LA OBLIGACIÓN HISTÓRICA DE URIBE

La primera obligación histórica de Uribe debiera ser dedicar su mayor esfuerzo a consolidar el Partido de la U; a imprimirle un impulso que lo haga pervivir durante décadas

URIBE, SANTOS Y ‘LA U’

José Obdulio Gaviria

Por José Obdulio Gaviria

Para que una obra de gobierno trascienda, para que un líder político ingrese a los libros de historia, para que unas ideas enraicen y perduren, es indispensable, ¡óigase bien!, ¡indispensable!, tener el instrumento: un partido político.

Miren esta paradoja: puede ser que una carrera política deslucida y una producción intelectual de pipiripao parezcan una obra magna, si un partido las adopta como su patrimonio histórico. Y una obra magna, en cambio, valdrá casi nada para la historia si no hay un partido que la defienda y que exalte a sus fundadores.

Traigo un caso que ilustra bien esa idea y que me parece particularmente claro: la historia del partido Apra del Perú y de su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre, un longevo intelectual y político, a quien vemos protagonizar episodios políticos peruanos durante todo el siglo XX: estuvo en la rebelión de 1918, como líder de las juventudes universitarias, y cerró su ciclo vital como presidente de la Constituyente citada por los militares en 1976.

Sus ideas políticas no eran una genialidad, ni mucho menos: 1) fue predicador de un antinorteamericanismo hirsuto, que después, en épocas de la Guerra Fría , convirtió en “no alineamiento” (“¡Ni con Washington ni con Moscú, sólo el aprismo salvará al Perú!”); 2) les tuvo una tremenda desconfianza a las Fuerzas Armadas, lo que moldeó su discurso altisonante y extremista contra ellas: eran sus enemigas y de su partido; 3) fue bien correspondido: le birlaron dos triunfos electorales y tuvo que refugiarse cinco largos años en la embajada de Colombia; 4) mucho tiempo se plegó al discurso populista, tan en boga en América Latina.

Alvaro Uribe Vélez, presidente de los colombianos

Ni la obra ni el pensamiento político de Haya de la Torre lo hacían el mejor candidato a los altares de la historia: tuvo evidentes limitaciones ideológicas; se movió sin mucha coherencia, unas veces al vaivén de las influencias de la izquierda, otras, de la derecha; fue intransigente y poco dado a acuerdos políticos. Incluso, fue veleidoso ante la influencia marxista de su álter ego histórico, Mariátegui, y llegó a acoger la violencia como instrumento político (gran mancha histórica del Perú fue el intento insurreccional de los apristas en Trujillo y la violenta respuesta del Estado: masacraron a más de seis mil seguidores de Haya). No obstante tantos desaciertos, después de setenta años de fundación, el Apra sigue cultivando la memoria de Haya de la Torre y hoy gobierna al Perú su discípulo más esclarecido, Alan García.

Colombia, al contrario de casi todos los países de América Latina, tuvo desde 1850 hasta las elecciones de 1990, un sistema bipartidista sólido. Por eso creíamos que fundar un partido nuevo era una apostasía, un sacrilegio. No hay tal. Ya los nuevos partidos colombianos son un hecho y hay que tomar en serio la responsabilidad de consolidarlos, sin complejos históricos. Mockus ha anunciado que dedicará todo su esfuerzo a construir Partido (Verde) y a darle fisonomía ideológica y programática. Eso es saludable, eso es democracia.

Y el partido de ‘la U’, ¿qué? Pocas veces han convergido tantos factores favorables para que una nueva agrupación trascienda en la historia política de nuestra nación: un líder carismático; un sucesor en la presidencia, quien, a su vez, ha sido el gran organizador de todas las victorias del Partido; un cuerpo de doctrina probado en el debate parlamentario y en la plaza pública; millones de seguidores; una fuerte fracción parlamentaria…

Así las cosas, la primera obligación histórica de Uribe debiera ser dedicar su mayor esfuerzo a consolidar el Partido; a imprimirle un impulso que lo haga pervivir por décadas. Su gobierno y el de Santos, un sólido cuerpo de doctrina y un fuerte apoyo de masas son capital invaluable para construir partido.

Junio 30 de 2010

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