BOGOTÁ, ENTRE LIMA Y BAGDAD

A la capital colombiana, una urbe abandonada, sucia, insegura, con escasa vida cultural y una salud tercermundista, muy pocos turistas se atreven a aventurarse a viajar

Bogotá, entre Lima y Bagdad

A la capital colombiana, una urbe abandonada, sucia, insegura, con escasa vida cultural y una salud tercermundista, muy pocos turistas se atreven a aventurarse a viajar

Ricardo Angoso
Ricardo Angoso

Por Ricardo Angoso

Febrero 12 de 2015

En las pasadas semanas, la revista británica The Economist publicó un estudio sobre las 50 mejores ciudades del mundo para vivir y sorprendía que en esa lista aparecían muy pocas de América Latina. Tan solo Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile aparecen en este estudio en buenos puestos y no a mucha distancia de las ciudades europeas, norteamericanas y australianas, que por lo general siempre ocupan las primeras posiciones.

Generalmente, las empresas, consultoras e instituciones que realizan estos estudios miden y analizan la situación del medio ambiente, la oferta cultural y educativa, el estado de la salud, las infraestructuras, los transportes y también la seguridad pública. Bogotá, en casi todas estas áreas después de tres gobiernos fallidos de alcaldes poco profesionales y malos gestores, suspende en casi todos estos aspectos. No hay ninguna área en que destaque, qué lástima.

Pero, especialmente, uno de los aspectos que más preocupa a los bogotanos, tal como reconocen incluso los estudios oficiales, es la seguridad pública. Se producen robos en el transporte público, el centro de Bogotá se ha convertido en un centro de criminalidad y delincuencia organizada y las cárceles y centros de detención están saturados y los delincuentes viven en condiciones de hacinamiento. Por no hablar de la justicia, que estuvo en un paro durante meses y que almacena, más bien hacina, miles de expedientes y de casos que tardan años en resolverse.

Luego, con los datos en la mano, la tasa de homicidios aumentó en la ciudad en el 2014, pasando de 16 cada 100.000 habitantes a 17,3 y reportándose unos 1344 homicidios denunciados, un centenar más que en el 2013. Colombia sigue teniendo a seis de sus ciudades entre las más peligrosas del mundo y su tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes (casi 28) es de las más altas de la región, siendo sola superada en número de homicidios por Guatemala, Honduras, El Salvador y Venezuela en este continente.

Juan Manuel Santos y Gustavo Petro, dos caras de la misma moneda
Juan Manuel Santos y Gustavo Petro, dos caras de la misma moneda

Por no hablar de las comunicaciones, casi imposibles en una ciudad donde el parque móvil aumentó en los últimos años, debido a que el transporte es altamente deficiente, y apenas se construyeron vías para circular. Una ciudad sin metro, con un sistema de autobuses público caótico y apenas alternativas para el desplazamiento, es un caos total en las horas “pico”. El abandono de las infraestructuras y la mala calidad de las construidas tuvo su reflejo la pasada semana en la aparatosa caída de un puente recién construido en el que se habían invertido más de 1,4 millones de dólares. Resultaron heridas una cuarentena de personas y el hecho reflejó que, como dice el escritor colombiano William Ospina, en infraestructuras el país vive en la prehistoria.

Sin seguridad no se construye nada. Hace dos años la misma revista que ahora pública el ranking de las mejores ciudades del mundo, The Economist, ya señalaba que las peores ciudades de América Latina para vivir eran Bogotá y Caracas, por muchos aspectos, como su calidad del medio ambiente y la inseguridad pública. Incluso urbes como Quito, Montevideo y Lima ya superan en calidad de vida y buen desempeño en numerosas áreas a la ciudad de Bogotá.

¿Y por qué la capital colombiana, llamada en tiempos la Atenas de América, se ha quedado rezagada y muestra un retraso notable en tantas asignaturas? Muy fácil: la gestión del actual alcalde, el izquierdista Gustavo Petro, ha dejado mucho que desear. No se ejecutan los proyectos, los equipos no se consolidan y se descuidan aspectos fundamentales en una ciudad, como la limpieza, el cuidado del medio ambiente y, sobre todo, la seguridad. El problema es, como decía el presidente Alvaro Uribe, que sin seguridad no hay perspectivas de desarrollo ni se puede construir nada. Sin seguridad, como ocurre ahora en Bogotá, no se pueden ejecutar grandes proyectos, ni atraer inversiones y, muchos menos, ser un imán para el turismo.

A la capital colombiana, una urbe abandonada, sucia, insegura, con escasa vida cultural y una salud tercermundista,

Drogadicción y miseria en Bogotá. La dosis personal es promocionada por el Petro, Polo Democrático y el Partido Liberal en Bogotá
Drogadicción y miseria en Bogotá. La dosis personal es promocionada por el Petro, Polo Democrático y el Partido Liberal en Bogotá

muy pocos turistas se atreven a aventurarse a viajar. El mismo gobierno colombiano ha reconocido que el turismo se ha estancado y tan solo en América del Sur presentan un volumen de turistas menor al de Colombia, que recibe algo menos de dos millones de visitantes, Ecuador y Venezuela. ¿Pero por qué ese estancamiento en el turismo? Ningún país turístico consigue atraer a viajeros sin antes haber hecho una inversión en ese sector y haber realizado algunas campañas de promoción, tal como hacen las grandes potencias en esta industria en el mundo y los países que en la región comienzan a despuntar, como la República Dominicana, Uruguay, México y ahora Ecuador, cuya apuesta por el turismo se está haciendo de una forma profesional y seria.

Por todo ello, y sin querer desahuciar a una ciudad enferma que quizá algún día tenga cura, Bogotá, como digo en el título de esta pequeña nota, se encuentra situada entre las peores ciudades del mundo para vivir más cerca de Bagdad que de Oslo, desde luego, e incluso por detrás de la emergente Lima, un modelo hoy en la región en cuanto a la recuperación del centro y el desarrollo de un proyecto de ciudad vivible y cómoda. En definitiva, una urbe para el siglo XXI. Bogotá tendría suficientes ejemplos en la Latinoamérica de cómo hacer las cosas, incluso mirándose en el espejo de Quito, Ciudad de Panamá y la misma Lima, pero no lo hace. ¿Por qué? Esa es la pregunta del millón de dólares.

@ricardoangoso

rangoso@iniciativaradical.org

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