Y EL TAL PARO SI EXISTE

Contrario a lo que muchos creen, la firma de un pacto definitivo en La Habana no significará ni el fin de la violencia ni un ambiente sociopolítico más tranquilo

Y el tal paro sí existe

Contrario a lo que muchos creen, la firma de un pacto definitivo en La Habana no significará ni el fin de la violencia ni un ambiente sociopolítico más tranquilo

Rafael Nieto Loaiza
Rafael Nieto Loaiza

Por Rafael Nieto Loaiza
Junio 12 de 2016

“El tal paro no existe”, decía Santos sobre el primer paro agrario. Y fue de tal magnitud que no tuvo más remedio que reconocerlo. Alcanzó para entonces su punto más bajo en las encuestas. Ya esos desiertos de apoyo ciudadano le son habituales. Ahora tiene que enfrentar otro paro. Y ya no tiene ni humos ni fuerzas para negarlo.

La primer lección es que, contrario a lo que muchos creen, la firma de un pacto definitivo en La Habana no significará ni el fin de la violencia ni un ambiente sociopolítico más tranquilo. Para empezar, porque a) quedan por fuera el ELN y una disidencia del EPL y se está produciendo un trasvase de hombres y territorios de las Farc a las otras guerrillas, y b) el problema de fondo de la violencia en Colombia no son las guerrillas sino el narcotráfico. Se ha sabido siempre pero, curioso, ahora pocos lo recuerdan. Y el narcotráfico no solo no ha disminuido sino que toda la política del Gobierno en esta materia, más allá del discurso, ha fracasado de forma estruendosa y ha traído como consecuencia un aumento sustantivo de narcocultivos y de coca producida. Además, con la devaluación del peso el negocio se hizo muchísimo más rentable. Las Farc se están haciendo aun más ricas en estos tiempos y por partida doble: producen mucha más coca y reciben muchos más pesos por ella, mientras que el Gobierno les tolera que sigan delinquiendo siempre que no maten. Después, porque la hipotética desmovilización de las Farc se traducirá en que harán política por vía de la manipulación de las comunidades y la activación de sus organizaciones políticas. Y esa política se hará en las calles.

La segunda, que la debilidad invita a los ejercicios de fuerza. Y si además se recompensan las vías de hecho, como este Gobierno ha hecho, solo se invita a los beneficiados y a otros sectores sociales a repetir lo que ha tenido éxito. El Gobierno premió con subsidios millonarios, literalmente, el primer paro cafetero y de ahí nació, y con razón, el primer paro agrario. Los otros productores agrícolas no quisieron quedarse por fuera de la piñata. Es solo un ejemplo de decenas que prueban que Santos cede cuando le muestran los dientes.

Tercera, que lo que se pacte hay que cumplirlo. Santos ha creído que puede firmar cualquier cosa para desactivar los paros y protestas y que después puede incumplir sin costo alguno. Y no, las comunidades tienen memoria y el incumplimiento solo da motivo para exigir lo pactado.

El tal paro agrario sí existe
El tal paro agrario sí existe

La cuarta es que el Gobierno debe pensar más allá de Bogotá. Santos cree que la política se hace en los pasillos de la élite capitalina y no sabe, menosprecia y no entiende lo que pasa en las regiones. Por eso su tendencia a la negación (“el tal paro no existe”) y su incompetencia para lidiar con la protesta “social”.

Que acá, como en casi todo, Santos está preso de las Farc y del “proceso de paz”, es la quinta. No puede ver la realidad más allá de La Habana, como si la política se redujese a lo que sucede en Cuba. Por supuesto que Marcha Patriótica, una de las organizaciones controladas por las Farc, está detrás del paro. Pero no es solo Marcha: ahí también hay indígenas, afros y campesinos que demandan tierras, protección de las fuentes de agua, créditos para proyectos productivos. En los bloqueos del Cauca hay al menos trece organizaciones distintas.

La sexta es que hay que construir espacios de comunicación con esas organizaciones y con las otras similares que hay en el país. Es urgente no tolerar bloqueos y asonadas y rechazar de manera tajante que se violen los derechos de los demás ciudadanos. Pero también es indispensable que haya comunicación sincera y auténtica con indígenas, afros y campesinos para oír sus necesidades y demandas y atenderlas. El reconocimiento de la diversidad y riqueza sociocultural de nuestro país no puede ser solo formal. Hay que hacer un proceso real de inclusión. Así se les arrebatarán esas poblaciones a los radicales y a los vinculados con la guerrilla.

Sí, el país debe prepararse para más y no menos paros, huelgas y bloqueos. Y debe hacerlo bien.

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