MARTHA LUCÍA ZAMORA, LA FISCAL QUE PERSIGUE A ÁLVARO URIBE

Martha Lucía Zamora la tiene clara: su llegada a la Fiscalía, impulsada por algunas personas que despachan desde el Palacio de Justicia, en el centro de Bogotá, tiene como objetivo empapelar al ex presidente Uribe

Juan Manuel Santos y la fiscal Martha Lucía Zamora.

Martha Lucía Zamora, la fiscal que persigue a Álvaro Uribe

Egresada de la bogotana Universidad Externado de Colombia, Zamora inició su carrera de abogada en la oficina de uno de los juristas más prestigiosos del país en las últimas cuatro décadas: Antonio José Cancino

Unidad Investigativa
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Por Unidad Investigativa

Enero 14 de 2013

En la antigua Grecia existió un personaje llamado Eróstrato que quería conseguir la fama a como diera lugar. Y lo logró incendiando el edificio más hermoso e imponente de la época: el Templo de Artemisa, en el puerto de Éfeso, en 356 a de C.

En Colombia abundan los eróstratos. Pero no tanto por sus manías pirómanas sino porque quieren pasar a la historia sin medir el alcance de sus acciones. Tal es el caso del presidente-camarada Juan Manuel Santos, quien por su ilusa obsesión de hacerse al Nobel de Paz poco o nada le importa entregarles el país a las guerrillas o a los nicaragüenses. En ese orden de ideas, también está el caso de Luis Alfredo Garavito, quien, sin duda, pasará a la historia como el mayor violador y asesino de cerca de 200 niños.

Sin embargo, el caso más enfermizo del llamado complejo de Eróstrato está representado en el país en un siniestro personaje que quiere pasar a los anales de la historia como la mujer que intentó, sin suerte, procesar penalmente al ex presidente Álvaro Uribe Vélez. Estamos hablando de la abogada Martha Lucía Zamora Ávila.

La verdad es que periodismosinfronteras.org había iniciado la investigación sobre este personaje en el momento mismo en que la Fiscalía reconoció que se había equivocado con el ex diputado Sigifredo López (agosto de 2012) y, sobre todo, cuando se enteró de que la autora de ese yerro había sido la fiscal Zamora. Pero esta semana, cuando también trascendió que la mencionada señora era quien estaba detrás de una indagación en contra de Uribe, al texto hubo que hacerle algunos ajustes menores.

Zamora y sus inicios. Egresada de la bogotana Universidad Externado de Colombia, Zamora inició su carrera de abogada en la oficina de uno de los juristas más prestigiosos del país en las últimas cuatro décadas: Antonio José Cancino. En ese reconocido bufete, Zamora escaló rápidamente y muy pronto adquirió el bastón de mando porque se convirtió en algo más que en una empleada de Cancino.

Al menos 15 personas que hablaron para este reportaje con www.periodismosinfronteras.org a cambio del anonimato –por miedo a que sus vidas puedan correr riesgo o por temor a ser procesados penalmente–, entre abogados, magistrados y ex magistrados, fiscales y ex fiscales, contaron que apenas se sintió con vida propia para abrirse paso en el mundo de la abogacía, Zamora se alejó de la oficina de Cancino y empezó a buscar otros partidos que, en todo sentido, le dieran mayores réditos. Fue secretaria de la Comisión de Justicia de la Asamblea Nacional Constituyente, en 1991, un cargo que le permitió conocer de primera mano todas las marrullas que hoy tenemos que padecer los colombianos con el aparato judicial que nos dejaron instalado los terroristas del M-19 con el esperpento de Constitución de hace más de 22 años.

Así fue que en los inicios de la Fiscalía General de la Nación, en 1992, Zamora apareció como delegada ante la Corte Suprema de Justicia del entonces fiscal Gustavo de Greiff, el marrullero aquel al que el gobierno de Estados Unidos le canceló su visa por su alcahuetería y simpatía con los narcotraficantes. En realidad fue poco o nada lo que Zamora hizo en la Fiscalía en las gestiones de De Greiff y de Alfonso Valdivieso… aparte de hacerles mandados, claro está.

Martha Lucía Zamora
Martha Lucía Zamora

Zamora y el proceso 8.000. En 1997, puesto a dedo por el narco-presidente Ernesto Samper Pizano, a la Fiscalía llegó como fiscal general Alfonso Gómez Méndez (alias “El Mosco” o “el Chiribico Chaparraluno”). De inmediato, faltaba más, “El Mosco” se dio a la tarea de archivar todo lo relacionado con el proceso 8.000, en favor de sus amigos samperistas y hasta de sus clientes (léase Rodrigo Pardo García-Peña, el canciller de Samper y actual director de noticias de RCN Televisión).

A la doctora Zamora, Gómez Méndez le encomendó el proceso contra Horacio Serpa, el narco-ministro de Gobierno de “el Bojote”. En efecto, en enero de 1998 Zamora precluyó la investigación en favor de Serpa, pese a que las pruebas en su contra eran abrumadoras toda vez que estaba más que probado que la Presidencia de la República entre 1994 y 1998 había sido comprada por los narcotraficantes del cartel de Cali Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela.

Sobre ese adefesio de fallo de Zamora, el agudo (y mamerto) columnista Antonio Caballero, en la revista Semana, escribió el 25 de enero de 1998:

La fiscal delegada ante la Corte Suprema Martha Lucía Zamora precluyó hace una semana la investigación contra Horacio Serpa por su participación en la financiación ilícita de la campaña que llevó a Ernesto Samper a la presidencia (y a sus financiadores a la cárcel). Llama la atención un aparte del fallo, referido al hecho de que Serpa hubiera ‘transportado’ a San Andrés 15 millones de pesos para que la tesorería local de la campaña los distribuyera entre los samperistas de la isla.

Para Caballero, “esa entrega de dinero, ‘magnificada’ _dice la fiscal_ por las versiones de Santiago Medina y Fernando Botero con el objeto de ‘involucrar (a Serpa) en el ejercicio de designación y distribución’ de fondos, no significa nada en absoluto. Porque, razona la fiscal, ‘ya en el contexto de la integridad de la prueba se puede considerar que ese acto puede haberlo realizado cualquier otra persona, pues solamente se trató de transportarlo’. Yo no sé si transportar dinero constituye o no delito, ni si es prueba de otro delito distinto. Pero me desconcierta la alegación de que un acto determinado, sea el que sea, pierde su significado por el hecho de que hubiera podido ser realizado por cualquier persona distinta de la que lo realizó en la práctica”.

En concepto del columnista, “si la doctora Zamora, o el doctor Serpa, o yo mismo, hubiéramos matado a nuestras respectivas madres, por ejemplo, ¿eso no importaría por el hecho (altamente probable en la Colombia actual) de que si no las hubiéramos matado nosotros las habría podido matar cualquier otra persona? O no vayamos tan lejos: pues la verdad es que no son tantas las madres que sus hijos matan aquí como para que su número constituya un eximente”.

Pero el argumento de la fiscal –agregó Caballero– se parece mucho al que usan en los aeropuertos, siempre en vano, las ‘mulas’ interceptadas con cocaína en la maleta: ‘A mí solamente me pidieron el favor de que trajera un paquetico’. Las mulas no sabían qué había en el paquetico, ni quién lo mandaba, ni para quién era. Y en cuanto a llevarlo, lo hubiera podido hacer cualquiera. Mucho me temo que si al doctor Serpa lo hubieran sorprendido en un aeropuerto con 15 bolas de cocaína en el intestino de nada le hubiera valido que la doctora Zamora hubiera salido en su defensa diciendo que Medina se las había metido ‘a sus espaldas’. Hasta la mula más ciega se da cuenta de ciertas cosas.

Caballero, por fortuna, nos ahorró nuestros comentarios sobre el prevaricato evidente cometido por Zamora en favor de Serpa.

En 1999 Zamora se encargó de truncarle la carrera política al entonces gobernador del departamento de Valle del Cauca, Gustavo Álvarez Gardeazábal. Mientras que a Serpa lo trató con guante de seda, Zamora a Álvarez Gardeazábal le hizo caer todo el peso de la ley. El hoy periodista de “La Luciérnaga” demostró hasta la saciedad que un cheque por 7 millones de pesos del cartel de Cali que ingresó a su cuenta bancaria había sido el producto de un negocio de buena fe y no con dolo. Al final fue condenado por la Corte Suprema a 78 meses de cárcel.

Zamora y el caso Dragacol. Luego, Zamora apareció como fiscal del caso de corrupción conocido como Dragacol, o

Martha Lucía Zamora y Juan Manuel Santos
Martha Lucía Zamora y Juan Manuel Santos

aquel en el que el gobierno de Andrés Pastrana promovió un saqueo al erario por 26.000 millones de pesos de 1998. En ese momento, Zamora, toda desaforada, le dio por meter a la cárcel a todo el mundo. Por ejemplo, se llevó por delante, hasta hacerlo morir de pena moral, al ex ministro conservador Hugo Escobar Sierra, quien era un público enemigo político de “el Mosco”.

Pero, vaya paradoja, al verdadero criminal, al verdadero autor del delito de peculado, Mauricio Cárdenas Santamaría, entonces ministro de Transporte, no lo tocaron ni “el Mosco” ni la Zamora. Es por eso que hoy los colombianos tenemos que aceptar –a las buenas o a las malas– que Cárdenas Santamaría sea el ministro de Hacienda del desprestigiado gobierno del camarada Santos. Cárdenas, no lo dudamos, debe estar feliz manejando plata porque vaca ladrona no olvida el portillo.

Zamora y su pelea con “el Mosco”. Pero, en marzo 2001, el matrimonio entre “el Mosco” y la Zamora terminó. Dos años antes, la Policía Nacional había detenido a una treintena de narcotraficantes en el marco de la llamada “Operación Milenio”. Uno de los capturados fue, incluso, Fabio Ochoa Vásquez, un antiguo miembro del hoy desarticulado cartel de las drogas de Medellín.

“El Mosco”, hay que reconocerlo, siempre había sido un defensor a ultranza de la extradición como arma para hacerle frente al crimen organizado. Sin embargo, seguramente en una noche de copas, a Zamora le dio por abrirles investigación formal en Colombia a casi todos los capturados en la “Operación Milenio”. Con esa extraña decisión, no consultada con sus superiores, Zamora puso en jaque la extradición de Ochoa Vásquez y sus socios.

Entonces “el Mosco”, con toda razón, no dudó en sacar de inmediato a Zamora por la puerta de atrás de la Fiscalía. Nadie sabe por qué esta particular mujer tomó tan extraña determinación. Lo cierto es que “el Mosco”, en la carta de aceptación de renuncia, le dijo a la Zamora que ojalá sólo la hubieran movido intereses profesionales.

Zamora, Maya Villazón y “Quesito”. Pero como Zamora es una mujer de armas tomar, rápidamente se instaló en la Procuraduría con el mismo millonario sueldo que tenía en la Fiscalía. Allí fungía como procurador general su “amiguito” Edgardo Maya Villazón, un oscuro personaje que no ha hecho otra cosa que hacerle daño al país en los cargos públicos que ha ocupado.

Cuentan nuestras fuentes que la ex ministra Consuelo Araujo Noguera –conocida como “La Cacica” y asesinada en 2001 por la banda terrorista de las Farc– en cierta oportunidad le hizo tremendo escándalo a la Zamora en el llamado búnker de la Fiscalía dizque porque le estaba quitando el marido.

Durante los ocho años que Maya estuvo al frente del Ministerio Público (2001-2009), prácticamente la señora Zamora pasó desapercibida, pese a que recibía un estipendio de envidia. Tal vez lo más recordado fue otra extraña postura con la que intentó confundir a la Corte Suprema de Justicia en favor del cantante vallenato Diomedes Díaz, quien había sido condenado por la muerte en 1997 de su amiga Doris Adriana Niño.

Zamora, para no alargar mucho la historia, pretendía que al “Cacique de la Junta” se le redosificara hasta en la mitad la pena que el alto tribunal le había impuesto. Esa irregular petición es bien fácil de explicar: Maya Villazón y sus familiares son los eternos dueños del Festival de la Leyenda Vallenata, en Valledupar, y Diomedes siempre ha sido un amigo consentido de todos ellos.

Con razón, la Corte Suprema le respondió así a Zamora a su descarada aspiración: “no puede la Sala dejar de consignar su profunda extrañeza por la inusitada acuciosidad de la Procuradora Primera Delegada para la Casación Penal (Martha Lucía Zamora), digna de mejor causa, cuando es lo cierto que en otros fallos de similar contenido, el silencio sobre el particular ha sido la actitud constante de las Procuradurías Delegadas ante esta Corporación”.

Su paso por la Procuraduría también le sirvió a Zamora para conseguir un nuevo esposo: el ex procurador delegado Alberto Hernández Esquivel, conocido entre su círculo de amigos como “Quesito”. Actualmente, a sus espaldas, claro está, se le conoce también como “El Alce”. Vaya uno a saber por qué…

Martha Lucía e Iván Velasquez, en video revelado por RCN
Martha Lucía e Iván Velasquez, en video revelado por RCN

Zamora e Iván Velásquez. En enero de 2009, cuando la decencia regresó a la Procuraduría General, el nuevo procurador, Alejandro Ordóñez, despidió de inmediato a Zamora seguramente para enviar un mensaje de que las buenas costumbres tenían que regresar al Ministerio Público. ¡Pero quién dijo miedo..! Rápidamente la Zamora pasó a hacer parte, como magistrada auxiliar, del equipo de investigadores de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia en la llamada investigación de la para-política.

Allí encontró un jefe a su medida: el inefable Iván Velásquez Gómez, el mismo que se ha hecho llamar el arquitecto de la para-política y que por fortuna fue sacado a las malas del alto tribunal porque los magistrados titulares estaban cansados de recibir quejas suyas, como que en una oportunidad, en 2008, se fue para Yopal (Casanare) a emborrachar a la empleada del servicio del jefe paramilitar “Martín Llanos” para que le contara todo lo que sabía de las andanzas de éste con el actual ministro de Vivienda, Germán Vargas Lleras.

Con el cuento mentiroso de que su esposo (“Quesito” o “El Alce”) estaba enfermo y que debía irse a climas cálidos, Zamora renunció a su aburrido cargo en la Corte Suprema de Justicia. Entonces se sentó a esperar a que sus amigos magistrados le consiguieran un puesto mejor porque, seguramente para ella, no tenía presentación que una ‘profesional’ con su récord figurara en un puesto de auxiliar. El milagro no demoraría mucho para tragedia de la justicia colombiana.

Zamora y la mujer de Lucio. En enero de 2012, la entonces fiscal general, la prepotente Viviane Aleyda Morales de Lucio (esposa del terrorista indultado del M-19 Carlos Alonso Lucio), probablemente a petición de algunos magistrados de la Corte Suprema, le propuso a Zamora trabajar en la Fiscalía como su asesora de cabecera. Ni corta ni perezosa, como un rayo, Zamora aceptó la invitación de la mujer de Lucio. El cuento ‘chimbo’ de Zamora, de que por la salud de su esposo debía vivir fuera de Bogotá, quedó en claro que era una gran mentira. Pero aquella aventura como asesora de la Fiscalía no duraría mucho tiempo para la mujer de “Quesito”.

A finales de febrero de 2012, el Consejo de Estado determinó que la forma como la Corte Suprema de Justicia, en diciembre de 2011, había elegido como fiscal a la señora de Lucio no se había ajustado a la ley –qué cosa tan extraña: la Corte Suprema prevaricando–. Entonces, antes de irse, y aunque ya no era fiscal general, la mujer de Lucio nombró como vicefiscal a Zamora para que en cuestión de horas se instalara como fiscal general encargada. Y así fue.

El 6 de marzo de 2012, el camarada Santos posesionó a Zamora –en la Casa de Nariño– en el importante cargo de manera interina. Ella, sin duda, pensó que el mundo estaba a sus pies y que tendría una ‘paloma’ larga como aquella de 17 meses, que le tocó a Guillermo Mendoza Diago cuando terminó su período como fiscal general Mario Iguarán (alias “Carlota”). Como se recordará, entre 2009 y 2010 los magistrados de la Corte Suprema, ilegalmente, se resistieron a nombrar fiscal de la terna enviada por el entonces presidente Uribe.

El día de su posesión ante el camarada Santos, Zamora celebró como si hubiera sido elegida fiscal general en propiedad. Es más, en el Canal RCN mostró unas comprometedoras imágenes en las que Zamora aparece celebrando al lado de su infaltable amigo Iván Velásquez en el restaurante Mi Viejo del centro de la capital colombiana.

Aseguran nuestras fuentes que, posteriormente, cuando el camarada Santos dio a conocer la terna de la que saldría el reemplazo de la mujer de Lucio, Zamora entró en cólera y, para hacer quedar mal al gobierno internacionalmente, ordenó la captura de Jorge Visbal Martelo, entonces embajador de Colombia en Perú, por el proceso de la para-política. Es que a Zamora le habían vendido la idea de que, dada su ‘inteligencia’, su ‘capacidad’, su ‘liderazgo’ y sobre todo su ¡antiuribismo!, Santos la incluiría en la terna para que eventualmente la Corte Suprema la eligiera fiscal general en propiedad.

La ‘paloma’ de Zamora al frente de la Fiscalía sólo duró un mes, por fortuna. El nuevo fiscal general, Eduardo Montealegre, tomó las riendas de la institución, pero de entrada cometió un craso error: dejó en la Fiscalía a Zamora como jefa de los fiscales delegados ante la Corte Suprema. Seguramente el personaje de marras acudió, como la gran lagarta que es, a sus amigos del Externado para que Montealegre la dejara haciendo daños y con el envidiable sueldo de más de 20 millones de pesos.

Zamora y el caso Sigifredo. La noche del 16 de mayo de 2012, el país y el mundo se estremecieron con la captura del ex diputado Sigifredo López como presunto instigador del secuestro, en 2002, de 11 de sus compañeros de la Asamblea de Valle del Cauca, quienes cinco años después fueron masacrados por los terroristas de las Farc. Aunque el proceso contra Sigifredo lo pusieron en cabeza de un pobre fiscal de Cali, en cuestión de días se supo que su autora intelectual era la Zamora.

En principio, la Fiscalía dijo tener una prueba irrefutable contra Sigifredo: un video incautado en el operativo en el que fue muerto el jefe terrorista Alfonso Cano –noviembre de 2011– y en el que se escuchaba la voz de un individuo que les daba instrucciones a un grupo de hombres sobre cómo iba a ser el asalto guerrillero a la Asamblea de Valle del Cauca. Ese hombre, según aseguró el ente investigador en su momento, era Sigifredo López.

En cuestión de días, esa prueba ‘reina’, la del video, empezó a caerse. Un ex guerrillero de las Farc sostuvo a la prensa que el hombre que hablaba en el video era en realidad Milton Sierra Gómez (alias “Jota Jota”) y no Sigifredo. Entonces empezó a aparecer la mano siniestra de Zamora en contra de Sigifredo.

La mujer de “Quesito” se dio a la tarea de conseguir testigos que, a como diera lugar, dijeran que éste había participado en el secuestro de los 11 diputados. Con base en ese cartel de testigos falsos, la noche del 20 de junio, la Fiscalía –léase Martha Lucía Zamora– afectó a Sigifredo con medida de aseguramiento por crímenes de homicidio agravado, toma de rehenes, perfidia y rebelión.

En un comunicado de prensa, la Fiscalía explicó que la medida en contra de Sigifredo estaba fundamenta en “el material probatorio obrante en el proceso y que (…) se traduce especialmente en una pluralidad de testimonios de personas que dan cuenta directa de la posible participación de López Tobón en los hechos que se le sindican; algunos de esos testimonios fueron recepcionados con anterioridad al llamamiento a indagatoria, es decir, antes de que se dispusiera la captura, siendo otros incorporados al proceso posteriormente. Por su exactitud, coherencia, complementariedad y claridad la Fiscalía entiende que ofrecen credibilidad y que, después de un análisis en sana crítica, son suficientes para entender cumplido el requisito procesal que en este momento de la averiguación es exigido para dictar la medida de aseguramiento“.

No hay que alargar mucho el tema para concluir que la postura de la Fiscalía con Sigifredo fue un fiasco total (algunos dicen que actuaron en contubernio para impedir que Sigifredo fuera investigado luego por esos mismos delitos). Al final, y luego de permanecer tres meses en prisión, Sigifredo fue dejado en libertad.

Aunque aquí denunciamos las extrañas alianzas de Sigifredo con las guerrillas comunistas, y los testimonios de personas que aseguraron que él jamás estuvo en las mismas condiciones lamentables de los demás secuestrados, lo cierto es que el manejo de los testigos y las pruebas estaban apuntando a que Sigifredo López saliera incólume de la investigación.

El 18 de octubre pasado, el fiscal Montealegre le ofreció disculpas públicas al ex diputado vallecaucano. Con toda seguridad el dinero que deberá pagarle el Estado por los pretendidos perjuicios causados estará representado en un cheque con muchos ceros a la derecha. Todo por culpa de la perversidad o ineptitud de Martha Lucía Zamora.

Zamora y el caso Colmenares. En el amanecer del 31 de octubre de 2010, en el parque El Virrey del norte de Bogotá, en extrañas circunstancias murió el joven universitario Luis Andrés Colmenares. La primera hipótesis que se manejó por parte de las autoridades es que el estudiante de la Universidad de los Andes había muerto como consecuencia de un accidente, es decir, que fortuitamente había caído a un caño del mencionado parque.

Un año después del misterioso deceso, el fiscal Antonio Luis González pidió a un juez bogotano la detención de Laura Moreno y Jessy Quintero, dos jovencitas que eran compañeras de estudio de Colmenares. González sostuvo en ese momento (y también hoy) que a Colmenares lo mataron a golpes varios de sus compañeros de clase, entre ellos Moreno, Quintero y un tercero llamado Carlos Cárdenas.

Desde un principio, el caso Colmenares se convirtió en un show. Seguramente para evitar los grotescos espectáculos de González, el fiscal Montealegre optó por relevarlo y nombró a Zamora como nueva titular del proceso. Sin embargo, actualmente no está claro quién debe ir primero al psiquiatra, si González o Zamora.

A la esposa de “Quesito”, que hoy debe estar rondando por los 60 años, también le quedó grande el caso Colmenares. Hoy, ella está siendo investigada penalmente tras denuncias de los abogados defensores de algunos implicados toda vez que aseguran que la fiscal a cargo del proceso ha manipulado pruebas y, como cosa rara, testigos.

Pero los desafueros de la amiga de Maya Villazón en el caso Colmenares no se limitarían a la manipulación de pruebas y testigos. A mediados de octubre del año pasado, el periódico El Espectador denunció en uno de sus editoriales que Zamora les había notificado de investigaciones disciplinarias y penales por haber publicado documentos que estaban protegidos por la reserva sumarial. De inmediato, y con razón, el fiscal Montealegre expresó su molestia, ofreció disculpas al mencionado diario bogotano y descalificó la postura asumida por la Zamora.

A raíz de este incidente, según dijeron algunos medios de comunicación en su momento, Montealegre ni siquiera le volvió a pasar al teléfono al personaje de marras. El jefe del ente investigador esperaba que la incómoda señora le pasara la carta de renuncia. Pero, claro, para asumir ese tipo de posiciones hay que tener carácter, una cualidad que Zamora no conoce. Además, ella tenía claro que aún no había concretado el objetivo de su llegada a la Fiscalía: procesar a Álvaro Uribe Vélez.

Zamora y su odio hacia Álvaro Uribe. Iván Cepeda Castro no disimula su simpatía por las guerrillas. En eso es un alumno aventajado de Piedad Córdoba, su maestra en esas lides. Hijo de Manuel Cepeda Vargas, uno de los fundadores de las Farc –de hecho, esa tenebrosa banda terrorista le puso su nombre a uno de sus frentes–, Iván Cepeda llegó al Congreso en 2010 por el Polo Democrático Alternativo y desde entonces no ha hecho cosa distinta que atacar al ex presidente Uribe.

En septiembre de 2011, Cepeda presentó a la opinión pública a un criminal llamado Pablo Hernán Sierra, quien ante las cámaras aseguró que Uribe Vélez, cuando fue gobernador del departamento de Antioquia, entre 1995 y 1997, promovió un grupo paramilitar desde una de sus fincas (Guacharacas) en el municipio antioqueño de San Roque. Posteriormente, Cepeda consiguió la declaración de otro criminal llamado Juan Guillermo Monsalve, quien, en palabras más, en palabra menos, avaló lo dicho por Pablo Hernán Sierra. (Desde luego que Cepeda tiene la ventaja de que nadie lo investiga por la manifiesta manipulación de testigos).

Al final las declaraciones de estos bandidos (nos referimos a Sierra y Monsalve, no a Cepeda) terminaron en la Fiscalía. En condiciones normales, los testimonios de estos dos sujetos debieron haber terminado en la caneca de la basura, máxime con la experiencia que la Fiscalía tuvo con el caso de los testigos de Sigifredo López. Pero, para fortuna de Cepeda, en la Fiscalía había una aliada suya en su intención de perseguir a Uribe: Martha Lucía Zamora.

Según dijo el ex ministro Fernando Londoño en su programa radial “La Hora de la Verdad”, el 2 de enero pasado, la Fiscalía, vaya entidad tan trabajadora, decidió reabrir la investigación contra Uribe por el caso de la hacienda Guacharacas. Desde luego que Zamora, como lo hizo en el caso Sigifredo López, no estampó su firma en el auto mediante el cual se ordenó la decisión en contra del ex jefe de Estado. Para esa labor puso a uno de sus subalternos, que, según han dicho varios medios de comunicación, está encargado temporal del despacho. El ex ministro Londoño también aseguró que cuando se tomó la determinación el fiscal general estaba fuera del país.

La mujer de “Quesito” –la amiga de Iván Velásquez, de Edgardo Maya y de la esposa de Lucio–,la tiene clara: su llegada a la Fiscalía, impulsada por algunas personas que despachan desde el Palacio de Justicia, en el centro de Bogotá, tiene como objetivo empapelar al ex presidente Uribe. Ya dio el primer paso. El fiscal Montealegre, hasta el cierre de este artículo, no ha dicho públicamente si apoya o no a Zamora y al fiscal al que puso a hacer tan delicado mandado.

Zamora está jugando a tres bandas. Por un lado, está cumpliendo con “la vuelta” que le pidieron hacer sus amigos mamertos y esos del centro de Bogotá:  procesar al ex presidente Uribe. Por otro lado, se está blindando de eventuales problemas penales y disciplinarios por sus garrafales errores en los casos de Sigifredo y Colmenares.

Y, lo más importante, es que, al mejor estilo de Eróstrato, conseguirá un lugar en la historia de la infamia como la funcionaria que se dio a la tarea de intentar acabar con Álvaro Uribe Vélez, a quien los colombianos consideran el mejor presidente que han tenido en toda su historia.

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