LO QUE REVELAN LOS INCIDENTES DE EL CONEJO

En lo de Fonseca-El Conejo todos los actores que discuten en La Habana están comprometidos: los jefes farianos, y Santos, De la Calle, Jaramillo, Villegas, Noruega, Cuba y la Cruz Roja Internacional, campeona de la duplicidad

Lo que revelan los incidentes de El Conejo

En lo de Fonseca-El Conejo todos los actores que discuten en La Habana están comprometidos: los jefes farianos, y Santos, De la Calle, Jaramillo, Villegas, Noruega, Cuba y la Cruz Roja Internacional, campeona de la duplicidad

Eduardo Mackenzie
Eduardo Mackenzie

Por Eduardo Mackenzie

22 de febrero de 2016

El 18 de febrero pasado, el Ejército de Colombia perdió una batalla contra las Farc. Se le entraron masivamente con ayuda interna y externa al municipio de Fonseca (Guajira) y realizaron, durante varias horas, un ruidoso acto de propaganda armada y de intimidación.  No mataron ni secuestraron a nadie, parece, pero si humillaron y aterrorizaron al país. El Ejército de Colombia durante esa obscura jornada no movió un dedo para impedir ese atropello.

El Ejército fue paralizado pues aceptó ser paralizado. Hoy sus jefes deben estar avergonzados con el espectáculo miserable que dieron al dejar a la población civil de Fonseca y de El Conejo totalmente a la merced de escuadras de narcoterroristas armados hasta los dientes.

Nadie del gobierno ha querido decir quien dio la orden de abandonar a la ciudadanía y de dejar entrar a la Guajira 200 o 300 guerrilleros armados y uniformados. Es la primera vez que esto ocurre en Colombia. Un nuevo record del presidente Santos. Ni éste, ni su ministro de Defensa, tan locuaz en otras ocasiones, ni los altos mandos del Ejército y de la Policía, han explicado qué pasó el 18 de febrero. Algún día tendrán que hacerlo. Mientras tanto, todos ellos acaparan los reproches indignados, pero impotentes, de los colombianos. La explicación oficial es cínica: las Farc iban a hacer un acto de “pedagogía de paz” y “engañaron” a Santos. Estamos pues ante un gobierno pendejo, dirigido por un pendejo. Pero no. Santos es un hombre inteligente. Algunos lo describen como maquiavélico. Su responsabilidad en lo ocurrido ese día y en las consecuencias que eso tendrá para el país es total.

Escribo estas líneas con gran amargura. El Ejército y, en general, la fuerza pública, son las instituciones más respetadas del país. La nación las admira por su trayectoria heroica, por sus enormes sacrificios y por sus triunfos en un combate complicado y de largo aliento que los soviéticos le impusieron a Colombia desde el comienzo de la Guerra Fría. Ese prestigio fue manchado por quienes ordenaron y aceptaron la parálisis del 18 de febrero.

El Comandante de las FFMM, Gral Rodríguez, el Gral Mora y otros, departiendo con el artífice del engaño de La Habana (Foto El Tiempo)
El Comandante de las FFMM, Gral Rodríguez, el Gral Mora y otros, departiendo con el artífice del engaño de La Habana (Foto El Tiempo)

Los altos mandos querrán lavarse las manos, dirán que habían recibido órdenes y que éstas se cumplen ciegamente. Tal explicación no satisface a nadie. Los militares están para cumplir las órdenes de sus superiores cuando éstas son legales y legítimas. El militar es un ciudadano. En servicio activo cumple las órdenes y se calla pero no deja de pensar. Ellos deben desobedecer cuando la orden es manifiestamente ilegal. ¿Dejar sin protección a miles de colombianos ante la llegada de 300 bandidos armados con fusiles y granadas no es criminal?

¿Qué garantías tenían esos mandos de que los guerrilleros no matarían, ni secuestrarían, ni extorsionarían durante su incursión inesperada en Fonseca? Ninguna. Las huestes de las Farc, llegadas al lugar en camionetas venezolanas, no mataron ni secuestraron a nadie (podemos estar equivocados). Pero sí agredieron violentamente al país con esa exhibición de fuerza y con sus arengas guerreristas.  Había gente en uniforme y otros disfrazados de civiles. Entre éstos había sapos que tomaban nota de la actitud de la gente ante los disparates que vociferaban los oradores en la tarima para pasarles la cuenta otro día, cuando no haya cámaras de televisión.

Los terroristas de FARC armados en el Corregimiento Conejo, de la Guajira
Los terroristas de FARC armados en el Corregimiento Conejo, de la Guajira

Creíamos que el desmonte del Ejército de Colombia se haría por decreto y durante el futuro “postconflicto”. Error. Esa destrucción ya está en marcha y de manera subversiva. Es ahora. Ya mismo. Lo ocurrido el 18 de febrero es el eslabón de una cadena de actos de ese alcance. Ello sale del tinglado de La Habana. El laboratorio clandestino en que se convirtió la mesa guía el desmonte de la fuerza pública colombiana por la vía indirecta, pues ésta es el obstáculo mayor al triunfo castrista: ésta venció varias veces las guerrillas comunistas más peligrosas del continente. Por eso quieren desmantelarla y desde hace cuatro años están en eso. El 18 de febrero  esa conjura pasó a una fase más agresiva: las fuerzas armadas fueron amarradas y ridiculizadas sin que éstas pudieran defenderse. ¿Cuál será el próximo acto?

En lo de Fonseca-El Conejo todos los actores que discuten en La Habana están comprometidos: los jefes farianos, y Santos, De la Calle, Jaramillo, Villegas, Noruega, Cuba y la Cruz Roja Internacional, campeona de la duplicidad.

Las Fuerzas Militares y de policía de Colombia han sido el muro de contención, durante más de 50 años, que ha salvado al país del derrumbe. Por eso quieren colapsarlas: no mediante una sucesión de combates y batallas sino por la vía asimétrica del derrumbe de sus resortes psicológicos, morales, legales y constitucionales.

Ese juego viene de lejos. Santos acató la orden de Hugo Chávez de no aceptar una colaboración americana en las bases militares colombianas. Todos sabemos lo que vino después: el desmonte de la justicia penal militar, la ola de remociones, acusaciones y condenas aberrantes contra cientos de altos militares, el desmantelamiento de la inteligencia civil y militar, la masiva propaganda de que la paz estaba por encima de la justicia y de la democracia, el envío del general Mora a La Habana, las visitas protegidas de los “negociadores” de las Farc a los campamentos de Timochenko, la liberación de presos de esa banda, la firma de unos acuerdos pasmosos favorables únicamente a las Farc, etc.

Así, mediante una sabia combinación de mentiras, demagogia, utopismo y propaganda armada, están derribando la fuerza pública, la cual aparece hoy sin jefatura, sin objetivos y sin perspicacia.  El 18 de febrero las Farc mostraron que podían amarrar al Ejército en un sector clave de nuestras fronteras. ¿Qué ocurrirá la próxima vez? ¿Llegarán con la Guardia venezolana?

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