EL IDIOMA COMO INSTRUMENTO POLÍTICO

Los regímenes totalitarios por su naturaleza excluyente y refundadora cuando acceden al poder disponen la ejecución de cambios estructurales en toda la sociedad, siendo uno de sus objetivos principales el lenguaje; de ahí la creación de un vocabulario propio que transita por aplicar nuevo significado a ciertas palabras, la invención de vocablos y el uso indiscriminado de términos despreciativos.

Pedro Corzo

Por Pedro Corzo
Abril 15 de 2020
@pedrocorzo43

Esta gestión genera diferentes reacciones en todos los sectores, particularmente entre los que se oponen a la nueva propuesta, porque es una condición más de imponer el pensamiento y la gestión oficial.

Este nuevo entramado lingüístico forma parte de la represión que es universal. No queda resquicio en el que no haga acto de presencia un guardián celoso de sus prerrogativas. La oposición para mantener su quebrantada identidad busca espacios en los que pueda conservar y extender su independencia, incluida la comunicación, de ahí su inclinación a generar también un lenguaje propio que en alguna medida tiende a reafirmar la identidad previa al régimen totalitario.

Lo curioso es que el nuevo lenguaje gubernamental tiende a captar audiencia aun en sectores que rechazan el proyecto. Por ejemplo, Adolfo Hitler le decía a sus opositores “cucarachas”, Fidel Castro, “gusanos” y Hugo Chávez, “escuálidos”, palabras denigrantes con las cuales, paradójicamente, gustan identificarse algunos de sus enemigos, como para afirmar que se encuentran entre los que el régimen rechaza.

Esta terminología oficial no es caprichosa ni aleatoria. Tiene el objetivo clave de ridiculizar la oposición y desacreditar sus propuestas con palabras humillantes, por ejemplo, para combatir a los guerrilleros que enfrentaron al régimen con las armas en las manos en la década del 60 la dictadura creó un cuerpo militar particularmente sádico que llamó “lucha contra bandidos”. Esta unidad se hizo muy conocida y cuando la oposición hacía referencia a ella, estaba calificando de bandidos a sus propias huestes.

Castro y Maduro

Cambiar los significados e inventar palabras tiene el objetivo de crear una narrativa útil en la manipulación de la opinión pública, mientras, recrean el pasado e instrumentan un presente continuo a su conveniencia erigiendo un futuro que justifique sus actuaciones y les perpetúe en la conciencia pública. Las dictaduras ideológicas no dejan nada al azar, procuran ensamblar todas las puntas por insignificantes que estas puedan parecer porque su visión del poder es absoluta no parcial.

El lenguaje es objeto de represión, paradójicamente, el silencio también. Callar en actos públicos, no vociferar y dejar de usar el lenguaje ofensivo y escatológico del oficialismo, hace que el individuo sea señalado como contrario al proceso.

Cuando la fracasada Zafra de los 10 millones, otro fiasco de la dictadura, el ciudadano perfecto tenía que gritar cuando era la ocasión de que “Van, Van” en referencia al éxito de la magna zafra. Dejar de participar en el espectáculo significaba no tener confianza en los planes de la Revolución, igual a ser contrarrevolucionario. Una muestra fue la constitución de un popular grupo musical llamado los “Van, Van”.

El castrismo ha sido particularmente creativo en su lenguaje y en sus consignas.

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