LO QUE MOSTRÓ LA DISCUSIÓN EN OSLO

La mayor trasnacional del crimen de América Latina, el mayor cartel de drogas del hemisferio occidental, quiere la crucifixión de las ‘multinacionales’ que invierten lícitamente en Colombia y derivan su patrimonio de algo tal vez desconocido para los jefes guerrilleros que se lucran del narcotráfico: el trabajo esforzado en la producción de bienes y servicios legítimos

Lo que mostró la discusión en Oslo

Eduardo Mackenzie

Por Eduardo Mackenzie

22 de octubre de 2012 

Lo más chocante de la conferencia de prensa en el Hotel Hurdal, en la periferia de Oslo, fue  el nuevo intento de las FARC, por la boca de Iván Márquez, de  borrar con unas frases destempladas la cadena interminable de atrocidades que ellas han cometido contra Colombia y los colombianos en los 50 últimos años.

Al adoptar la mentira como sistema de diálogo, en el acto que se supone abría la fase destinada a llegar a un “acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, las FARC mostraron su verdadero rostro y dijeron que estaban allí, en realidad, para golpear una vez más a sus víctimas, para burlarse del gobierno colombiano y de quienes las creen, en nuestro país y en el extranjero, capaces de emprender una negociación seria.

Por fortuna, el jefe de la delegación gubernamental tuvo la entereza de restablecer la agenda de ese escenario que el vocero provocador  de las FARC trató de cambiar. Humberto de la Calle Lombana, al subrayar que sí había unos imponderables, unos puntos no negociables   –la propiedad privada, el modelo económico, la inversión extranjera, la política de defensa,  la acción de las Fuerzas Armadas, el ordenamiento territorial–, y que la negociación en La Habana giraría únicamente sobre los cinco puntos firmados por plenipotenciarios de los dos bandos, delimitó en buena hora los alcances de ese proceso. El ex vice presidente colombiano advirtió, además, que las FARC “tendrán que darle la cara a las víctimas”. Su gesto firme y oportuno debe ser saludado pues puso fin al silencio, cuan desesperante, que había guardado el gobierno sobre esos aspectos cruciales de la nueva “negociación de paz”.

Falta ver hasta dónde la delegación gubernamental será consecuente y lógica con lo dicho por Humberto de la Calle pues en Cuba los hombres de las FARC intentarán  de nuevo romper la agenda y desviar el curso de los diálogos. En todo caso, la diatriba de Iván Márquez en Oslo aisló más a las FARC: fue rechazada por las mayorías colombianas, reflejadas en las críticas del presidente Santos, de los ex presidentes Uribe y Gaviria, de los empresarios, de decenas de columnistas y de los mejores diarios del país. Un solo ejemplo: El Colombiano dijo algo excelente:   “La mayor trasnacional del crimen de América Latina, el mayor cartel de drogas del hemisferio occidental, quiere la crucifixión de las ‘multinacionales’ que invierten lícitamente en Colombia y derivan su patrimonio de algo tal vez desconocido para los jefes guerrilleros que se lucran del narcotráfico: el trabajo esforzado en la producción de bienes y servicios legítimos”.

Parte de la Comitiva que viajó Oslo

Como Márquez también insultó a los periodistas, exceptuando a los “comunicadores alternativos” –los comparsas mediáticos de esa banda–, el diario antioqueño respondió: “A los medios de comunicación de Colombia, que en un entorno difícil y violento han -hemos- defendido a capa y espada la democracia, la discusión pluralista y la libertad de ideas y pensamiento, nos gradúan de ‘inicuos’. Viniendo el epíteto de quien viene, puede constituir un honor.”

La crítica del sistema colombiano que hizo Márquez fue la repetición de las imposturas inventadas por Gilberto Vieira en los años 1950, para justificar la acción criminal de Tirofijo, Jacobo Arenas, Raúl Reyes y demás: que las FARC tienen un origen “social” y que su patente para matar y destruir emana de que ellas son “agentes del cambio” y de un “porvenir radiante”: el comunismo. ¿Quién puede creer hoy en semejantes sornetas?  El origen de las Farc fue únicamente político y su balance reformista es nulo. Y el comunismo, el régimen de la infamia total, frenó el desarrollo humano, es responsable de uno de los mayores genocidios de la historia, llevó a la miseria a continentes enteros y le arrancó la vida, en sólo Europa y Asia, a más de 80 millones de personas. Los países que fueron los primeros en sufrir esa catástrofe, Rusia, China y Europa del Este, abandonaron el comunismo. Las FARC creen que los equivocados son esos pueblos, y no ellas. Por eso fueron a Oslo a amenazar a sus interlocutores con el cuento de que no habrá paz mientras el programa de las FARC no se cumpla.

Resulta preocupante que aberraciones tales como eliminar la propiedad privada de la tierra, demoler la agroindustria, la ganadería y la minería, como pretende Iván Márquez,  tengan todavía eco en algunos núcleos de opinión. Esa idea aparece de manera asombrosa, aunque en lenguaje cifrado, en un  texto (1) del 14 de octubre firmado por 250 personas, casi todos miembros del PCC, del Polo Democrático y del Partido Progresista, en el que exigen “reformas substanciales” como condición para que haya paz y hasta piden crear “reservas campesinas” (!).

Ese grupo promete desatar en los próximos días un “amplio debate” a favor de esas tesis y crear  un “clima nacional favorable a la paz”. Cuando se sabe qué significan para el PCC palabras como “debate” y “paz”, podemos augurar lo peor.  El escenario que aparece en el horizonte es pues éste: acometidas dialécticas en La Habana para desbordar el temario que defiende el ex vicepresidente colombiano, ataques de las FARC en Colombia,  pedidos al gobierno para que paralice las Fuerzas Armadas (bajo el pretexto de una tregua bilateral) y jornadas brutales de agitación y propaganda a favor de la “refundación de Colombia” que busca Iván Márquez.

¿Qué deben hacer los colombianos ante esa tenaza? Movilizarse contra eso, en las calles y en los salones, como lo están haciendo ya varios grupos de víctimas de la guerrilla que están decididos a ir hasta La Habana a exigirle cuentas a Iván Márquez y sus cómplices. Hay que crear amplios lazos de solidaridad y salirle al paso a la batalla ideológica que pretenden instaurar los grupúsculos extremistas  que quieren hacerle creer a los colombianos que las exigencias de las FARC son razonables y necesarias.  Hay que utilizar este momento álgido para explicarle al mundo lo que está en juego en Colombia.

(1).Ver: http://razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/3334-dialogos-en-oslo-una-oportunidad-unica-e-irrepetible.html

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