado a  cuestionar la confiabilidad de la Registraduría Nacional del Estado Civil. La misma entidad que ha venido dilatando sin razón el referendo revocatorio al mandato del alcalde de Bogotá.

Deja un tufillo de venganza el que, después de la adhesión de los funcionarios de Petro a la candidatura de la Unidad Nacional, fuera demandada la elección del procurador, lo que beneficiaría al gobierno y a la Fiscalía en su afán de desterrar de la escena a los ‘enemigos de la paz’.

El ex presidente Álvaro Uribe Vélez, hoy senador de la República
El ex presidente Álvaro Uribe Vélez, hoy senador de la República

En Colombia ha hecho carrera la creencia de que sufragar por el candidato perdedor es ‘botar’ el voto, sin embargo la realidad es otra. El inicio de la segunda era de Santos es el momento para consolidar una oposición alternativa y crítica en relación con el modelo de paz con impunidad a las FARC, el clientelismo y la politiquería del gobierno, y el debilitamiento de la seguridad, entre otros temas. La labor de los parlamentarios opositores en el Congreso se encuentra respaldada en los siete millones de ciudadanos que apoyaron a la candidatura alternativa, para presentar proyectos de ley en materias olvidadas como el agro, la educación, el sistema de salud, y una verdadera reforma a la justicia. A ello debe sumarse a un importante sector que no participó en la contienda electoral por no sentirse representado por ninguno de los candidatos, pero que expresa en las encuestas que el país transita por mal camino, que no cree en los datos económicos del gobierno,  y que rehúsa a que los cabecillas de las FARC ocupen altos del estado, y no paguen un solo día de cárcel.

Como lo dijo el periodista Fernando Londoño en su programa radial, “nunca fue tan importante realizar una oposición seria, reflexiva, profunda, juiciosa, que piense en los altos intereses de la nación y que defienda la patria”.

Estando en riesgo la reelección, el presidente recibió apoyos y asumió compromisos con los más diversos sectores, desde la izquierda radical hasta los cristianos. Una vez en el poder, le cobrarán factura y deberá cumplirles guardando un mínimo de coherencia política, cosa por la que no brilló en su primer gobierno.

Más allá de la ‘mermelada’ parlamentaria y del oportunismo electoral del anti-uribismo, los 8 millones de votos de Santos en la segunda vuelta parecen no reflejar un respaldo popular sólido. Tampoco la credibilidad total al interior del propio gobierno, donde aparecieron voces disidentes como el vicepresidente Garzón, la retirada directora de COLCIENCIAS, y buena parte de la Fuerza Pública.

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