!TIERRA BUENA…! !TIERRA BUENA..!

Pero Popón había huido.. Se encontraba reunido con algunos nobles contándoles el verdadero significado del sueño: La sangre en que se bañaría Tisquesusa no era la de Quemuenchatocha; era la suya propia. Y quienes se encargarían de ello serían unos extranjeros perversos, ambiciosos y crueles

Bochica, óleo sobre lienzo de Ricardo Gómez Campuzano

¡Tierra buena..! ¡Tierra buena…!

Historia de Bogotá. Parte 1

Ricardo Puentes Melo
Ricardo Puentes Melo

Por Ricardo Puentes Melo

Agosto 2 de 2013

Hace unos quince mil años desaparecieron los mastodontes de la Sabana de Bogotá y se produjeron cambios de clima y vegetación permitiendo que el primer grupo humano se asentara definitivamente en el altiplano. Hasta ese momento, la Sabana sólo era un lugar de paso para pequeñas hordas trashumantes, grupos de cazadores-recolectores que buscaban aquí su sustento ya que el altiplano, debido a su cercanía con el valle del Magdalena, podía ofrecerles mucha más variedad en su dieta.

Estos primeros hombres que trabajaban la piedra para conseguir las herramientas y armas que utilizaban en la cacería y posterior preparación de sus presas, se refugiaban en abrigos rocosos, como los del Tequendama, para convertirlos en lugares temporales de vivienda y sitios de comida; por eso es en lugares con estas características que se han encontrado los restos arqueológicos que permiten trazar una historia cronológica de los primeros habitantes de la Sabana.

Todo el proceso, desde la aparición del primer hombre en el altiplano hasta el surgimiento de las agrupaciones nucleares con una

Tumba indígena en Soacha, Cundinamarca
Tumba indígena en Soacha, Cundinamarca

agricultura rudimentaria, llevó alrededor de cinco mil años. Hace unos dos mil quinientos años ya existía el cultivo intensivo del maíz y aumenta notablemente la población en la Sabana; se organizan las aldeas y abandonan su vida nómada. Esto quiere decir que los muiscas, como tales, ya habitaban las actuales tierras de Bogotá por esa época.

Cuando los primeros muiscas habían aprendido de agricultura y alfarería, ocurrió una inundación que los tomó por sorpresa. Sus edificaciones y sembrados no estaban preparadas para ello. Al momento de la catástrofe, los muiscas habían alcanzado un grado de desarrollo muy por encima del resto de grupos indígenas, la inundación casi da al traste con un proceso que duró miles de años.

La tradición oral de los muiscas guardó este acontecimiento terrible que fue transmitido de generación en generación por orden de Bochica, también conocido como Nemterequeteba, quien llegó desde oriente –como el sol. Era blanco, de barba como las nubes y venía apoyándose en un bordón. Les dijo a los indígenas que era un enviado de Chiminigagua, el gran creador, y que su misión era enseñarles a tejer, hilar, sembrar, y a dictarles normas de convivencia.

Así lo hizo… Pero un día, mucho antes de la inundación, Bochica desapareció misteriosamente. Los indígenas no conservaron mucho tiempo las enseñanzas de su maestro, pues al poco tiempo hizo su aparición Huitaca, una mujer de tal hermosura que solo era equiparable a su perversidad. Arrastró la gente a la perdición, al homosexualismo, las borracheras y todos los pecados imaginables, y el caos reinó en la tierra de los muiscas.

Entonces, Chibchacum, el dios de la Sabana, se llenó de ira y provocó una espantosa inundación utilizando las aguas de los ríos Sopó y Tibitó, y otras que trajo de alguna parte. Los hombres imploraron a Bochica y el maestro acudió desde Pasca. Al verlo, el pueblo le suplicó tanto, que él golpeó las rocas e hizo un orificio suficientemente grande como para dejar que el agua represada en la Sabana encontrara una salida. Así se formó el Salto del Tequendama. Después, Bochica obligó a Chibchacum a sostener la tierra –que antes descansaba sobre dos guayacanes- en sus hombros. Como pesa mucho, Chibchacum la pasa de vez en cuando de un hombro a otro para descansar, y esto es lo que ocasiona los terremotos. Después de tales acontecimientos, los muiscas aprendieron la lección, crecieron y se hicieron muchos, dominando un enorme territorio.

Bochica, óleo sobre lienzo de Ricardo Gómez Campuzano
Bochica, óleo sobre lienzo de Ricardo Gómez Campuzano

Mientras que en Europa se vivía el siglo de Maquiavelo, Da Vinci, Copérmico, Galileo, y sus imperios se trababan en disputas para monopolizar el derecho a las riquezas que se habían hallado en el continente recién descubierto por Cristóbal Colón con la flota armada por Pedro Alonso Niño, el monarca de Bacatá libraba la última batalla contra su archienemigo el Zaque de Tunja. El Zipa ambicionaba las minas de esmeraldas del Zaque, y éste quería apropiarse de las minas de sal del Zipa. Nunca se supo quién ganó la guerra porque la muerte del Zipa Nemequeme puso en retirada su tropa hacia Bogotá al mismo tiempo que el Zaque huía con sus hombres hacia Tunja, prácticamente exterminados.

El Zipa Nemequeme
El Zipa Nemequeme

El dolor por la muerte de Nemequeme se extendió por todos sus dominios. Pronto llegaron sus jeques y en medio de los llantos de las esposas y súbditos del difunto, procedieron a embalsamarlo hasta que llegara el día de bajarlo a la tumba que el Zipa había ordenado construir con anterioridad. La ceremonia comenzó.. sus hombres, incluso embriagados por la chicha que se pasaban de mano en mano, tenían muy claro que el alma inmortal de su monarca recibiría muchas recompensas cuando se encontrara con sus dioses.

Nemequeme se veía soberbio con su ajuar funerario lleno de oro y esmeraldas. Los servidores bajaron a la tumba viandas, bebida, coca y armas para lo que pudiera presentársele en ese gran viaje. Sus mujeres favoritas, alucinando bajo los efectos del borrachero, descendieron a la tumba para acompañarlo en el camino. La hora se aproximaba. Era tiempo de partir, así que colocaron el cuerpo del glorioso Zipa dando cara hacia el Este, por donde había aparecido Bochica, y sellaron la fosa para siempre.

Como era la ley, su sucesor debería ser sobrino del cacique, así que el elegido fue Tisquesusa quien organizó rápidamente sus soldados para cobrar venganza. Nuevamente las tropas del Zipa y el Zaque se encontraron, pero esta vez estaban tan cansados que decidieron firmar la paz.

Mientras tanto, los invasores europeos se acercaban cada vez más a los dominios de Tisquesusa y Quemuenchatocha: Estos pactaban

Quemuanchatocha, Zaque de Hunza (Tunja)
Quemuanchatocha, Zaque de Hunza (Tunja)

la no agresión; aquellos se aprestaban para repartirse un botín que aún no habían descubierto.

Un día, mientras dormía en Teusaquillo, en su finca de recreo, soñando con sus victorias, Tisquesusa se vio en un abrir y cerrar de ojos en las albercas de allí. Pero cuando se encontraba más a gusto, bañándose y descansando del estrés del poder, el agua se fue convirtiendo en un charco de sangre. Saltó de su lecho y se refregó el cuerpo frenéticamente para limpiarse del espeso.. tardó un poco en darse cuenta de que había sido un sueño. Intranquilo por su significado, preguntó a los sacerdotes por lo que querían decirle los dioses. Ellos lo calmaron y le auguraron un poder inmenso. Tan grande sería su poder, dijeron los jeques, que pronto tendría el placer de bañarse en la sangre de Quemuenchatocha.

Tisquesusa rió tranquilo pero, por si acaso, decidió preguntarle a Popón, el más viejo de sus sacerdotes.

Pero Popón había huido.. Se encontraba reunido con algunos nobles contándoles el verdadero significado del sueño: La sangre en que se bañaría Tisquesusa no era la de Quemuenchatocha; era la suya propia. Y quienes se encargarían de ello serían unos extranjeros perversos, ambiciosos y crueles.

Así, mientras Tisquesusa pensaba que sería el Zipa más poderoso de cuantos habían gobernado Bacatá, don Gonzalo Jiménez de Quesada llegaba a Tora de las Barrancas Bermejas y se enfrentaba al desánimo de sus hombres. Algunos no quieren seguir adelante, prefieren regresar por el Magdalena y embarcarse hasta España. El hambre los ha llevado a devorar los cuerpos de sus compañeros caídos en combate con los nativos, o accidentados en esas tierras feroces. Nadie quiere saber nada más de aventuras y tesoros.

Gonzálo Jiménez de Quesada
Gonzálo Jiménez de Quesada

Cuando Quesada ve agotados sus argumentos, llegan Albarracín y Cardoso, dos de sus tenientes, con la prueba de que van por buen camino: mantas de algodón y panes de sal. Observan las mantas y deducen que debe existir una civilización avanzada cerca de allí. Exploran un poco más hacia el sur y regresan a Tora. Allí, Quesada tiene la corazonada de que El Dorado no queda en el nacimiento del Magdalena, sino al otro lado de la cordillera, así que decide realizar la última expedición a través de la serranía del Opón. Si no regresa en seis meses, le dice a Gallegos, puede darlos por muertos y regresar a Santa Marta.

La intuición de Quesada tuvo buen resultado. “¡Tierra buena..! ¡Tierra buena..! ¡Tierra donde se ve gente vestida..!” habían gritado jubilosos los soldados de Gonzalo Jiménez de Quesada cuando llegaron a la cima de los Andes en un viaje que habría de durar más de dos años remontando el Magdalena desde la costa del Caribe hasta la primera fundación de la ciudad española en lo que creían el imperio de El Dorado: las tierras del Zipa.

Sin embargo, la alegría no duró mucho. De las historias fabulosas de grandes ciudades empedradas en esmeraldas y soberbios gobernantes indios que se bañaban en oro, no se encontró vestigio. Ni siquiera la Sabana quería mostrarles la grandeza con la cual las leyendas de los indios los habían desvelado.

Era un altiplano anegado de lagunillas y vegetación pequeña.. una planicie fría, llena de bruma y cercada por varios cerros desde los cuales podría verse el valle del Magdalena. Pero de minas de oro, nada.

Continuará….

Parte 2: https://www.periodismosinfronteras.org/aunque-letrado-no-sabia-de-fundaciones.html

@ricardopuentesm

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