ENTRE CAMUS Y VARGAS LLOSA

Salimos a buena hora de la jaula de la izquierda que llenó de tantas falsas ilusiones nuestra juventud, por hacer la crítica de la mala madrastra, para disculpar nuestros viejos errores de percepción, condenamos la inhumanidad de la izquierda, su dogmatismo y su justificación de la violencia

ENTRE CAMUS Y VARGAS LLOSA

Eduardo Escobar

Por Eduardo Escobar

El domingo, Javier Cercas recomendó en El País una nota de Juan Gabriel Vásquez en ese periódico, donde el colombiano hace un paralelo entre Camus y Vargas Llosa, recién agraciado con el Nobel. Y yo la leí porque las notas de Vásquez suelen cubrir temas que a mí también me interesan o me apasionan. Aunque eso no significa que siempre esté de acuerdo con él.

Esta vez disentimos. En primer lugar porque Camus era un estilista en la mejor tradición de Flaubert, y Vargas Llosa es un autor desmañado. Un académico amigo mío hizo un censo de sus numerosos resbalones gramaticales (anacolutos, gerundios odiosos, me dijo), que apena. Y él mismo, al glosar la opinión de Borges sobre la novela, afirmó en EL TIEMPO hace años, para curarse en salud, que los grandes novelistas no son nunca prosistas perfectos. Aunque no es cierto. Yo pienso si el coñazo que le propinó a García Márquez una noche olvidable fue la expresión de la fuerza bruta del prosista cerrero ejercida contra un poeta del piedracielismo, puntilloso a la hora de adjetivar, y que construye sus frases con la enjundia de los sastres de alcurnia que nunca dejan hilos sueltos.

[ad]Además, el paralelo resulta inadecuado porque Vargas, el último, el liberal a salvo de las capillas izquierdosas del Boom, deja a veces la impresión de ser demasiado complaciente con el orden establecido, con lo que llama las sociedades liberales. Ayer, en una entrevista en un canal venezolano, lo oí hablar de sus esperanzas en el liberalismo. Y me parecieron excesivas. Por falta de bemoles.

Aunque a veces coincide con Camus (Vásquez rastrea en los ensayos de este el germen del pensamiento político de Vargas), Camus nunca olvidó hacer la crítica de su tiempo y de sus hombres, a quienes definió como unos que copulaban y leían periódicos, y denunció con amargura los peligros del conformismo burgués. Vargas pasa por alto con frecuencia muchos problemas peliagudos que hoy alarman a un montón de escritores que nadie se atrevería a poner a la izquierda del espectro político. Muchos riesgos no desdeñables que acosan hoy a los países llamados libres: el empobrecimiento progresivo del espíritu, la amenaza del control de las conciencias, y la incapacidad para pensar en unas masas que ya ni se preguntan por qué dejaron de hacerlo, sumidas en el hedonismo vulgar, la estulticia y el cinismo, cultivados a veces por los medios y reforzados por la academia, más dedicada a formar ejecutivos para el mercado que a educar hombres cabales para la vida. Las sociedades abiertas que Vargas dice defender están plagadas de cerrojos. Y de grandes mentiras disfrazadas de nobles ideales.

Vargas Llosa y el tirano Chávez, quien criticó el Nobel para el peruano

[ad#right]Quizás quienes salimos a buena hora de la jaula de la izquierda que llenó de tantas falsas ilusiones nuestra juventud, por hacer la crítica de la mala madrastra, para disculpar nuestros viejos errores de percepción, a veces condenamos la inhumanidad de la izquierda, su dogmatismo y su justificación de la violencia, pero olvidamos sin querer, en el justo reconcomio, las lacras del estado actual de cosas: la corrupción universal de los políticos, los avivatos que medran a su amparo, los crímenes de los contratistas de la guerra y las corporaciones y la avidez de los banqueros y el hambre de millones. Como si el terror que producen los ‘Monojojoyes’ y los Chávez apaciguara el que deberíamos sentir ante los ‘Jorgebuches’ y los cavallieri a la Berlusconi, por ejemplo. Tal vez el peor de los males provocados por las pandillas del leninismo en nuestras sociedades es habernos obligado a recurrir, incluso, a los malos amigos y a cierta rigidez de pensamiento a fin de asegurarnos contra sus desafueros. Cuando Camus obtuvo el Nobel, Sartre, que había dejado de quererlo, dijo con sorna: lo merecía. Yo creo, sin la sorna, que a Vargas Llosa se lo debían hace tiempos.

Octubre 19 de 2010

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