SE TENÍA QUE DECIR Y NO SE HA DICHO

Por Beatriz Ribón Quintero*
Mayo 2 de 2019
@tiziribon

Con la misma curiosidad que ha despertado en todos el pollo respondón, que con el puño cerrado y sentencioso se ha convertido en el elemento catártico de casi toda conversación en redes sociales,

y con la única intención de dilucidar mis más íntimos interrogantes, quiero hoy preguntarle al animalito de granja varias de las cosas que se deberían decir y aún, ni él, las ha dicho.

El famoso pollito ya ha sido usado por el community manager de la Vicepresidencia de la República para dar a conocer los proyectos y logros de esta entidad, en un afán claro por borrar de nuestra memoria la imagen de la vicepresidenta desafiando las directrices médicas de incapacidad y convalecencia, en una reunión de trabajo hospitalaria. Digo yo que es producto del capricho del community manager del citado despacho, puesto que no es este el primero de los casos en los que se deja a merced de personas jóvenes, sin criterio y respeto por el lector, el manejo de las redes sociales de personajes serios, locuaces e influyentes

Ese candidato es afecto a las ideas de un tal Soros, (personaje que, muchos creemos, salió de la imaginación de un periodista exiliado y, hay que decirlo, ardido)

Dicho lo anterior, aquí voy con mi lista, estimado pollo:

¿Está bien visto amar lo que se ha criticado?, mi pregunta, exactamente se refiere al llamado “mozalbete inteligentón”,que probablemente pasaría de último en las encuestas del partido político que lo promocionó como precandidato, criticado por la mayoría por venir de las huestes del anterior, del “sátrapa”, y ser afecto a las ideas de un tal Soros, (personaje que, muchos creemos, salió de la imaginación de un periodista exiliado y, hay que decirlo, ardido). De hecho, no faltaron las protestas ante la no inclusión de los guerreros de base del partido en las encuestas, y peor, la abundancia de fotografías en redes de los carnés del partido rotos, se habló de traición. Creería que gran parte de la aceptación repentina, extensiva y pertinaz del joven con mente brillante, amor por el canto y el balón, vino después de la difusión de un escrito hecho con infinito amor a una de sus hijas, en el que, con ternura de padre, dejaba un manifiesto de su visión del país, todo en un video cuidadosamente elaborado, que sé que a más de uno le aguó los ojos y le arrugó el corazón. No sé si a Alberto Rivera, político español y precursor de este tipo de video-escritos emotivos, le daría los mismos réditos que al local, lo que si es que teníamos de frente al mismo que por dos cuatrienios reprobamos, más joven y más canoso, no por esto más sabio, pero exactamente iguales en su esencia, su intención y su valor.

Bajo la óptica crítica del maestro Maturana, técnico insigne de la selección nacional, ¿Cómo es eso de que cuando se gana es para perder? Fui testigo electoral por obligación en la votación del plebiscito por la paz, gestado por el presidente de entonces; comulgo desde siempre con la idea de que las cárceles son centros de reclusión para los malhechores de todos los pelambres, y creo firmemente en que la justicia, bien aplicada, frena la intención perversa de hacer el mal. Festejé, tras un extenuante día, plagado de intentonas de fraude contra el sufragio, el triunfo exquisito del #No. Saboreé la idea de ver a los guerrilleros, hasta aquí ilustrísimos miembros de la comunidad cubana, vestidos a la moda a rayas de Abimael Guzmán, y soñé con mis admirados promotores del voto negativo mostrando su dedo del medio al gobierno nacional, el buqué triunfalista era mi compañero de regreso a casa. El “gustico” me duró poco, a escasos días las reuniones, públicas y privadas, entre los miembros de uno y otro equipo no se hicieron esperar, esto sumado a la lloratón-fumatón-vacación-camping convocado en nuestra Plaza de Bolívar, hizo que se comenzara a ceder en el triunfo, al punto que tras dos espectáculos arreglados para firmar la victoria de nuestra derrota y de la posesión presidencial del brillante artista, cargada de señalamientos contra el que se iba, el inesperado desenlace llegó con la cena conciliatoria de los antes pillos, hoy padres de la patria, en el palacio Presidencial. Todo estaba cumplido.

¿Cómo, desde una red social, funciona lo de no dejar gobernar a un elegido por mayoría? Una de las leyendas urbanas que acompañan al difunto capo del narcotráfico, Escobar, es que cuando despertaba al lado de la diva de turno, preguntaba que se leía en los diarios acerca de él, tal era su megalomanía que pensaba que era el centro del universo, título que tal vez creía haber ganado a punta de masacres, atentados y exportación de cocaína. Bueno, muchos de los adeptos del presidente-artista, comenzaron por creer que las críticas, comentarios y decepciones frente a su gestión, eran los generadores de sus bajísimos niveles de aceptación. De hecho, el “déjenlo gobernar” se tomó las redes, haciendo imaginar al virtuoso recomendado atado de pies y manos, y atento, como Escobar, de cada sílaba que en contra de su mandato se escribía; frágil y rodeado por miles de plumas que destilando odio estaban echando por borda una a una las hojas del libro naranja, emblemático color de su carrera política.

Las difamaciones, las malas palabras y la alusión a la militancia en grupos políticos de distinta afinidad para con quienes no reconocimos la pureza química del entronizado, comenzaron a pulular, mientras varios esperábamos que se reconociera públicamente que el mismo, el probo, el moral había decidido mantener en su círculo de confianza a venidos de otras facciones, menos decorosas y más complacientes con el caos y la anarquía. Así es que me pregunto, ¿Cómo se mira la paja en el ojo ajeno y se ignora la viga en el propio?, no es que yo sea mística, pero nada tan oportuno para ilustrar el cómo con un hierro enorme como el tener al pariente del ya citado capo y exmilitante en grupos rebeldes y revolucionarios haciendo las veces de ideólogo y admirable legislador, entre ceja y ceja, osen los cautivados con los dones futboleros presidenciales poner en entredicho la integridad y entereza de observadores políticos, etiqueta que considero nos hace a todos bien llevar. Mal se ve también, el endilgar la culpa de la mala hechura del vestido nuevo al sastre anterior.