LA CUESTIÓN MILITAR EN LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA ESPAÑOLA, ¿UN MODELO PARA AMÉRICA LATINA?

Las Fuerzas Armadas son una parte de la sociedad y no un ente aparte y alejado de sus pueblos

La cuestión militar en la transición democrática española, ¿un modelo para América Latina?

Las Fuerzas Armadas son una parte de la sociedad y no un ente aparte y alejado de sus pueblos

Ricardo Angoso
Ricardo Angoso

Por Ricardo Angoso

Noviembre 17 de 2014

En 1975 moría Francisco Franco, jefe del Ejército español y quien había gobernado el país durante casi cuarenta años (1936-1975), y se iniciaba el proceso de Transición a la democracia que comandaban ese tándem formado por el Rey Juan Carlos y su joven primer ministro, Adolfo Suárez. Desde un primer momento, tras una larga dictadura militar, quedaría muy claro que la modernización, transformación e integración de las Fuerzas Armadas en el sistema democrático sería una cuestión fundamental.

También, después de que la izquierda había estado fuera del juego político durante décadas, era obvio que otro reto fundamental sería la reconciliación de la izquierda con estas Fuerzas Armadas que habían sido el instrumento de dominación de una dictadura que, con sus aspectos negativos y positivos, no supo liderar, en su momento, el proceso de normalización democrática que comenzaría inmediatamente después de la muerte de Franco.

En 1982, tras una Transición muy difícil condicionada por la permanente agresión terrorista por parte de ETA, que minaba la moral de los militares y los miembros de las fuerzas de orden, y la búsqueda de un equilibrio político que concitase el apoyo social de la mayoría del país a una nueva Constitución, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ganaba las elecciones generales y su máximo líder, Felipe González, se convertía en el presidente de Gobierno. Después de años purgando la travesía del desierto y haber sufrido la represión política, la izquierda se hacía con el poder.

Los socialistas, en estos años en que el terrorismo seguía en alza y la amenaza golpista acaba de ser conjurada tras el golpe de Estado (fallido) de 1981, aceptaron los pactos tácitos de la Transición, en el sentido de no exigir responsabilidades a nadie por el pasado, incluidos los comunistas que habían cometido una serie de atrocidades en la Guerra Civil, y conservaron casi la misma estructura del Estado sin realizar depuraciones y desquites, de tal forma que las Fuerzas Armadas, el cuerpo diplomático heredado de la dictadura y, en general, la administración pública, preservaron su identidad en el nuevo Estado democrático.

Se puede decir que en esos años, a diferencia de lo que ocurre en América Latina, la izquierda superó un pasado marcado por el espíritu de revancha y la polarización y supo mirar, con amplitud de miras, hacia el futuro, integrando al país en la Unión Europea (UE) y también en la OTAN. Los militares españoles comenzaron a participar en misiones de paz junto con sus aliados occidentales, aprendieron inglés, se integraron en las estructuras euro-atlánticas y fueron capaces de modernizar su vetusta organización en una más funcional, dinámica y abierta a la sociedad.

Las Fuerzas Armadas son una parte de la sociedad y no un ente aparte y alejado de sus pueblos
Las Fuerzas Armadas son una parte de la sociedad y no un ente aparte y alejado de sus pueblos

Las Fuerzas Armadas son una parte de la sociedad y no un ente aparte y alejado de sus pueblos. Las Fuerzas Armadas españolas, sin lugar a dudas, han sido una de las instituciones que más esfuerzos han hecho por modernizarse e integrarse. Respondieron a los desafíos internos y externos que la sociedad española les demandaba en estos años de democracia (1977-2014). Pero este gran esfuerzo, esta profunda renovación y apertura de miras, nunca se hubiera podido realizar si la izquierda mayoritaria, en este caso los socialistas, no se hubiera reconciliado con la cuestión militar y aceptado que las Fuerzas Armadas son una parte vital de la sociedad española y no un ente aparte y ajeno que funciona sin ninguna relación con el cuerpo social.

Los ejércitos, en todos los países occidentales y civilizados, tienen un papel bien claro y definido: contribuir a la defensa nacional si fuera necesario y estar atentos a las amenazas externas e internas que puedan debilitar o destruir a los Estados a los que sirven. Si la izquierda en América Latina, desde Argentina hasta México, no ha entendido todavía estas ideas básicas es que está en la Edad de Piedra y le queda mucho camino por recorrer y andar.

Las miles de detenciones de militares que se están dando en el continente, pero sobre todo en Argentina, Chile y Colombia, muestran a las claras que la izquierda no se ha reconciliado con sus Ejércitos y, más bien, muestra que pervive un cierto espíritu de revancha. No se ve ni generosidad ni agradecimiento por los servicios cumplidos, sino más bien el deseo de cierta izquierda subversiva en su momento y ahora reciclada en algo más moderno por lograr por la vía política lo que no consiguieron por las armas en tiempos pasados.

Los antiguos terroristas, que se consideraban “jóvenes idealistas”, utilizan los falaces argumentos de los derechos humanos para abrir miles de causas y procesos a aquellos que, en su día, tuvieron que hacer frente a la amenaza subversiva para evitar que sus países se vieran sumidos en la barbarie totalitaria que ya padecía la mitad de Europa y la isla-prisión de Cuba, “primer territorio libre de América Latina”, en palabras de ese gran paladín de la democracia que es Fidel Castro.

¿Justicia o venganza? Se habla de Justicia con mayúsculas, y se argumenta que la finalidad de los procesos penales es establecer la verdad histórica de los hechos. Pero la verdad, en la mayoría de los casos, es que estos procesos han faltado a ese imperativo moral y ético. El problema es que esta izquierda busca más la revancha que la justicia. El concepto de “justicia”, creo modestamente, no ha sido entendido por todos: justicia no es venganza. Mucha gente celebra con esta izquierda, jaleada por algunos “jueces” al estilo del prevaricador Baltasar Garzón y oscuros periodistas, que se condene a los militares por el simple hecho de serlos, pero hace falta que haya una idea meridianamente clara acerca de lo que realmente hicieron para encontrar esa necesaria reconciliación a la que apelo en este artículo. ¿Será posible que algún día  ocurra? ¿Será válido el modelo español?

@ricardoangoso

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