RESPUESTA DE YAMHURE A EDUARDO MACKENZIE

“La paz no se hace con los actores armados, sino con la sociedad desarmada. En tal virtud, debo expresarle mi extrañeza por el hecho de que Usted no haya querido entender el alcance preciso de mis palabras que sobre este particular expresé en la entrevista a la que estamos haciendo referencia”

Santos es mentiroso y tolerante con los criminales

Carta a Eduardo Mackenzie

“La paz no se hace con los actores armados, sino con la sociedad desarmada. En tal virtud, debo expresarle mi extrañeza por el hecho de que Usted no haya querido entender el alcance preciso de mis palabras que sobre este particular expresé en la entrevista a la que estamos haciendo referencia”

Ernesto Yamhure (Foto El Espectador)
Ernesto Yamhure (Foto El Espectador)

Este es el texto de la Carta Abierta escrita por el periodista Ernesto Yamhure al también periodista Eduardo Mackenzie, en relación con un artículo publicado en estas páginas. Ver Acá el artículo de Eduardo Mackenzie

Respetado Eduardo:

Me refiero a su muy oportuna columna publicada en días pasados y en la que hizo algunas referencias a una entrevista que le concedí a la reputada periodista Camila Zuluaga para el diario El Espectador.

Al igual que Usted, estimado Eduardo, tengo muchas reservas sobre la Asamblea Nacional Constituyente como instancia de cierre de los acuerdos a los que el gobierno y las Farc eventualmente lleguen en La Habana. Tengo perfectamente claro que la guerrilla demanda dicha asamblea por motivos diametralmente opuestos a los que han esgrimido algunos dirigentes del uribismo.

No soy ingenuo Eduardo. Sé cuáles son los propósitos y fines de las Farc.

Entenderá que, por tratarse de una entrevista escrita, muy poco se pudo profundizar en las propuestas que planteé. ¿Por qué he llegado a la conclusión de que es necesaria una Asamblea Nacional Constituyente?  Mirémoslo con total desprevención: la norma que regula los procesos de paz es la ley 418 de 1997 (y sus respectivas prórrogas). En ninguno de sus artículos se dispone que los acuerdos de paz signados por el gobierno con grupos armados organizados al margen de la ley, deban ser refrendados popularmente.

El presidente Santos se ha montado, por razones puramente políticas, en el embeleco de la refrendación recurriendo a un plebiscito a todas luces ilegítimo, inconveniente e ineficaz.

Como dije en la entrevista, la Corte Constitucional está inclinada al hundimiento de dicho plebiscito. La ilegalidad del mismo salta a la vista. Pero supongamos que éste es declarado exequible, se somete a consideración popular y es aprobado por el exiguo umbral fijado por el oficialismo parlamentario. Todos sabemos que el resultado no será vinculante, ni suficiente, ni mucho menos sostenible en el tiempo.

Quiero insistirle Eduardo: Santos no está obligado legalmente a consultar con el pueblo lo que acuerde con la guerrilla. La ley lo faculta para propiciar acercamientos y suscribir acuerdos con los ilegales, sin que medie autorización o refrendación de ninguna especie.

Aquella realidad me empuja a sumarme a la iniciativa de la Constituyente. Primero porque es mucho más legítima que el plebiscito politiquero que se está promoviendo y segundo, porque la Asamblea Nacional Constituyente es el escenario al que debemos concurrir los ciudadanos desarmados para acordar e imponer las condiciones de la paz. En este punto quiero insistir, apreciado Eduardo, que la paz no se hace con los actores armados, sino con la sociedad desarmada. En tal virtud, debo expresarle mi extrañeza por el hecho de que Usted no haya querido entender el alcance preciso de mis palabras que sobre este particular expresé en la entrevista a la que estamos haciendo referencia.

Eduardo: las condiciones para la paz estable y duradera no las ponen ni el gobierno ni los ilegales. Éstas deben ser impuestas por los ciudadanos desarmados. Santos y las Farc podrán acordar lo que quieran en La Habana, pero al final del día debemos ser los ciudadanos, aquellos que no hemos portado armas, los que digamos la última palabra en temas tan sensibles como el perdón, la reparación a las víctimas, el esclarecimiento de la verdad y, por supuesto, la elegibilidad de quienes hayan estado incursos en crímenes que ofenden a la humanidad.

Claramente, un proceso constituyente con unas Farc en armas, soportando sus propuestas sobre las trompetillas de los fusiles, es perfectamente impensable. Nadie medianamente sensato podría respaldar algo así.

Desde hace mucho tiempo, tal vez años, he venido insistiendo ante algunos amigos del uribismo sobre lo nocivo y contraproducente que resulta su marginamiento del proceso de paz. Santos va a firmar con la guerrilla al precio que sea. Nosotros no somos gobierno, por tanto no poseemos capacidad de modificar el contenido de los acuerdos. Pero tenemos un mecanismo al que no hemos recurrido: la convocatoria del pueblo para que con él acordemos las reglas de juego y se las impongamos a la guerrilla.

Como Usted bien sabe, en los últimos años, el doctor Luis Carlos Restrepo ha compartido con diferentes miembros del Centro Democrático una serie de reflexiones y propuestas sobre la actitud que el partido debe adoptar de cara al proceso de paz.

Yo, suscribo muchas de las iniciativas planteadas por el señor ex Alto Comisionado de Paz, dado que él parte de un principio con el que comulgo plenamente: el uribismo, no es enemigo de la paz, puesto que la paz que nosotros proponemos es la paz con los ciudadanos, la paz del pueblo, la paz por la reconstrucción del país dentro de los marcos de la justicia, la libertad, el emprendimiento, la generación de riqueza y la equidad social.

Se queja estimado Eduardo de mi llamado a lo que denominé “paz verbal”. Produce angustia la degradación del lenguaje al que ha llegado el país. Irrita leer al mandatario de Colombia, Juan Manuel Santos, manifestando su disposición de reunirse con el expresidente Uribe “en cualquier montaña” de la geografía nacional, mensaje que resulta en extremo ofensivo y que refleja, por sí mismo, la catadura de su autor.

Preocupa que el debate de las ideas, que la controversia argumentativa y dialéctica, estén siendo desplazados por los improperios y las descalificaciones de tipo personal, que hieren los corazones y obnubilan el sano razonamiento. Con ira, con odio y rencor, no se construyen buenas propuestas ni se logra el respaldo de la opinión pública. Cito a San Josemaría Escrivá de Balaguer: “Eso mismo que has dicho dilo en otro tono, sin ira, y ganará fuerza tu raciocinio, y, sobre todo, no ofenderás a Dios”.

Lo invito muy respetado amigo a que continuemos debatiendo sobre estos puntos, pues desde siempre he respetado su formidable inteligencia y lucidez.

Con el aprecio de siempre,

Ernesto Yamhure

Miami, febrero 18 de 2016

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