LA INGOBERNABILIDAD DE SANTOS ES INSOSTENIBLE

El traidor de traidores de nuestra historia, Juan Manuel Santos Calderón, es perfectamente comparable con el siniestro traidor de la república francesa, Joseph Fouché, un político abyecto, inmoral en extremo, oscuro y de bajas pasiones

La ingobernabilidad de Santos hace tiempo es insostenible

Juan Fernando Casas
Juan Fernando Casas

Por Juan Fernando Casas

Octubre 28 de 2013

Causa literal estupefacción el ya reiterado cinismo del gobierno del presidente Juan Manuel Santos y de su equipo de escuderos, quienes desde el comando central de la fundación Buen Gobierno y de las filas de los más distinguidos mercenarios de la política, representados en la militancia clientelista del partido de Unidad Nacional, insisten en defender lo indefensable, una gestión paupérrima y vergonzosa en lo que va corrido del actual periodo presidencial. Llaman la atención las más recientes y desesperadas movidas de palacio. El ex ministro de Comercio Exterior, Sergio Díaz Granados, ungido por el partido gobiernista como presidente de esta colectividad, habla con desparpajo y ligereza sobre un fantasioso 70% de cumplimiento de las metas contenidas en el Plan Nacional de Desarrollo. Remitiéndonos a los hechos notorios, es bien sabido que las famosas locomotoras para la prosperidad jamás se pusieron en marcha. Basta ver el resultado caótico en el manejo de la economía y de los incentivos para el funcionamiento de los sectores productivos de la nación.

Todos y cada uno de los gremios y asociaciones campesinas se dieron a la tarea de rechazar con contundencia la desatención y el abandono del gobierno en lo que a políticas eficientes y eficaces para el rendimiento del agro se refiere. Alarma por decir lo menos, que el desarrollo rural hoy se pacte con los criminales más despreciables de los que se tenga noticia en la historia del país, con los perpetradores del desplazamiento forzado, las minas antipersona y el hostigamiento sistemático a la población civil. No cabe duda que el gobierno es errático, emocional e improvisado en problemáticas que demandan acierto, reflexión y profunda responsabilidad política.

Lo que pase con el campo poco importa, lo que pase con la educación mucho menos, lo que ocurra con la soberanía nacional, las relaciones exteriores, el dialogo con los sectores populares, la política social y la austeridad en el gasto público quizás sea de relevancia menor para el presidente Santos. Aquí lo que importa es aceitar la maquinaria, traer a José Fernando Bautista para que cumpla la encomienda de atraer con dádivas y prebendas a los partidos que amenacen con salirse de la ya resquebrajada Unidad Nacional y de utilizar los métodos insanos y poco convencionales de Juan Mesa para responder con otro tanto de mermelada a los medios de comunicación y las firmas encuestadoras que reporten una baja en las encuestas.  A los parlamentarios se les concedió una jugosa prima para comprar la voluntad legislativa, una especie de cohecho configurado de la forma más indignante. El gobierno Santos perdió la hoja de ruta desde el mismo momento en que deshonró las tesis con las que fue elegido.

Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro, un dúo que lleva a la quiebra a Colombia
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Con asombro se perdió el rumbo de la seguridad como valor fundante de la democracia, la consolidación de la paz no ha sido cosa distinta que un espectáculo de quinta categoría con cálculos electorales reeleccionistas. El gobierno mantiene al país en una expectativa grotesca, en una dilación inconcebible como resultado de unas conversaciones que han estado en medio de la burla y la avanzada sangrienta y temeraria de un grupo asesino que nunca cesó el fuego, la extorsión, el reclutamiento de menores y el asesinato y mutilación de nuestros soldados y policías. Sobre esto último, Colombia es el único país que en medio de una amenaza terrorista carece de fuero militar, circunstancia a todas luces preocupante, donde al bandido se le confecciona a su medida una ley para el favorecimiento de los victimarios, mientras que los miembros de la fuerza pública son mancillados en su honra y buen nombre sin que ninguna de las ramas del poder público se pronuncie al respecto y salga en defensa de la dignidad militar, particularmente jueces y magistrados, quienes han obrado con un evidente sesgo político e ideológico.

Ahora se conocen noticias que previsibles como la desesperada reformulación de los diálogos en La Habana entre el equipo negociador y los delincuentes de las FARC. ¿Otro cálculo político? Al parecer no es rentable que luego de transcurrido tanto tiempo el gobierno no haya avanzado en nada sustancial. Por su parte, Humberto de la Calle dice que tiene la orden de avanzar, avanzar y avanzar, mientras que el grueso de la población colombiana siente que cualquier acuerdo que se haga con criminales se debe rechazar, rechazar y rechazar. El proceso de La Habana nació muerto y su credibilidad no goza de ningún sustento que alimente alguna esperanza de paz. La paz de Santos es un histórico sofisma de sofismas.  

El traidor de traidores de nuestra historia, Juan Manuel Santos Calderón, es perfectamente comparable con el siniestro traidor de la república francesa, Joseph Fouché, un político abyecto, inmoral en extremo, oscuro y de bajas pasiones. Se le recordará a Fouché por su cambios de parecer sistemáticos y enfermos, al traicionar al destronado rey Luis XVI, a quien repentinamente le retiró su respaldo para condenarlo finalmente a la decapitación junto con María Antonieta. Tiempo después, este célebre desleal hizo lo propio con Napoleón Bonaparte y luego de los efímeros cien días en que el emperador hubiese escapado de la isla de Elba, servilmente se le vio de la mano de Luis XVIII, hermano de Luis XVI, a quién asesinó tiempo atrás. En Colombia, como Fouché los hay en demasía y han  seguido los pasos del presidente ególatra y contumaz, Roy Barreras, Armando Benedetti, Gabriel Silva, Oscar Naranjo, Germán Vargas, Frank Pearl y Sergio Jaramillo, son sólo una muestra de la abyección y el oportunismo político.

Nota: Son vulgares, cínicas y desesperadas las recientes declaraciones del criminal narcoterrorista Iván Márquez, donde declara al Centro Democrático como enemigo de la paz. El enemigo está en La Habana, el enemigo secuestra, extorsiona, asesina, trafica con droga, promueve cultivos ilícitos, se dedica a la minería ilegal, comete crímenes de lesa humanidad, es genocida y miserable en extremo, recluta menores, siembra minas antipersona y mata a soldaos y policías o en su defecto, los mutila. El enemigo tiene nombre propio y el gobierno complaciente de estas atrocidades también.

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