¿EL URIBISMO PIERDE EL NORTE?

Ver a Álvaro Uribe calificando a su partido de “progresista” y en reuniones con Pedro Sánchez, el nuevo jefe del socialismo español que pide una alianza con el partido chavista Podemos, es desconcertante. Iván Duque no jura ahora sino por izquierdistas, que él disfraza de “centristas”, como Justin Trudeau, Matteo Renzi y Emmanuel Macron

Angelino Garzón y Álvaro Uribe (Foto Revista Semana)

¿El uribismo pierde el norte?

Ver a Álvaro Uribe calificando a su partido de “progresista” y en reuniones con Pedro Sánchez, el nuevo jefe del socialismo español que pide una alianza con el partido chavista Podemos, es desconcertante. Iván Duque no jura ahora sino por izquierdistas, que él disfraza de “centristas”, como Justin Trudeau, Matteo Renzi y Emmanuel Macron

Por Eduardo Mackenzie
22 de mayo de 2017

El 12 de mayo pasado, la senadora costeña María del Rosario Guerra concedió al órgano santista Semana una importante entrevista en la que reveló las líneas centrales de la estrategia del uribismo de cara a las próximas elecciones presidencial y legislativa.

Lo que ella dijo, en su calidad de precandidata del partido Centro Democrático, del cual es, además, vocera, es revelador del giro extraño que está tomando el partido que dirige el ex presidente y senador Álvaro Uribe.

La orientación principal del CD ante la primera de esas dos elecciones fue resumida por ella así:

“La idea es tener un candidato del Centro Democrático y que el otro año podamos fortalecer nuestra candidatura con personas que hayan apoyado el No [en el plebiscito del 2 de octubre de 2016], como el ex presidente Andrés Pastrana, la ex ministra Marta Lucía Ramírez, el doctor Jaime Castro, el ex procurador Alejandro Ordóñez y tratar de ir con una alianza fuerte para ganar en la primera vuelta”.

María del Rosario Guerra y Paola Holguín

Cuando Semana le preguntó si Alejandro Ordóñez podría entrar “en la baraja de aspirantes” del CD a la precandidatura, ella respondió con una rotunda negativa: “Nuestras bases y estructuras son para los precandidatos del partido [CD]”. Inmediatamente, Semana resaltó ese extremo y tituló la entrevista así: “A Ordóñez le toca buscar su propia estructura”.

En vista de que el enfoque del uribismo era excluyente, Semana vio que era posible ir más allá y obtener de la vocera del CD otras frases que afectaran no solo al ex procurador Ordóñez sino a todas las personalidades y sectores que hoy se oponen al gobierno de Juan Manuel Santos y al pacto Farc-Santos.

Lo primero que hizo el entrevistador fue poner en la boca de la senadora un epíteto descalificador contra Ordóñez. Y ella cayó en la trampa. En su pregunta, Semana afirmó que el ex procurador es “una persona de extrema derecha”. Guerra no recusó ese calificativo, como debía hacerlo por solidaridad y respeto con alguien que había jugado un papel central en la lucha para derogar el 2 de octubre los acuerdos de La Habana, sino que, por el contrario, validó esa injuria al sugerir que el ex procurador había sido un invitado de piedra a la 2ª. Convención del CD, es decir únicamente para que diera “un saludo”. Según ella, si Álvaro Uribe había invitado al líder conservador era para compensar el hecho de haber invitado al activista y ex ministro comunista Angelino Garzón.

Dicho eso, Guerra reiteró, refiriéndose a “los que están haciendo campaña por otros partidos y movimientos”, pero sobre todo al ex procurador, que a todos ellos les toca “buscarse sus propias estructuras porque las bases del Centro Democrático es (sic) para su precandidato”.

La revista Semana acusa al ex procurador Alejandro Ordóñez de ser de “extrema derecha”, y María del Rosario Guerra calla, otorgando

Nunca antes el Centro Democrático había elaborado una política de alianzas más obtusa. Con el enfoque revelado por la senadora Guerra la dirección del CD corre el riesgo de romper no solo la confianza indispensable para llegar a acuerdos sinceros y a coaliciones electorales eficaces con los sectores mencionados, sino que ha puesto en entredicho la posibilidad de realizar el tan urgente “frente republicano” que tantos piden para oponerse con éxito a las políticas entreguistas y suicidas de Juan Manuel Santos.

Guerra no se mostró amiga de contemplar la posibilidad de que otras personalidades del campo ganador del plebiscito puedan participar en la puja legítima por la selección del candidato presidencial del CD, como el expresidente Pastrana, la ex ministra Ramírez, el doctor Jaime Castro, el ex procurador Ordóñez, y otras personalidades valiosas, como el periodista Herbín Hoyos, el ex gobernador Luis Alfredo Ramos y, sobre todo, la senadora Sofía Gaviria, presidente honoraria de la asociación de víctimas de las Farc. María del Rosario Guerra los excluyó a todos.

Pensar eso ahora, dijo la senadora, sería incurrir en una “falta de respeto”, pues el CD trabaja en estos días únicamente para tener su propio candidato con el cual “ganar en la primera vuelta” la elección presidencial. La senadora Guerra no admitió una sola duda al respecto. Cuando ella habla de integrar al juego político del CD a los voceros de la campaña por el No, se refiere a otras elecciones, no a la presidencial.

Es inaceptable el nuevo enfoque sectario del uribismo

Según ella, lo único que acepta el CD de los partidos y dirigentes del No es que apoyen el candidato presidencial del CD y se abstengan de erigir o impulsar una candidatura distinta. Si esas formaciones aceptan tal dictado podrían hacer alianzas efectivas con el CD para las parlamentarias, pues para presidente solo habrá un candidato y ese debe ser del CD.

El nuevo enfoque del uribismo es sectario e inadecuado: la unidad con la derecha anti Farc sería imposible. Creer, por otra parte, que las convicciones deben ser subordinadas a las lógicas de partido, que la conciencia de los militantes y simpatizantes del CD son la propiedad del CD y que las bases no pueden escoger el candidato, es una orientación malsana, pues las “bases y estructuras” del CD son, en realidad, libres de elegir el candidato del CD de un abanico plural pero coherente.

Ese error resulta de otro peor: estimar que la coyuntura colombiana es normal y no tóxica y peligrosa, a pesar de la sustitución que ha hecho de nuestras instituciones el pacto Farc-Santos. En ese marco execrable no habrá una elección presidencial transparente en 2018. Una elección interferida no disolverá las amenazas que pesan sobre el país.

Creer que el carisma de un candidato es superior a los valores y principios políticos lleva a renegar de todo. ¿Quien encarna mejor los valores que salvarán a Colombia de caer en la esfera de la “gran Cuba” en la que Santos y las Farc nos han precipitado? No alguien como un Iván Duque que no se cansa de repetir la estupidez de que “centrar las elecciones en Colombia en la corrupción o en las Farc” es “simplista”. ¿Por qué Iván Duque escoge esos dos elementos –corrupción y las Farc— para dejarlos de lado?

Porque un candidato con alto potencial de éxito, Alejandro Ordoñez, combatió como pocos, desde el cargo de Procurador General, es decir efectivamente, y no con frases, la corrupción y la acción de las Farc. Y porque ese candidato goza de la simpatía de las bases del CD y del Partido Conservador.

Iván Duque, en amena charla con Daniel Samper, quien odia todo lo relacionado con el uribismo

En cambio, para Duque, lo que ha hecho Ordoñez es accesorio. Para el senador uribista, el rechazo plebiscitario de la totalidad de los acuerdos Farc-Santos, es cosa del pasado, y la lucha de los colombianos por su libertad es inocua. Es, como él dice, un “debate anacrónico”.

Duque lo dice con desfachatez: “Nosotros no vamos a hacer una coalición del no, tendremos que ser una coalición del sí por el cambio y que sea suficientemente amplia para que todos los sectores que se identifiquen con nuestra visión de país puedan caber.” La postura de Iván Duque es una capitulación ante la izquierda mamerta que quiere subirse al tren del uribismo para obligarlo a que acate los acuerdos de La Habana. El “cambio” que ellos exigen es el que dice Duque: que hay puntos positivos del acuerdo Farc-Santos y que éste no debe ser derogado, como piden con toda la razón el presidente honorario del CD y ex ministro Fernando Londoño Hoyos y el ex procurador Alejandro Ordoñez Maldonado.

Alejandro Santos, Director de Semana, premia a Iván Duque (Foto Semana)

Lo que entre líneas planteó Angelino Garzón a la convención del CD el 6 de mayo al hablar de una “gran alianza” que logre “la unidad dentro de la diferencia”, es lo que, lamentablemente, agita hoy el senador Iván Duque.

Este personaje capitula ante la presión “progresista” y traiciona las bases del CD y los líderes del No al llamarlos “populistas” y “extremistas”, “derechistas”, agentes “de odio o emociones negativas”. Todo porque ellos rechazan la línea entreguista. Para justificar su capitulación, Duque y otros jefes del CD tratan de hacer entrar al CD en un nuevo corsé: dicen que éste es, ahora, un partido “centrista”, y no de centro-derecha, popular y anti totalitario, orientación que le había permitido al CD ganar en tantas coyunturas. Lo de ahora es un reversazo absurdo y un poco ridículo.

Con esa línea torpe, ese sector del CD termina cerrándole la puerta a todos: a la base, la cual apoya a los sectores más lúcidos y determinados que luchan para devolverle a Colombia las instituciones democráticas que los acuerdos Santos-Farc abolieron, y a los líderes conservadores y liberales que combatieron por el No antes del plebiscito y que no quieren claudicar ante los espejismos del falso “post conflicto”.

Ver a Álvaro Uribe calificando a su partido de “progresista” y en reuniones con Pedro Sánchez, el nuevo jefe del socialismo español que pide una alianza con el partido chavista Podemos, es desconcertante. ¿Para cuándo es la foto con el inglés Jeremy Corbyn, con el alemán Martin Schulz y con el francés Benoît Hamon? Todos son socialistas y perdedores. Iván Duque no jura ahora sino por izquierdistas, que él disfraza de “centristas”, como Justin Trudeau, Matteo Renzi y Emmanuel Macron. ¿Qué hacía esa gente cuando Uribe combatía a las Farc en sus dos gobiernos? Esa gente pedía la cabeza de Uribe e intrigaba para que el Estado colombiano capitulara ante las Farc. ¿Con esa línea inepta y con esos amigos el CD espera, como prometen algunos, “taponar el camino-castro chavista”? Permítanme dudarlo.

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