MIGUEL PAREDES, OTRO PERSEGUIDO POR LA CORTE SUPREMA

Aquí lo que vemos son vías de hecho de la honorable Corte Suprema de Justicia, violación al debido proceso, desconocimiento de la presunción de inocencia y un explícito caso de beneficiar amigos sacrificando la verdad

MIGUEL PAREDES, OTRO PERSEGUIDO POR LA CORTE SUPREMA

 

 

 

El magistrado Jaime Arrubla y el ministro Vargas Lleras

 

Por Ricardo Puentes Melo

Miguel Paredes, un juez Penal Militar, jamás pensó que su pesadilla comenzaría precisamente por hacer su labor con honestidad, decencia y convicción. Nunca, en sus 10 años administrando justicia, se dejó contaminar por las prácticas de algunos malos elementos de la institución que, aunque pocos, gozan de gran poder dentro del ejército nacional.

En el año 2002, el dr. Paredes tenía la ilusión de realizar una especialización en Derecho Penal Militar, que había programado la Universidad Militar. Sin embargo, y a diferencia de guerrilleros desmovilizados y amnistiados que gozan de becas y remuneración para estudiar en esa universidad, Paredes tenía que conseguirse a como diera lugar el costo de la matrícula. Alguien le dijo en broma que si hubiera aceptado tantos sobornos de narcotraficantes, no estaría buscando la cantidad irrisoria de un millón de pesos que necesitaba para completar los cuatro que costaba el posgrado.

Por la misma época en que le llegó la invitación de la universidad, también estaba esperando tomar indagatoria al soldado desertor Rodián Fabián Durango Martínez. Ese día, el desertor escuchó que el juez Paredes le preguntaba a su secretario si sabía con quién podría conseguir el dinero restante. El secretario, Carlos Infante, no dudó en mencionar al señor Arcesio Marín; le dijo a Paredes que no se preocupara, que estaba seguro de que Marín podría prestarle el dinero a muy bajo interés;  ofreció presentárselo y ser él mismo su fiador.

El soldado desertor, Durango, se metió a la conversación y le dijo al juez Paredes que él podía también ayudarle con el dr. Arcesio Marín, a lo que Paredes le recriminó secamente instándolo a permanecer callado y recordándole que estaba en indagatoria y, además, nadie le estaba solicitando su ayuda.

El asunto es que el secretario Carlos Infante habló con el señor Arcesio Marín para el asunto del préstamo y éste se reunió con el juez Paredes hacia las 5 de la tarde, hablaron las cosas de rigor y, al siguiente día, le prestó el dinero. Infante sirvió como fiador, tal como había prometido hacerlo.

En cuanto al desertor, Paredes le dio algunos consejos y se abstuvo de ordenar su detención.

Sin embargo, en ese mismo año, en el mes de agosto, el juez Paredes volvió a encontrarse de nuevo con el soldado Durango Martínez… otra vez estaba siendo procesado por deserción. Y aquí es donde empieza el calvario para el juez Paredes.

El desertor Durango, ya temeroso de que esta vez el juez Paredes no lo dejara libre decide infamemente acusarlo ante la Fiscalía por el delito de Concusión, es decir, de pedirle dinero a cambio de dejarlo en libertad.

Y aquí está la primera gran mentira del desertor Durango, ya que él jamás estuvo detenido, como lo corroboró la Fiscalía general de la Nación. Concusión es el delito del que se acusa al juez Paredes y eso es ridículamente absurdo, ya que Paredes jamás ordenó la detención de Durango, ni éste le entregó dinero alguno al juez.

¿Por qué el desertor Durango afirma que estuvo detenido ocho días, y que al cabo de los cuales el juez Paredes lo visitó en su sitio de reclusión para extorsionarlo, si Durango JAMÁS estuvo detenido..?

Este razonamiento, además de los testimonios de quien prestó el dinero, el abogado Marín, quien juró no conocer a Durango y menos haber hablado con él acerca del préstamo al juez, y también teniendo en cuenta que el mismo Durango se contradijo varias veces y que se retractó mediante declaración juramentada el 7 de febrero de 2003, donde el desertor lamenta haber dicho que el juez lo extorsionaba y pide perdón, llevaron al Tribunal Superior de Antioquia a absolver al juez Paredes y a comunicar la decisión al Ministerio de Defensa para su reincorporación a la Justicia Penal Militar.

Sin embargo, aunque el Tribunal Superior de Antioquia encontró que no había méritos para un caso contra Paredes, que había falsos testimonios, falsa denuncia y no existía la prueba del supuesto delito, la Fiscalía General de la Nación apela el fallo ante la Corte Suprema de Justicia.

Para el abogado John Saulo Melo, Paredes es víctima de una aberración jurídica

El abogado John Saulo Melo, quien recientemente se hizo cargo del caso, lanza unas preguntas muy interesantes.

“¿Por qué –pregunta el dr. Melo- la Fiscalía abre un proceso si el soldado Durango ya se había retractado de sus acusaciones…? Aquí cabría un vicio de procedimiento.. un fraude procesal” –le dijo Melo a Periodismo Sin Fronteras.

Inexplicablemente, la controvertida Sala de Casación Penal de Corte Suprema de Justicia, revoca la sentencia del Tribunal Superior de Antioquia, de marzo de 2006, y condena al juez Paredes.

“Es supremamente raro… aberrante, porque en Segunda Instancia ningún proceso puede agravar la pena”, dice el abogado Melo.. “Y esto, sin ninguna prueba adicional.. con las mismos falsos testimonios que llevaron al Tribunal de Antioquia a absolverlo.. Durango se retracta de sus acusaciones, y luego se retracta de su retractación.. Eso es ridículamente sospechoso”, dice Melo.

Para resumir, el argumento de la Corte Suprema de Justicia, es que es perfectamente válido que el desertor Durango se haya retractado de su retractación. Y que, aunque Durango tiene versiones diferentes y contradictorias, aún así el máximo órgano de justicia revoca la absolución. Y no explica por qué.

En el fallo de la Corte, ésta dice que Durango no incurre necesariamente en contradicciones (página 125 del Fallo Corte Suprema 27 julio de 2006), pero en la página 122 asegura lo contrario, cuando dice que Durango, efectivamente “incurre en diferentes versiones..” ¿Qué sucede aquí…?

La Corte Suprema de Justicia está justificando las contradicciones del testimonio de un desertor, y admite motivos no específicos en el Derecho. La Corte Suprema condena al juez Paredes sin ningún elemento probatorio, solamente basándose en testimonios que el Tribunal Superior descubrió que eran falsos. Dice la “honorable” Corte que ella es la única capacitada para decidir cuál de las diferentes y contradictorias versiones del pillo Durango es la verdadera, la que ellos necesitan para condenar a un inocente. ¿Serán psíquicos los señores estos de la Corte Suprema…?

Posteriormente, el juez Paredes interpuso más de 20 acciones de tutela. Pero la Corte Constitucional asegura que la tutela contra la Sala de Casación Penal, “no procede”. Sin ninguna otra explicación.   Consultamos a varios magistrados y ellos reconocen la aberración jurídica, pero la explican con el argumento de que “ningún magistrado va a pisarle las mangueras a otro.. esa es una norma en las Cortes.. El dr. Paredes corrió con mala suerte..”

El único asunto probado es que el abogado Arcesio Marín prestó un dinero al juez Paredes, sin intermediación alguna del desertor Durango. El dr. Marín aseguró no conocer a Durango y el fiador fue el secretario del juez, el señor Infante..  El dinero del préstamo ya se pagó y fue un acto legítimo sin nada ilegal a su alrededor. El juez Paredes jamás ordenó el arresto del desertor Durango, así que una extorsión por dejarlo libre no tendría sentido. Tampoco es cierto que el juez Paredes hubiera visitado a Durango “a los ocho días de estar detenido”, simplemente porque –como ya se dijo- este señor nunca estuvo detenido.

Si sabemos quiénes están detrás de esto, podemos entender lo que sucede.

Los mismos intereses que defienden a Valencia Cossio, quieren hundir al juez Paredes

Fuentes confiables aseguran que Durango – el acusador del juez Paredes- pertenece hoy a un grupo armado al margen de la ley que opera en Antioquia, relacionado con narcotraficantes. El Fiscal que apeló la sentencia del Tribunal Superior de Antioquia es el tristemente célebre Guillermo León Valencia Cossio, quien puso a disposición del narco “Don Mario”, todo su poder como director de Fiscalías de Medellín. El gobierno de Estados Unidos incluye a Valencia Cossio en su “Lista Clinton” después de corroborar que Valencia colaboró brindando información privilegiada a Daniel Rendón Herrera, alias “Don Mario”, y moviendo fichas para beneficiar su banda de narcotraficantes. A esta información, hay que sumarle las numerosas ocasiones en que el juez Paredes se negó a aceptar sobornos de narcos y de otros delincuentes.

Por los lados de la Corte, ¿saben quién ha negado la libertad del juez Paredes..? Nada menos que el magistrado Jaime Arrubla Paucar, enemigo acérrimo de todo lo que suene a justicia en derecho.

Si Arrubla le hubiera dado la razón al juez Paredes, Valencia Cossio hubiera tenido que reparar la “Acción de repetición del Estado” en contra suya. Y, obviamente, la cercanía de Valencia Cossio con la Corte tenía que beneficiarlo, aún sobre la dignidad de la Justicia. Todos recordamos las denuncias que hablan de Valencia Cossio y que nos cuentan de sus estrechos vínculos con la Corte para cuadrar sentencias a su favor o en favor de sus amigos, los narcos.

Aquí lo que vemos son vías de hecho de la honorable Corte Suprema de Justicia, violación al debido proceso, desconocimiento de la presunción de inocencia plasmada en la sentencia del Tribunal de Antioquia. Lo que vemos es un explícito caso de beneficiar amigos sacrificando la verdad. Vemos la tiranía de la Corte Suprema sobre cuyas sentencias –dice ella misma- no proceden tutelas.

Lo que vemos aquí, guardando las distancias, asegura el abogado John Saulo Melo, es lo mismo que le sucedió al humilde carpintero que se estrelló contra el poderosísimo magistrado Escobar Araujo, el mismo de los regalitos del mafioso Giorgio Sale. No hubo poder humano que defendiera al pobre carpintero contra el omnívoro poder del magistrado amigo de mafiosos.

El juez Paredes lleva más de 10 años en esta lucha. Se arruinó totalmente y su familia ha soportado con estoicismo el atropello de la todopoderosa Corte y sus amigos de la lista Clinton. De ser un firme candidato a Magistrado, por su rigurosidad, honestidad y conocimientos, el juez Miguel Paredes Villalobos se ha convertido en un perseguido político. Un perseguido por aquellos a quienes el gobierno de Estados Unidos ha denunciado como colaboradores de narcotraficantes.

Si el juez Paredes hubiera cedido ante el primer ofrecimiento de soborno, cuando decomisó un camión cargado de droga y dólares, seguramente –y es mi apreciación personal- hoy estaría en las Altas Cortes colombianas y habría paseado sabroso con gastos pagos por la mafia; su digna esposa no estaría pasando trabajos sino que exhibiría diamantes y zapatos italianos, también provenientes de regalos mafiosos.

Pero no, Miguel Paredes prefirió el camino austero de la decencia, la rectitud y la sobriedad. Prefirió creer que el verdadero cambio de la nación nacería de una justicia ejercida y aplicada con sabiduría y en derecho, reforzando la seguridad y respetando la investidura de juez de la república en vez de usar ese honor como un vulgar disfraz para delinquir como el peor de los hampones.

Miguel Paredes Villalobos es, sin duda alguna, otra víctima de la “majestad de la justicia” colombiana. Miguel Paredes es otro perseguido político de la Corte Suprema, que se cree todopoderosa, como Dios.

Hoy, hacemos nuestra su lucha,

Diciembre 19 de 2010

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