LA RESURRECCIÓN DE ÁLVARO URIBE VÉLEZ

Uribe se convirtió, con más de la mitad de los votos a su favor y todo en contra, en el vencedor político, moral y ético de la jornada electoral. Todos los que habían organizado el plebiscito, que ya entonaban cánticos fúnebres por el difunto, se quedaron de piedra y no supieron ni qué decir, más que acusar de ignorantes y estúpidos a los que no coincidían con su credo político

Alvaro Uribe

La resurrección (política) de Álvaro Uribe Vélez

Uribe se convirtió, con más de la mitad de los votos a su favor y todo en contra, en el vencedor político, moral y ético de la jornada electoral. Todos los que habían organizado el plebiscito, que ya entonaban cánticos fúnebres por el difunto, se quedaron de piedra y no supieron ni qué decir, más que acusar de ignorantes y estúpidos a los que no coincidían con su credo político

Ricardo Angoso
Ricardo Angoso

Por Ricardo Angoso
octubre 6 de 2016
@ricardoangoso
rangoso@iniciativaradical.org

El domingo 2 de octubre, a las cuatro de la tarde, el expresidente Alvaro Uribe Vélez era un cadáver político. Faltaban apenas unas horas para que se conocieran los primeros resultados del plebiscito convocado por el presidente de la República de Colombia, Juan Manuel Santos, para refrendar los acuerdos firmados por su gobierno con la organización terrorista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Salvo imprevistos, todo estaba atado y bien atado, que hubiera dicho el general Franco, y la victoria del SI era esperado por todos los grupos políticos, incluidos los que defendían el NO, como los partidarios de Uribe y su formación, el Centro Democrático.

No habría sorpresas, pensaban en las filas liberales, conservadoras e izquierdistas, que secundaban a Santos, y tampoco se esperaban en la muchachada mediática que había acompañado de una forma zalamera y aduladora al máximo mandatario. Nadie osó, en una sociedad tan pelota y arribista, contrariar a Santos y a su equipo negociador en búsqueda de un acuerdo a cualquier precio. Tampoco en las filas uribistas, por mucho que se inflaran los ánimos para no dar alas a sus adversarios, se esperaba un resultado a favor de sus propuestas.

La suerte estaba echada y tan solo era cuestión de tiempo esperar a una arrolladora victoria del SI. Pero como lo único previsible que hay en política es su imprevisibilidad, los votos fueron arrojando unos resultados que no eran los esperados ni para unos ni para otros. Para unos, para su sonrojo y vergüenza después de haber utilizado todos los recursos del Estado en favor de los acuerdos firmados por Santos, significó el final de sus sueños: la gente les daba la espalda y les golpeaba con un tortazo en forma de un NO inesperado y súbito. Su pedagogía para la paz, que tardó años en gestarse y desgastó a las dos partes que negociaban, quedaba en aguas de borrajas y el país real desterró para siempre las propuestas de Santos y los suyos. La gente está harta de mentiras, marketing, discursos vacíos y palabras huecas mientras el desencanto y la desafección de los colombianos hacia su clase política se extendía. Mientras que para otros, pero sobre todo para el uribismo, fue la mejor tarde de su historia.

La política siempre es imprevisible y ganó el no. Ganó el NO, y por goleada, digan lo que digan los medios sumisos al gobierno -casi todos, todo hay que decirlo- y de nada sirvió todo el dinero empleado desde los poderes públicos para que saliera el SI. Ganó el No porque la gente está harta de tanta farsa, de tanto tiempo negociando de espaldas a la sociedad y, sobre todo, de querer encubrir la realidad de una país que se hunde en todos los órdenes a través de una suerte de llave de mandala llamada “acuerdos de paz”, supuestamente destinada a abrir todos los mundos y resolver todos los problemas. Colombia se manifestó, haciendo caso omiso a todos los poderes y al Establecimiento, entrando, por primera vez en su historia, en la modernidad y en la era de una sociedad civil ajena a los chantajes del poder.

Álvaro Uribe salió fortalecido del plebiscito
Álvaro Uribe salió fortalecido del plebiscito

Así, inesperadamente, el cadáver político de Uribe “resucitó” entre las cuatro y seis de la tarde, cuando ya quedaba meridianamente claro que los resultados electorales no eran reversibles y que la derrota de los partidarios de Santos era total. Para la historia de Colombia quedarán para el patetismo contemporáneo las imágenes de sus ministros, funcionarios públicos y representantes políticos exhibiendo, sin ningún pudor, sus papeletas de voto con el SI, instantáneas que en otras partes del mundo constituirían por sí mismas motivos para el delito electoral porque vulneraban la exigida neutralidad del Estado y sus servidores en una consulta que debían de organizar de una forma neutral y técnica, dejando al lado sus preferencias ideológicas. Se comportaron como vulgares adláteres, no como funcionarios u hombres al servicio de la cosa pública, y emularon durante la jornada electoral a los seguidores de aquel general Trujillo de una república bananera que también describiera en una de sus novelas el genial Mario Vargas Llosa.

Y, entonces, sin que ninguna encuestadora lo hubiera pronosticado, como de la nada, entre las velas del entierro y el ataúd entreabierto, el cadáver de Alvaro Uribe se levantó de la nada y echó a andar. Estaba vivo, contra todo pronóstico, y nadie le esperaba. Se convirtió, con más de la mitad de los votos a su favor y todo en contra, en el vencedor político, moral y ético de la jornada electoral. Todos los que habían organizado el plebiscito, que ya entonaban cánticos fúnebres por el difunto, se quedaron de piedra y no supieron ni qué decir, más que acusar de ignorantes y estúpidos a los que no coincidían con su credo político y habían optado por el SI. Qué fácil después de mentir y decir estupideces durante meses, ahora argumentar sin argumentos que el pueblo se equivocaba después de haberlo llamado a consulta y darles con las puertas en sus narices. ¿Se puede caer más bajo? ¿Hasta dónde llega la miseria política de algunos en Colombia?

El futuro ya no es lo que era, al menos no lo que esperaban algunos que se iba a escribir después del 2 de octubre. Ganó la gente de la calle, la democracia en fin, y perdió la arrogancia, la chulería, la soberbia y el endiosamiento de un poder que siempre trató a los suyos como lacayos y menospreció una nueva fuerza que estaba naciendo en Colombia espontáneamente. Tan seguros estaban de sí mismos que no supieron que cara poner ante tan maña derrota. En cualquier caso, pase lo que pase en las próximas semanas y sea cual sea la suerte del proceso, Alvaro Uribe vuelve a jugar en la escena colombiana con más fuerza que nunca y será un actor determinante a la hora de encarar el futuro en que se encuentra este país, para desgracia de sus enemigos y de toda una clase política que ha encumbrado desde la mediocridad hasta la gloria al presidente Santos. Por cierto, Santos es uno de los peores presidentes valorados en la historia de Colombia con apenas algo más del 20% de apoyo, encontrándose entre los que menos base social tienen en el continente. Uribe se ha convertido, sin ni siquiera presentirlo, en la llave de la paz para Colombia.

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