DESMOND TUTU Y SU CARTA A LOS COLOMBIANOS

El futuro “carnicerito de La Cabaña”, que llevó al paredón a cientos de inocentes y ayudó a arrasar las libertades en Cuba, es el guía intelectual de Desmond Tutu sobre Colombia

Desmond Tutu y su carta a los colombianos

Eduardo Mackenzie

Por Eduardo Mackenzie

24 de septiembre de 2012

No me sorprende que el arzobispo Desmond Tutu se haya venido ahora, lanza en ristre, contra Colombia, y haya comparado nuestro sistema político con el régimen de apartheid que existía en Sudáfrica y que le  recomiende a los colombianos entregarse a las Farc.

Desmond Tutu, 82 años, recibió el premio Nobel de la paz en 1984, y cinco otras altas distinciones por su lucha contra el apartheid. Sin embargo, no todo lo que él dice y hace hay que tomarlo como artículo de fe.

Las posiciones cripto comunistas de Desmond Tutu y sus campañas lamentables respecto de Israel, Estados Unidos y Gran Bretaña lo han alejado de Nelson Mandela, el verdadero héroe de la lucha contra el ignominioso apartheid. Por eso no es raro que en su carta a los colombianos Tutu no mencione ni una sola vez a Nelson Mandela.

Sus divergencias con Mandela son conocidas. En enero de 2003, cuando el Estado de Illinois suspendió las ejecuciones, Mandela felicitó al gobernador George Ryan. Tutu continuó su  cruzada contra los Estados Unidos. Mandela no estuvo de acuerdo con eso y le respondió: “Los Estados Unidos son una referencia para el resto del mundo”.

En la época de la URSS, Tutu desfilaba bajo las banderas comunistas en las capitales europeas. En línea con Leonid Brezhnev y Yasser Arafat, él ayudó a desarrollar  la tesis de que Israel practicaba el sistema de apartheid en Judea y Samaria. Esa inmunda falsificación contribuyó a alimentar el odio antijudío en Europa y sirvió los propósitos del terrorismo árabe contra Israel.

En noviembre de 2011, Tutu  participó en una conferencia del  pseudo “tribunal Russel por Palestina”, donde militan viejos amigos de dictadores, como el cura belga acusado de pedofilia François Houtart,  y el suizo Jean Ziegler, admirador de Khadafi, de Roberto Mugabe y de Hugo Chávez. Esa reunión tenía por misión acusar, una vez más, a Israel de ejercer una política deapartheid con los palestinos. Nelson Mandela se negó a validar con su presencia semejante farsa.

Tutu es de los que pide que los países y las empresas no comercien con Israel. Habría sido preferible que Desmond Tutu condenara a los  gobernantes psicópatas de Corea del Norte y de Cuba, o a los dictadores neo estalinianos y musulmanes como Assad y Ahmadinejad.  Pero no.

El 2 de septiembre de 2012, Tutu declaró, por el contrario, que quienes debían ser juzgados por la Corte Penal Internacional de La Haya eran George Bush y Tony Blair por la guerra en Irak. Una frase que Tutu lanzó para sustentar su curiosa idea escandalizó a millones de personas: “La pregunta no es si Saddam Hussein era bueno o malo, o a cuántas personas de su país mató”.

Desmond Tutu

Tony Blair respondió que le parecía extraño que Desmond Tutu considerara que la masacre de cientos de miles de iraquíes por orden de Saddam Hussein  no fuera para él un justificativo moral para ese derrocamiento. El ex primer ministro británico  recordó  la matanza con armas químicas de 5.000 civiles en la ciudad de Halabja en 1988, ordenada por el dictador iraquí, y el millón de muertos, en parte con armas químicas, que causó Saddam Hussein durante la guerra Irán-Iraq,  y la tortura sistemática de su pueblo y los  asesinatos de sus opositores políticos. Por todo eso, dijo Blair, era perfectamente moral derrocar al dictador iraquí. “A pesar de los problemas, la economía de Irak es hoy tres veces más de lo que era y la mortalidad infantil se redujo una tercera parte”, concluyó Blair.

El arzobispo anglicano está casado y tiene cuatro hijos. El mayor de ellos tiene problemas con la justicia. Trevor Tutu,

Trevor Tutu, hijo de Desmond Tutu, en líos con la justicia

fue condenado en septiembre de 1991 a tres años y medio de cárcel por dar una falsa alarma en un aeropuerto de Londres sobre una bomba en un avión. Apeló pero no llegó a la audiencia y perdió su libertad bajo fianza. En 1993, el debía comenzar a cumplir su condena pero no se entregó a las autoridades. Fue detenido en Johannesburgo en agosto de 1997. Pidió la amnistía y la Comisión de Verdad y Reconciliación, que presidía su padre, se la concedió y fue puesto en libertad. Cuando se tiene un papá tan influyente…

Desmond Tutu nos viene ahora con el cuento que Colombia es un país monstruoso como Sudáfrica en la época del apartheid, y que pese a todo, debemos ser “magnánimos” con las Farc. Ese es el mensaje subliminal de su carta que le publicó El Tiempo ayer, sin un solo comentario crítico.  Tutú no está lejos de decirnos que “la pregunta no es si las Farc son buenas o malas, o cuántas personas han matado en Colombia”, sino que debemos “reconocerlas” y “escribir [con ellas] una Constitución y una declaración de derechos”.

La carta de Desmond Tutu sobre Colombia trata de dormir  a la gente respecto de lo que son Farc. Por eso está llena de errores y de falsificaciones. O el arzobispo no la escribió y firmó lo que otro le presentó,  o el se metió a eso plenamente consciente de lo que hacía. Hay falsificaciones de hecho y de análisis. Y no solo sobre Colombia.

Los dos países no son comparables. El cáncer que representan las Farc para Colombia es mucho más antiguo que el mismo apartheid. El sistema de apartheid comenzó en 1948 y terminó en 1991. Ese régimen descansaba sobre cuatro pilares: segregación entre negros, blancos, mestizos e indios; negación a los negros de los derechos fundamentales; evacuaciones forzadas de los bantustanesurbanos y represión violenta de toda oposición (más de 200 000 torturas y detenciones arbitrarias únicamente entre 1960 y 1992).  Tras 27 años de detención arbitraria, Nelson Mandela, líder del partido Congreso Nacional Africano (ANC), salió de prisión en 1990, durante el gobierno reformista de Frederik De Klerk.

En Colombia nunca hubo algo parecido. No hay segregación racial y a nadie se le ha negado la libertad de elegir y ser elegido, de reunirse, de expresarse, de tener acceso a la salud, a la educación, por el color de su piel o por otras razones.  Colombia nunca deportó a su población. Quienes hacen eso son, por el contrario, las Farc. Ellas secuestran, atacan y usan como escudos humanos a la población civil y la obligan a huir de sus poblados. Desmond Tutu calla eso y dice, sin ninguna vergüenza,  que  “los dos países [Sudáfrica y Colombia] se convertirían en sinónimo de división violenta y fueron rechazados en el mundo”. Falso. Colombia es una democracia, una de las más antiguas y garantistas del continente, y jamás ha sido rechazada por el mundo. Quien escribió esa carta  mintió como sólo pueden hacerlo los publicistas de las Farc.

El premio Nobel comete otros errores. En Colombia no hay una guerra civil. La guerra entre liberales y conservadores terminó en 1957. Desde ese día los dos partidos históricos se alternaron en el gobierno por medio de elecciones y construyeron el país que hoy conocemos: no hubo enfrentamiento “entre los que tenían poder y recursos y los que no”, como pretende el arzobispo. Eso es una falsedad, una caricatura para engañar a los ignorantes.

Lo que hubo, y lo que hay desde entonces, es una colaboración entre todas las clases, categorías sociales y partidos políticos para desarrollar  y pacificar el país. Contra eso se levantó una minoría terrorista, orientada y financiada por el imperialismo soviético, que se opuso a la paz en Colombia por su lucha geoestratégica contra Estados Unidos  y trató, por todos los medios, de llevar a Colombia a una guerra civil. Nunca lo consiguió pero construyó un aparato armado para socavar la democracia.

Colombia clama unida por “No más FARC”

Los colombianos están en paz consigo mismos. La abrumadora mayoría vive en paz. Sólo la minoría vendepatria –la que propició la masacre de las bananeras en 1928, la que asesinó a Gaitán en 1948 para  insurreccionar el país y tomarse el poder, sin que lo lograra, la que ante su fracaso creó entre 1959 y 1961 las “repúblicas independientes”, la que politizó a los bandoleros más sanguinarios, la que fundó con algunos de ellos las Farc en 1964, la que desde entonces atacó y ataca a diario la sociedad y el Estado, sin lograr llegar al poder ni conquistar durablemente un sólo kilómetro de la República–, es la que insiste aún hoy en poner el país bajo la dominación de poderes totalitarios.

Desmond Tutu cita una frase de 1952 de Ernesto Guevara, escrita durante su pretendida “visita a Colombia” y la presenta como “una descripción de apartheid” [en Latinoamérica]. Absurdo. Guevara nunca “visitó a Colombia”. Estuvo unos días en Leticia, alojado en un cuartel de la policía, de donde tuvo que salir tras insultar el himno nacional. Llegó en avión a Bogotá y durmió unos días como un vagabundo en un hospital, pues no quería  “pagar el confort burgués de una pensión de familia”. Un día sacó un puñal en plena la calle y un policía  lo reprendió.  Asustado por eso, salió corriendo para Venezuela con Alberto, su compañero de aventuras.

Por eso Guevara se vengó de Colombia quejándose ante su mamá, en 10 líneas de una carta donde afirma que de los países que ha “recorrido”, Colombia es “donde menos se respetan las libertades individuales”. Su conocimiento de Colombia era tan nulo que escribió que “los conservadores se querellan entre ellos [debería haber dicho  liberales y conservadores] y no se ponen de acuerdo y el recuerdo del 4 de abril de 1948 [sic, debería haber dicho el 9 de abril] pesa como plomo en todas partes”.  El futuro “carnicerito de La Cabaña”, que llevó al paredón a cientos de inocentes y ayudó a arrasar las libertades en Cuba, es el guía intelectual de Desmond Tutu sobre Colombia.

El arzobispo sudafricano no es exacto respecto de su propio país. La reconciliación nacional en Sudáfrica no fue un éxito.  Los partidos políticos estaban de acuerdo más en responsabilizar que en perdonar  y dejar en la impunidad a los responsables del apartheid. Esa fue la línea de Nelson Mandela.  La ley de amnistía preveía liberar a todos los criminales que pudieron demostrar que habían matado por motivaciones “políticas”.  Durante tres años esa comisión deliberó. Recibió 20 000 testimonios.  Pero, sin el apoyo de los medios y de los partidos, no avanzó. Sólo 900 amnistías fueron concedidas de las 7 000 que habían sido pedidas.

De las 250 recomendaciones de la comisión de reconciliación casi ninguna tuvo efectos. Ninguna política seria de indemnización a las víctimas se llevó a cabo.  Incluso el informe entregado en 1998 a Nelson Mandela no recibió el apoyo de los partidos. La justicia penal llamada  “transicional”, la misma que algunos quieren imponer en Colombia, para dejar en libertad a los criminales de las Farc, fracasó en Sudáfrica pues fue incapaz de juzgar a los agresores no amnistiados. Esto no lo digo yo, sino un jurista africano que conoce muy bien el tema, Ruffin Viclère Mabiala, en su libro “La justice dans les pays en situation de post-conflit” (L’Harmattan, Paris, 2009).

Más modestia, pues, su eminencia. No nos cuente historias falsas sobre Colombia y, sobre todo, no nos hable de “verdad y perdón” citando a uno de los seres más brutales e intolerantes del planeta, el Che Guevara.

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