COCA, AGUACATE Y PAPA

Hay que perdonar, pero crímenes atroces y de lesa humanidad se pagan en la cárcel, y sus perpetradores no deben hacer política

Coca, aguacate y Papa

Hay que perdonar, pero crímenes atroces y de lesa humanidad se pagan en la cárcel, y sus perpetradores no deben hacer política

Saúl Hernández Bolívar

Por Saúl Hernández Bolívar
Septiembre 19 de 2017

Desde que Trump llegó al poder, los gringos le han hecho hasta señales de humo a nuestro gobierno para que atienda el crecimiento de los cultivos ilícitos. De ahí, algunos llaman a la indignación patriótica por aquello del antiimperialismo, o porque ellos son corresponsables por tantas narices que meten en nuestro perico, o porque aquí estamos haciendo hasta lo imposible por combatir ese mal.

Sin embargo, Colombia es un país desmemoriado y pasamos por alto ciertas cositas. Así, creemos que los gringos no tienen derecho a reclamar nada, pero les mendigamos un billetico para el plan Paz Colombia, 450 millones de dólares anuales (para el 2018 solo aprobaron 391) que nos urgen porque el Gobierno quebró las arcas públicas, porque “la paz” cuesta un dineral que no tenemos y porque ellos son los únicos que dan metálico en vez de palmaditas en la espalda y medallitas del Comité Noruego.

Creemos que los gringos no tienen derecho a reclamar nada, pero les rogamos que nos compren aguacatico –aunque sea de ese peludo que sabe a agua– para arañar una pizca de ese mercado de 2.000 millones de dólares anuales que México abastece en más del 90 por ciento; lo que vale un buen año de nuestra cosecha cafetera, como la de 14 millones de sacos del 2016. En Estados Unidos, el furor por las tostadas de aguacate (avocado toasts) está en alza; podría tratarse de un nuevo hito en materia de fast foods.

William Brownfield

Decían las abuelas que “quien quiere marrones aguanta tirones”. De manera que, si se quiere cooperación gringa, no se les puede retribuir con “bravuconadas”. Todos sabemos que William Brownfield se quedó corto al afirmar que el gobierno de Santos descuidó el tema de las drogas por ocuparse solo de “la paz”. Que, si lo fuera en realidad, venga, pero este ha sido un gobierno monotemático que no solo descuidó el problema de las drogas, sino que lo cedió. Podrán negarlo cuanto quieran, pero prohibir las fumigaciones fue una exigencia de las Farc en La Habana.

El ministro de Salud, Alejandro Gaviria, proscribió el glifosato aunque múltiples estudios afirman categóricamente que no da cáncer y hay una realidad que desnuda la hipocresía: el 95 por ciento del glifosato que se emplea en el país se destina a la fumigación de cultivos de caña, café, arroz, plátano, maíz, palma, algodón, verduras y frutales, incluyendo el aguacate… ¡Pero solo da cáncer cuando se usa para fumigar coca!, un descubrimiento digno de un Nobel. Lo raro es que el ministro no ha prohibido cosas como el asbesto, de lo que sí hay francos indicios de malignidad.

Tocará esperar que las Farc (y su partido, la Farc), prohíban las tejas de fibrocemento en las viviendas de sus zonas transitorias permanentes. A ellos se les da la razón en todo.
Verbigracia, los 25 narcos que colaron a razón de 5 millones de dólares por cabeza sin que pase nada –los colados serían 400–, mientras que el siquiatra Luis Carlos Restrepo está exiliado por ‘colar’ unos indigentes y ‘traficar’ con unos fusiles de palo, perseguido por esos magistrados que fallaban por lo que les conviniera a sus bolsillos.

A esos personajes que ya empiezan a mandar, a pesar de las fisuras que se advierten en la carta de ‘Timochenko’, es a quienes san Francisco de Almagro nos pide perdonar. Eso de “No tengan miedo a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación” suena muy bonito en los labios de un líder espiritual, pero es difícil de practicar cuando el victimario no tiene arrepentimiento sincero, contrición de corazón ni propósito de enmienda.

Hay que perdonar, pero crímenes atroces y de lesa humanidad se pagan en la cárcel, y sus perpetradores no deben hacer política. Al César lo que es del César y adiós, que te vaya bien.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 19 de septiembre de 2017).

 

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