¿QUEDARÁ EL CRIMEN DE ÁLVARO GÓMEZ EN LA IMPUNIDAD?

Es más que seguro que el caso Gómez, por mucho que le pese a su familia y a su imponente equipo jurídico, quede impune

¿Quedará el crimen de Álvaro Gómez en la impunidad?

Es más que seguro que el caso Gómez, por mucho que le pese a su familia y a su imponente equipo jurídico, quede impune.

Ricardo Angoso
Ricardo Angoso

Por Ricardo Angoso

Noviembre 20 de 2014

En los últimos años, la estrategia de la familia de Álvaro Gómez ha estado orientada hacia tres direcciones: 1. Conseguir que el crimen se esclarezca antes de que se cumplan los veinte años desde la ejecución del mismo; 2. Lograr que, si en el caso de que el crimen no se resuelva próximamente, sea declarado de lesa humanidad por la justicia colombiana; y 3. Apelar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que obligue al Estado colombiano a descubrir quiénes fueron los criminales y encausarlos.

Ni que decir tiene que ninguna de estas iniciativas, hasta el momento, ha tenido éxito y, más bien, aunque reina un cierto optimismo en la familia para mí injustificado, se sigue acusando la misma política dilatoria por parte de los poderes judiciales colombianos muy renuentes en llegar hasta el final del caso. ¿Por qué? El establecimiento colombiano, que controla al Estado y las instituciones periféricas, como la justicia, no tiene ningún interés en llegar hasta el final de la madeja y señalar a los verdaderos responsables. Hay razones políticas claras en que el crimen de Álvaro Gómez Hurtado debe quedar impune. No olvidemos que tanto Ernesto Samper, como el inefable Horacio Serpa, siempre presente en este proceso, son señalados desde hace años por la familia de estar detrás de la trama, desarrollada tras el crimen, tendente a desvirtuar los hechos -incluyendo aquí a la escena del crimen-, ocultar importantes elementos que hubieran sido claves, desviar la atención real sobre los autores y no sobre una serie de elementos pintorescos, por llamarlos de alguna forma, e incluso hacer desaparecer pruebas cruciales y fundamentales en su momento.

En un país como Colombia, donde numerosos magnicidios conocidos, desde Eliécer Gaitán hasta Luis Carlos Galán, pasando por Álvaro Gómez, han quedado impunes, es una tradición no escrita e insana que la mayor parte de estos crímenes no se esclarezcan y los responsables reales nunca respondan por sus actos. El caso de Gómez, por mucho que lo ha intentado la familia, parece destinado a ser uno de estos magnicidios no resueltos. El tiempo corre en contra de la familia y los verdaderos responsables, o más bien los autores materiales, van muriendo o son asesinados, para no dejar ni rastro ni huellas que señalen en el futuro a los autores intelectuales de la conspiración contra Álvaro Gómez.

Álvaro Gómez Hurtado
Álvaro Gómez Hurtado

Por ejemplo, y como muestra un botón, el Coronel Danilo González, quien fuera señalado por “Rasguño” de estar detrás del crimen de Alvaro Gómez en coordinación con otros poderes del Estado, murió asesinado en Bogotá hace unos años. Tras haber tenido una impecable hoja de servicios y ser uno de los hombres claves que llevaron a la captura y muerte del capo Pablo Escobar, González comenzó a ser investigado por actividades irregulares e ilegales; asimismo por haber estado ligado a los carteles de envío de drogas a los Estados Unidos, lo que valió, en su momento, ser investigado, tanto en ese país como en Colombia.

El papel de la mafia y sus conexiones políticas. Su asesinato, junto con el de otros implicados en el Proceso 8.000 y sus ramificaciones, como fue el caso de Elizabeth Montoya, más conocida como la “Monita Retrechera”, muestra a las claras hasta donde llega el poder de la mafia en este país. Montoya, por ejemplo, apareció implicada con un papel protagónico en todo el asunto de la financiación ilegal de la campaña electoral de  Samper e incluso había pruebas grabadas que mostraban la relación cordial e íntima entre el que luego llegaría a ser presidente y la asesinada. Como vemos, en este caso de Gómez hay una cortina de humo que fue levantada desde el Estado, en connivencia con los círculos mafiosos, para que no se haga luz y el crimen quede impune.

Recientemente, fue redactada una misiva, liderada por el Partido Conservador,  en la que los expresidentes Andrés Pastrana, Belisario Betancur, César Gaviria y Álvaro Uribe le solicitaron formalmente al Fiscal General de la Nación, Eduardo Montealegre, que declare el homicidio de Álvaro Gómez Hurtado como “crimen de lesa humanidad”.

El texto, al parecer, sostenía que: “En efecto, han pasado ya 19 años de impunidad en los cuales muchos de los autores materiales, y lo que es peor, de los autores intelectuales, han tenido plena libertad para continuar actuando dentro de la sociedad colombiana en contra del Estado social de derecho, del fortalecimiento institucional y de los principios y valores de una sociedad ética, justa y desarrollada con los cuales Álvaro Gómez Hurtado expresó su pensamiento político”.

Desde la Fiscalía y desde otros sectores de la justicia colombiana, en una respuesta tan ambigua como poco esperanzadora, se dio curso y acuse

Ramiro Bejarano, director del Das en la época del asesinato de Gómez Hurtado. Horacio Serpa, ministro en la misma época, y Ernesto Samper, presidente en igual época
Ramiro Bejarano, director del Das en la época del asesinato de Gómez Hurtado. Horacio Serpa, ministro en la misma época, y Ernesto Samper, presidente en igual época

de recibo de esa iniciativa y se dieron ciertas esperanzas a la familia de que las investigaciones continuarían (¿?). Incluso se habló de la posibilidad de que el crimen, aun superando los veinte años de impunidad, pudiera ser declarado de lesa humanidad después de cumplirse dicho plazo, una propuesta no muy creíble y poco práctica, ya que como se ha dicho a lo largo y ancho del relato de las investigaciones cada día que pasa es más difícil llegar a conocer la verdad e interrogar a los protagonistas de la trama por una razón bien sencilla: se están muriendo o los están matando.

Desgraciadamente, y el caso de Álvaro Gómez y su ignominiosa impunidad así lo avalan, se demuestra a las claras el poder que todavía tiene en Colombia el narcotráfico y sus ramificaciones en todos los ámbitos de la vida colombiana, incluyendo aquí a la política, la economía e incluso a los medios de comunicación.

Es más que seguro que el caso Gómez, por mucho que le pese a su familia y a su imponente equipo jurídico, quede impune pero también queda claro que la estructura del régimen que denunciara el asesinado sigue mostrando su fortaleza e incluso muestra un vigor y una fuerza que anula cualquier resquicio para el optimismo y la esperanza. Y es que, en contra la opinión de Antonio Tabucchi, que aconseja a uno de sus personajes en su novela Sostiene Pereira que deje de frecuentar el pasado y frecuente el futuro, el pasado de Colombia sigue pesando como una losa irremplazable y ahoga e hipoteca el  presente y el futuro de esta gran nación. La aurora que devora a los monstruos del pasado, junto a los espectros más siniestros que siguen entre nosotros y dirigiendo entre bambalinas el país, todavía no ha llegado. El régimen del que hablaba Alvaro Gómez está presente, como un gran Leviatán que nos ahoga y nos ahoga hasta llevarnos a un silencio perpetuo que no por ser perverso e infame no es menos efectivo.

rangoso@iniciativaradical.org

@ricardoangoso

 

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