¡VIVA LA NADA!

Los “libertarios” de hoy día afortunadamente no son violentos; pero varios otros rasgos nihilistas, como el anarquismo, se observa en la prédica de muchos de ellos

¡Viva la nada!

Los “libertarios” de hoy día afortunadamente no son violentos; pero varios otros rasgos nihilistas, como el anarquismo, se observa en la prédica de muchos de ellos

Alberto Mansueti

Por Alberto Mansueti
Octubre 7 de 2017

Siempre reviso literatura de izquierdas, del pasado y del presente. Se aprende mucho, y a veces es muy divertido. Estos días me he paseado bastante por el “nihilismo”: la filosofía de la nada.

Es muy difícil definir el nihilismo, su doctrina o sus principios, porque es precisamente una postura ferozmente antagónica a todo principio, filosófico o doctrinal (que los nihilistas llaman “dogmas”), sea religioso, moral, político, etc. El nihilismo adhiere al postulado hegeliano sobre exaltar lo negativo, no lo positivo, para discurrir, juzgar y actuar: la “antítesis”, y no la “tesis”.

Máxima nihilista

Por eso los nihilistas embisten contra toda institución, ley o autoridad. O sea: contra el orden, y en pro del desorden, del caos y la anarquía. Recomiendo leer “Nihilismo y Anarquía; consecuencias en el Siglo XXI”, Internet, Editorial Atamansha. Firma “Aragorn”, seudónimo de un anarquista, que escribe a los anarquistas, dice, para mostrarles las raíces nihilistas de la causa ácrata, siempre presentes en todo movimiento de izquierda contra-cultural.

“Aragorn” dibuja lo que llama “el árbol de familia” del anarquismo, el socialismo, el comunismo, el cooperativismo, el comunalismo; y claro, el ateísmo, y su guerra a muerte contra toda expresión de cristianismo en la sociedad. ¿Qué hay en la base de un árbol tan frondoso? El nihilismo. Y sus dos grandes ramas, muy emparentadas y entrelazadas, son el socialismo y el anarquismo.

Lo principal de la historia del nihilismo se localiza en Rusia, antes y después de 1917. Es una historia muy violenta, porque literatura y pólvora eran las dos aficiones favoritas de los nihilistas, a quienes la policía y la prensa llamaba “anarquistas” porque era palabra más fácil de pronunciar y recordar. Pero muchos eran socialistas o comunistas, y marxistas, como Vera Zasulich, célebre por su intento fallido de asesinar al Gobernador de San Petersburgo, en 1878, en su propia oficina. Absuelta por la justicia, su caso demuestra que la vigilancia zarista no era tan eficaz, ni su represión tan inhumana como dicen. El zarismo estaba mal preparado para lo que se le venía encima, y los hechos posteriores lo confirman.

Elizabeth Forster-Nietzsche le da la bienvenida a Hilter, al archivo del nihilista Nietzsche

¿Estaban a favor de algo los nihilistas? Hacían vagas declamaciones a favor de dos ideas solamente, de modo muy abstracto y etéreo: “la ciencia” y “la libertad”. En la práctica, “ciencia” era equivalente a ateísmo, contra la religión; y “libertad”, equivalente a oposición contra todo lo civilizado, matrimonio y familia principalmente, en nombre de un individualismo anárquico y amoral. Inventaron el concepto negativo de “no-monogamia”, en pro de toda clase de sexualidad “no tradicional”.

El nihilismo es una revuelta general contra el ser, y contra las tres categorías de verdad, bien, y belleza, exaltando lo falso, lo malo, y lo feo. Lo contrario al realismo filosófico no es el idealismo; ya que las ideas son reales, son parte de la realidad mental, tanto como la lógica y el sentido común; es el nihilismo, tanto como la nada es lo contrario a lo que es real. Nihilismo es odio a la verdad, y más aún, a la naturaleza, y a la realidad, de la cual la verdad es el retrato.

Los anarquistas rusos, como los de otros países, se autodenominaban “libertarios”. Y a diferencia de otros grupos políticos, incluso de izquierda, jamás presentaron un Programa de Gobierno, en positivo, o algo parecido. Se reunían con los socialistas y comunistas, pero sólo para oponerse a sus Programas; y por ser un estorbo en las reuniones, con frecuencia dejaban de ser invitados.

“Aragorn” identifica la inconfundible presencia nihilista en mucho de lo que hay en nuestro siglo XXI, tan embrollado y confundido, desde el existencialismo al “deconstruccionismo” pos-modernista. Muy cierto, y se queda corto. La lista incluye romanticismo, terrorismo, subversión cultural; y las fantasías que alegan apoyarse en teorías científicas, interpretadas muy torcidamente: relativismo (Einstein), incertidumbre (Heisemberg); caos (Lorenz), disipación (Prigogyne), catástrofes (Thom).

Albert Einstein

Y hay más: el “transhumanismo libertario”, una fe mística “futurista” en “los adelantos científicos”, como los socialistas utópicos del siglo XIX; y el “anarco-capitalismo”, que toma la Escuela Austríaca de economía (Mises) como pretexto. No es serio: es un contrasentido; capitalismo nada tiene que ver con anarquía, al contrario: mercados y propiedad privada requieren Gobierno fuerte aunque limitado, y los economistas serios, sobre todo “austríacos”, jamás lo ignoraron.

Los ácratas y los marxistas siempre supieron también que el “Estado burgués”, como llamaron al modelo gubernativo del siglo XIX, “limitado” a garantizar el orden, la policía y el aparato judicial, era uno de los pilares del capitalismo, siendo los otros la familia, la propiedad privada, el matrimonio y la religión. Por eso odiaban todas esas instituciones a la vez.

Los “libertarios” de hoy día afortunadamente no son violentos; pero varios otros rasgos nihilistas, como el anarquismo, se observa en la prédica de muchos de ellos, aunque no de todos. Y la hostilidad beligerante contra la religión, cristiana en especial, que no es igual al simple ateísmo tranquilo, o al escepticismo o mera indiferencia de muchas personas comunes y normales. En Rusia, este ateísmo militante y agresivo, junto con el socialismo, era parte de la curricula que la joven Lisa Rosenbaum (Ayn Rand) recibió en la Universidad Estatal de Leningrado (Petrogrado), durante los años ’20.

Mises nació en el Imperio de los Habsburgo, pero era leal a la tradición republicana del liberalismo clásico, y defendió un Gobierno limitado “representativo”; es decir, democrático. En cambio, para los socialistas y los comunistas, la democracia es instrumental, una herramienta para usar solamente si conviene y como conviene, nada más. Y para los anarquistas, la democracia es anatema. No sorprende entonces que los “libertarios” actuales se unan al coro de denuestos contra la democracia en general, o de tipo representativo de partidos, en pro de las quimeras de la democracia directa. Aquí pareciera que coinciden con el Presidente venezolano Nicolás Maduro y su “comunalismo”.

Los libertarios se definen acérrimos “individualistas”. Pues deberían leer “Individualismo, el verdadero y el falso” (1946), un texto de Hayek que contrapone el individualismo revolucionario y constructivista de la Revolución francesa con el individualismo “conservador” de Edmund Burke y otros autores cristianos como John Locke y Lord Acton. Para Hayek el mercado es siempre un orden “espontáneo” porque no es “planificado centralmente”; no porque sea algo anárquico, como dicen los colectivistas. Es un “orden”, resultante de los “planes” de los actores económicos y no del Estado.

Por último, y a pesar de contar con muchos “tanques de pensamiento”, dotados de ingentes recursos, los libertarios rara vez presentan programas de gobierno en positivo, más o menos completos; casi siempre se limitan a quejarse del estatismo o del “populismo”, y hacer propuestas aisladas, o vocear por “las ideas de la libertad”, en abstracto, en el aire, estilo nihilista. Y consignas vacías como “más mercado y menos estado”, sin mucho aclarar dónde, cómo, por cuáles vías, etc.

Hasta ahora, el Consenso de Washington era la única guía concreta y práctica para gobiernos “neo liberales”; o sea: no demasiado socialistas. Es muy tímida y complaciente con el status quo; pero no había otra. Hasta ahora. Porque ahora tenemos Las Cinco Reformas.

Muchas gracias por tu paciencia, y será hasta la próxima si Dios quiere.

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