SIN SANTOS NO HAY PARAÍSO

Santos también comprende que las FARC y el ELN tienen el derecho a disfrutar de las riquezas acumuladas con el tráfico de estupefacientes y las expoliadas a sus legítimos dueños, durante años y años de robos y extorsión

Santos y sus embaucadores llevan a Colombia al abismo comunista

Sin Santos no hay paraíso

Santos también comprende que las FARC y el ELN tienen el derecho a disfrutar de las riquezas acumuladas con el tráfico de estupefacientes y las expoliadas a sus legítimos dueños, durante años y años de robos y extorsión

Pedro Corzo
Pedro Corzo

Por Pedro Corzo
Agosto 28 de 2016

El presidente de Colombia Juan Manuel Santos se ha comprometido a llevar la paz a sus conciudadanos a como dé lugar, un esfuerzo loable digno de admiración que choca frontalmente con quienes critican su voluntad de buscar para el país la concordia y la reconciliación con un grupo de facinerosos que por décadas ha asesinado y obligado a millones de colombianos a dejar hogares y tierra.

Santos, solo anhela que sus compatriotas entiendan que el crimen si paga, que no importa la vesania y la crueldad de un sujeto que probablemente solo jugaba con explosivos cuando situaba minas anti personas en la proximidad de escuelas y caminos vecinales, o de otros con similar vocación de justicia social, que solían colocar explosivos en los cuellos de las personas o detonando oleoductos causando muerte, millones de pesos en deuda y destruyendo el medio ambiente.

El mandatario le pide al pueblo comprensión, que acepte a individuos que volaban automóviles, atacaban autobuses o simplemente lanzaban cilindros de gas cargados de metralla para devastar los campamentos militares, también, poblaciones donde solo residían civiles.

También pide generosidad para quienes decidieron financiar su guerra privada disfrazada de revolución social, secuestrando y envileciendo a soldados y civiles al recluirlos en campos de concentración en plena selva, o traficando con narcóticos para destruir la juventud nacional y de países extranjeros.

Santos tiene más de misionero que de político. Su magnanimidad está aparentemente dispuesta a obviar que la narco guerrilla secuestró a menores de edad y los obligó a servir como carne de cañón en los enfrentamientos con el ejército, y que convirtieron a numerosas jovencitas en esclavas sexuales de los cabecillas, obligándolas a abortar cuando salían embarazadas sin que importaran los sentimientos de las vasallas.

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El mandatario es un defensor a ultranza de la justicia. Está a favor que los pacifistas que recurrieron a la violencia extrema no vayan a prisión porque todavía sufren el síndrome de los torturadores y asesinos que se identifican con sus víctimas, un padecimiento que agobió siempre la existencia de Laurentis Beria yHeinrich Himmler.

El presidente también comprende que las FARC y el ELN tienen el derecho a disfrutar de las riquezas acumuladas con el tráfico de estupefacientes y las expoliadas a sus legítimos dueños, durante años y años de robos y extorsión. Santos, confía en la buena voluntad de quienes anhelan la paz después que su capacidad de hacer la guerra fue prácticamente destruida por el gobierno del presidente Álvaro Uribe.

Santos quiere para las FARC los territorios que no conquistaron en la guerra. Cierto que habrá observadores internacionales, entre ellos cubanos que trabajan para el régimen que auspició a la narcoguerrilla por décadas y le ha servido de santuario siempre.

Otro aspecto importante de la paz, es la eventual participación de los narco guerrilleros en la política, esa es una concesión más que necesaria, por eso muchos se preguntan si en las próximas campañas electorales para el congreso o la presidencia en los pasquines el jefe de las FARC se presentará con el alias “Timochenko” o Rodrigo Londoño Echeverri, o si portara un Ak47 o un cinturón con explosivos.

Hay quienes discuten cuando se levantará una estatua de tamaño natural a la memoria de los justicieros Manuel Marulanda, “Tirofijo” y a la de Luis Édgar Devia Silva, alias “Raúl Reyes”, dos hombres de paz que perdieron la vida luchando por una justicia y distribución de las riquezas “a su manera”.

Que tiene de inmoral que se convierta un terrorista, un asesino en serie o un narcotraficante en legislador, juez de la corte suprema de justicia o presidente, eso no tiene importancia cuando de la paz se trata, es comprensible que para algunos sea difícil entender este esfuerzo, pero es que en Colombia sin la paz de Santos, no es posible vivir en el paraíso.

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