VAYA, VAYA, ASÍ ES, CIERTAMENTE, NO FALTABA MÁS. BIEN, BIEN

Llamar guerrillero a un guerrillero que fue guerrillero y se ha comportado como guerrillero, ya no empuñando armas y cometiendo atentados terroristas pero si desde su privilegiado lugar en la política, no entraría dentro de la categoría de insulto

Uribe y Petro, los nuevos mejores amigos

Carlos Salas

Por Carlos Salas Silva
Marzo 4 de 2022
@carlossalassilv

Dedicado a releer “Doktor Faustus” de Thomas Mann me he topado con esas exclamaciones de aceptación con las que he titulado el presente artículo, que poco convencen a quien las escucha porque en general proceden de alguien que, por evitar discusiones, es capaz de transigir ante la mentira y el engaño con tal de no pasar por intolerante.

Unas páginas le dedica Mann a “Reflexiones sobre la violencia”de Georges Sorel al que, el narrador del “Doktor Faustus”, califica ”como el libro capital de nuestra época”; a lo que le añade el poder profético del mismo que fuera publicado en 1935, cuando propone que “la discusión parlamentaria como medio para formar una voluntad política tenía por fuerza que resultar inadecuada”. Añade, y es lo que despertó mi interés al notar coincidencias con nuestro vergonzoso presente político, lo siguiente: “El porvenir se ocupará de alimentar las masas con ficciones míticas susceptibles de desencadenar y estimular las energías políticas a modo de gritos de guerra. El mito popular, o mejor dicho, el mito fabricado a la medida de la masa, la fábula, el desvarío, la divagación como futuros vehículos de la acción política”. Lo que quedó dramáticamente evidenciado en el pasado con Hitler lo estamos presenciando en nuestro país, de manera patente, en el presente con Petro. La realidad sustituida por absurdas ficciones, la verdad desplazada por la divagación, la cordura pisoteada por el desvarío.

No hay que ser muy suspicaz para constatar este estado de cosas. Lo que sí es francamente difícil de entender es cómo se da una tolerancia ante lo que Mann, a través del narrador, nombra como “sacrificium intellectus”, que no es otra cosa que lo que ocurre “cuando el inferior no sólo quiere lo que quiere el superior”, sino que piensa lo que piensa el superior y hace lo que ordene el superior. No puede haber una situación más aberrante de dominación y sumisión que ésta.

Considerar que la democracia detendría cualquier intento dictatorial por la fortaleza de cada uno de los tres poderes, es una falacia. Donde se fragua el despotismo es al interior de esos poderes. De un ejecutivo domesticado por un estado despilfarrador y sin ninguna vocación de servicio, una justicia infiltrada por sus propios enemigos y un legislativo que discute y discute para terminar apoyando las delirantes reformas que se presentan en nombre de una comunidad que no es otra cosa que una abstracción que no tiene en cuenta las necesidades y aspiraciones de los individuos, no puede salir nada bueno para un régimen democrático.

Yo, yo voy a rogar lo siguiente: en mi presencia ningún insulto al presidente de la República

En estas condiciones, no se puede evitar la caída en el abismo. No hay contrapeso a los excesos del aspirante a dictador cuando la oposición coloca talanqueras, no al adversario sino a sus propios militantes. Un ejemplo de ello fue lo ocurrido recientemente en un encuentro del Centro Democrático en Montería, el que ha sido ampliamente difundido por las redes. Veamos:

Le conceden la palabra a un miembro del partido:

-En estos momentos las condiciones para sacar unos buenos representantes por elección popular están dadas, y le voy a decir porqué señor presidente: el presidente actual guerrillero que tenemos en Colombia…

Es interrumpido, abruptamente, por su jefe, Álvaro Uribe, haciéndose el ofendido.

-Yo, yo voy a rogar lo siguiente: en mi presencia ningún insulto al presidente de la República.

-OK

– Todo lo que se quiera decir de oposición con argumentos bien pero ningún insulto.

-OK

– Nosotros tenemos un deber con el país y yo, a los setenta años, lo quiero cumplir.

Llamar guerrillero a un guerrillero que fue guerrillero y se ha comportado como guerrillero, ya no empuñando armas y cometiendo atentados terroristas pero sí desde su privilegiado lugar en la política, no entraría dentro de la categoría de insulto. Lo que si es una grosería es interrumpir a un señor de edad, que expresa libremente su opinión en un encuentro de su partido en su tierra natal para soltarle un regaño. No hay derecho -ni derecha, como diría el alter ego de Maduro-.

Una oposición light y, como queda evidenciado, políticamente correcta es lo más cercano al servilismo. ¿Qué se puede esperar de ella? Poco, muy poco o nada.

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