LA VIDA ES MARAVILLOSA SI NO EXISTE EL MIEDO

Pareciera que con el cáncer se llega a un final; sin embargo, depende de cada uno convertirlo en un inicio

La vida es maravillosa si no existe el miedo

 

Jesús Gerardo Cue, mexicano, es uno de esos amigos que la tecnología moderna nos permite encontrar. Dueño de una vitalidad envidiable, y poseedor de una gran capacidad para ayudar en las buenas causas, nos hicimos cercanos e intercambiamos información y opiniones sobre la situación de nuestros países. Me permitió contar mi historia en su programa radial en Estados Unidos y día a día estuvo preocupado por mi seguridad y la de mi familia.  Hace unos meses mi amigo Gerardo descubrió que padece un cáncer, y escribió estas hermosas palabras que han guiado lo que le queda de vida. Las publicamos para que sirvan a otros que atraviesan por este camino.

Jesús Gerardo Cue

La vida es maravillosa si no existe el miedo

Por Jesús Gerardo Cue

Febrero de 2012

Escribir sobre uno mismo me parece que es una de las cosas más difíciles, sobre todo si se trata de algo que pone en perspectiva tu pasado y determina tu presente y futuro, ya que hablando de una enfermedad como el cáncer, nadie es ajeno a sentirse afectado.

Desde el momento en que me diagnosticaron cáncer (hace unas semanas), siento que he recibido tanto, desde la manera en la que el especialista me dio el diagnóstico, sin expresión alguna y aparentemente frío y directo al decir: “Es un cáncer sumamente agresivo en el esófago que ha afectado los ganglios linfáticos hasta la tiroides apretando la yugular”.

Ni mi rostro ni otra parte de mi demostraron el efecto natural de una noticia de esa naturaleza. Creo que esa calma y paz que sentía venía de algo mas allá de mi mismo.

El deseo innato de vivir ha borrado en mí el miedo a la muerte. Tengo tanto por hacer en esta vida que se ha agudizado en mí el hábito de no tomar en serio el tiempo. Es común que no vea la hora y casi olvido los días. Me estoy redescubriendo en una actitud no esperada y mucho menos planeada. Pero una enfermedad como el cáncer se impone a través del dolor, en eso que se convierte en un modo de vida y el dolor que causa a las personas que temen por la salud del enfermo, lo cual se demuestra con el afecto. ¿Qué reacción pude haber tenido? ¿La clásica negación? ¿El enojo? ¿El drama? ¿La autocompasión? Sólo alcancé a decirle al doctor: “Bueno, ya está. Habrá que esperar qué es lo que viene a partir de ahí en mi vida”.

Y hasta esta nota que hoy escribo ha traído solo cosas buenas.

Pero el cáncer es un río agresivo que cada segundo abre nuevas rutas en mi cuerpo enflaquecido y en una sonrisa que no logra disimular la parálisis facial de la parte derecha de mi rostro. La lucha agota y el cansancio es inevitable. El futuro es incierto aún con tantos planes y proyectos que nacen de mi. Se me ha hecho cotidiano despertarme a las 2 de la mañana con algo nuevo, entusiasmado con el impulso de llevarlo a cabo. La vida apremia y creo que estoy encontrando el porqué vivir, que no me importa el cómo. Charles Chaplin dijo una vez, “La vida es maravillosa si no se le tiene miedo”.

Una de las partes difíciles cuando se diagnostica cáncer es tomar las decisiones correctas para el tratamiento. La lógica es hacer uso de la medicina convencional, la cual ha demostrado tener éxito en un buen porcentaje, dependiendo del tipo de cáncer. Pero en el afán de ayudar, la familia como amigos se convierten en un sinnúmero de consejeros para una innumerable cantidad de tratamientos, incluyendo el uso de una “vidente”. Eso me recuerda los nueve meses que Steve Jobs pasó sin aceptar una intervención quirúrgica común en el cáncer de páncreas, de acuerdo con el médico de Harvard Dr. Ramzi Amir, especialista en ese tipo de cáncer, quien dijo a los medios, “Dadas las circunstancias, parece evidente que la elección de la medicina alternativa por parte de Steve Jobs le condujo innecesariamente a una muerte prematura. En mi serie de pacientes para muchos subtipos de este cáncer, la tasa de supervivencia durante más de una década fue del 100 por ciento”.

No critico nada de esto. Todos tienen historias de éxito, pero el mayor éxito que he encontrado es la unión de sentimientos y buenos deseos de cada uno. Lo difícil es encontrar las palabras adecuadas para cada quien, sin herir ningún sentimiento.

Recibo todo como venido de Dios, y así lo siento. Lo primero fue recibir a mi hijo en el aeropuerto de Salt Lake City después de seis años de no vernos, y ahora está conmigo para cuidarme; estar en el primer concierto de violín de mi hija de 10 años con la orquesta de su escuela fue sublime; ver con la seriedad que ejecutaba cada nota bajo la dirección del director, cada sonido, era un soplo de vida en mi para seguir en la lucha contra el cáncer; esto me hizo recordar cuando fui a cortarme el cabello y la estilista me contaba de una niña de 8 años que llegaba con el poco cabello que se le aferraba en contra de la quimioterapia para darle un toque de belleza a su dolor. “Sé que tú puedes hacer maravillas con lo que me queda”, le decía la niña, con una seguridad que sólo Dios le daba. Ahora ella es una más de las sobrevivientes de cáncer y a sus 18 años lleva orgullosa una cabellera hermosa. Esta pequeña sin duda es un ejemplo de fe y esperanza.

Pareciera que con el cáncer se llega a un final; sin embargo, depende de cada uno convertirlo en un inicio.

— Jesús Gerardo Cué vive en Salt Lake City.

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