LOS RICOS DE ABAJO Y LOS POBRES DE ARRIBA

Capitalismo modelo “mercantilista” y socialismo modelo “Estado de Bienestar”. A este inmoral sistema híbrido, los economistas le llaman “modelo mixto”; y los empresarios prebendistas y politiqueros corruptos denominan “el Pacto Social”, y a veces, “cooperación público-privada” o “Tercera Vía”

Los apóstoles de la Tercera Vía. Con el patrocinio de Soros y Tavistock Institute

Los ricos de abajo y los pobres de arriba

Capitalismo modelo “mercantilista” y socialismo modelo “Estado de Bienestar”. A este inmoral sistema híbrido, los economistas le llaman “modelo mixto”; y los empresarios prebendistas y politiqueros corruptos denominan “el Pacto Social”, y a veces, “cooperación público-privada” o “Tercera Vía”

Alberto Mansueti

Por Alberto Mansueti
Marzo 18 de 2018
@MansuetiAlberto

Hace unos años, el 7 de septiembre de 2012, el Dr. Václav Klaus, presidente de la República Checa, en el majestuoso e histórico Castillo de Praga, sede del gobierno, pronunció un magistral discurso ante la Sociedad Mont Pelerin, la flor y nata de la “Academia” liberal. Con mucha razón lo tituló: “No estamos en el lado ganador”.

A liberales clásicos y “libertarios” reunidos, de las diversas latitudes del planeta, describió y explicó las razones por las cuales “no estamos en el lado ganador”, relacionadas todas con el “neomarxismo” y la “política correcta”. Pero cerró su alocución con una reflexión autocrítica: parte de culpa la tenemos nosotros mismos, liberales. Entre otros errores: produjimos muchos artículos, estudios, monografías eruditas y libros, como también textos puramente declarativos, y algo repetitivos; pero nos faltó una “profunda anatomía” de la situación imperante.

La tercera Vía, como bien lo subraya su propagandista en Colombia, Iván Duque, pretende fusionar el socialismo y el libremercado. 

Imagino que debió haber caído como balde de agua fría en su audiencia, porque muchos hasta hoy comparten aquel alborozado optimismo de los años 90, por “la caída del Muro y el fin del comunismo”, que ahora resulta por completo injustificado. Muy impresionado, traduje su discurso, y con ayuda de mi amigo el economista Juan Fernando Carpio, de Ecuador, lo publicamos en Internet. Y le dediqué uno de los artículos semanales de mi columna “Pisando Callos”, al que puse por título “El lado ganador”.

Desde entonces, he seguido con mucha atención la trayectoria del Dr. Vaclav Klaus, y en especial sus discursos, muy en particular a la Mont Pelerin. Comparto plenamente su angustia por las debilidades de los representantes y voceros del liberalismo ante “los nuevos desafíos que nos trajo el presente siglo XXI”, según el Dr. Klaus, los cuales ameritan nuevas respuestas, que sean liberales y a la vez creativas.

Alberto Mansueti y Vaclav Klaus

En el Centro de Liberalismo Clásico, y en el Instituto de Libre Empresa (ILE) de Perú, trabajamos mucho por dar esas respuestas, ofertar soluciones políticas liberales y novedosas, y producir esa “profunda anatomía” del presente siglo, que pidió el Dr. Klaus. Al menos en lo que concierne a esta parte nuestra del planeta, la América mestiza, que llaman “latina”, pese a que ya nadie aquí habla en latín, ni siquiera los sacerdotes católicos, y menos nosotros los abogados. El resultado de nuestra labor es un diagnóstico crítico, que llamamos “el Apartheid”, porque es muy parecido a lo que Sudáfrica vivió entre los años ’50 y los ’90.

Es una sociedad “de dos pisos”, en la cual con dificultades “coexisten” pero no “conviven” dos estamentos separados, claramente diferenciados; que aquí no son los blancos y los negros, sino son “los de arriba” y “los de abajo”: (1) “Los de arriba” gozan de innumerables privilegios legales y de un cerrado “capitalismo de amigotes” (crony capitalism); así tienen su acceso a los sectores privados y reservados en la economía, la banca y las finanzas; y asimismo en la educación, atención médica y los fondos privados de pensiones. (2) A “los de abajo” en cambio se les condena a unos “servicios sociales públicos” pésimos, como “educación, salud y jubilaciones”, insuficientes y de horrenda calidad; y en los negocios se les arroja a las “microempresas y PYMEs”, que significan: “Arréglatelas como puedas”.

La discriminación aquí no es “racial”, o al menos no del todo, digamos, para no ser hipócritas ni imprecisos. Pero como la de Sudáfrica, es legal, producto de las leyes malas, desiguales: hay leyes para “los de arriba”, sobre economía, finanzas y política; y otras leyes para “los de abajo”, las leyes “sociales”.

La segregación no es exactamente entre “ricos y pobres”, como dicen los marxistas, puesto que no todos los de abajo son pobres, ni todos los de arriba son ricos: (1) hay comerciantes y empresarios informales que disfrutan una buena situación económica, y algunos son ricos o muy ricos, pero sin embargo viven en el “piso de abajo”. (2) Muchos del “piso de arriba” reciben “favores” pequeños; no son ricos, pero están políticamente “conectados”, y muchos articulados y organizados, como para hacer toda clase de presión, y obtener cada cual lo que desea, privilegios y ventajas, legales en su mayoría, de las que todos disfrutan a plenitud.

Nelson Mandela y Castro

En suma: para el de arriba, capitalismo modelo “mercantilista”; y para el de abajo, socialismo modelo “Estado de Bienestar”. A este inmoral, injusto e ineficiente sistema híbrido, los economistas le llaman “modelo mixto”; y los empresarios prebendistas y politiqueros corruptos denominan “el Pacto Social”, y a veces, “cooperación público-privada”. Los despistados le llaman “Tercera Vía”, y la desean y exigen anhelantes, sin ver que es precisamente lo que tenemos, con lo peor de “ambos mundos”, capitalista y socialista: “capitalismo de amigotes”, y unas deficientes escuelas, hospitales y jubilaciones, que dan pena, pero no importa, porque son “para los pobres”.

¿Cómo acabó el Apartheid en Sudáfrica? No gracias a Mandela, como dicen los marxistas, sino a una alianza de dos sectores principalmente: (1) los blancos pobres, cuando por fin entendieron que sin capitalismo liberal tendrían derecho legal a hoteles, playas y restaurantes para blancos; pero no el dinero para pagar sus entradas. Y (2) los pocos negros ricos, viendo que tenían dinero para pagar, pero no entraban por ser negros, y eso no se podía cambiar; pero el sistema sí se podía cambiar.

¿Cómo acabará nuestro Apartheid criollo? De modo muy similar: cuando (1) el rico de abajo entienda que en el estatismo su riqueza puede ser confiscada cualquier día; o de un plumazo pueden cambiar las leyes y decretos que le permiten hacer sus negocios. Y (2) el pobre de arriba entienda que su “buena conexión”, puede desaparecer al instante, con el próximo cambio de Gobierno, cambio de ministro o de viceministro, o si de repente el viceministro cambia de amante, y ya no es aquella sobrina suya, ¿me explico? No es muy difícil de entender, porque estos cambios hemos visto muchas veces.

Este diagnóstico es nuestra respuesta, resultado de la “profunda anatomía”. Pero tenemos algo más, mucho más; la solución: las Cinco Reformas, el Gran Cambio, la “Gran Devolución”. Y tenemos nuestro Movimiento del Foro Liberal de América Latina, del cual el Dr. Václav Klaus, ex presidente checo, a quien estamos sumamente agradecidos, se ha hecho su máximo referente.

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